Querida ausencia,
shh. te recuerdo. ah, pero tan solo rememoro tu sombra. ¿por qué no consigo recuperar tu nombre? ¿percibes el influjo? […]
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shh. te recuerdo. ah, pero tan solo rememoro tu sombra. ¿por qué no consigo recuperar tu nombre? ¿percibes el influjo? un pianista levanta la mirada hacia el cielo, y, con las pestañas llenas de luz, coloca su vivo espíritu sobre el teclado. ¡música! las teclas blancas dicen do, re, mi, fa, sol… ¡qué hermosa partitura! do, re, mi… un caballo es azotado siempre que decide frenar. el dolor calla, así como lo hace la inspiración. la rienda dirige. la muserola aprieta. también el amor lleva, ¿verdad? presiento que una intervención divina podría redimir — ¿el abrazo de Nietzsche? ¿o el corazón de una niña? conservas tu trágica naturaleza, ¿dios la imaginó así? ¡qué terrible fracaso! el alma de una niña idea mejores creaciones. no cabe duda. ¿acaso resulta justo? ¿acaso un hombre está por encima de un caballo? la niña cuestiona. ¡que su esencia quede renovada! querida ausencia, regresa. solo la fresca hierba debe tocar tu materia. dejan a la niña en la carreta. sí, yo la observo. yace su tristeza. te desplazas. de nuevo, el látigo. qué desazón, todavía hoy. existe tanto espacio en mi pecho, mas no sé qué me hace sentir tan pequeña… ¿habría querido yo ser tu refugio? ¿cómo habría podido cumplir con ese deseo? do, re, mi… un compositor impresionista impregna mis oídos. el tiempo transcurre. la quietud de las hojas adormecen. ¿qué florece en B., a mediados de marzo? sea como fuere, las notas huelen a esperanza. me inclino sobre el hombro de dios. el caballo anónimo busca en el firmamento tal como lo hace el pianista. ¿qué ve el creador? ¿los dedos del hombre? ¿o los cascos del caballo sobre la tierra? de alguna manera todo está en su sitio — ¿piensa esto el tan altísimo? ah, mi muy amada ausencia, en algún momento de la posterioridad, seré convidada a beber vientos y comer pasteles de estrellas. me pregunto si recibiré alguna carta escrita con tinta o con el suspiro de una garganta — es decir, un íntimo preludio a la siesta interminable.
