Una carta a la sensibilidad

Francisca P
Legados Literarios
Published in
3 min readAug 20, 2024
(autorretrato)

Querida sensibilidad: me asustas y me gustas a la vez. La ambivalencia que tengo contigo no la tengo con nada más. Me gustaría tocarte y decirte lo mucho que me haces sentir, pero eres tú la que me tocas y no se aparta de mi lado. Por ti he sentido cosas que nadie más creería, he llorado y me he emocionado. Solo una palabra, o un gesto, o una imagen pueden hacer que nazcas a borbotones dentro de mí. Qué hacerle a la vida si ya lo haces tú. Sin ti no sentiría las cosas tan profundamente como las siento, ni las detestaría, ni las supondría buenas o malas. Gracias a ti puedo decir que siento las cosas en su más pura esencia, pero me agotas. Es todo tan intenso, tan fuerte, tan puro, que no sé cómo alejarme de ti. Quisiera aprender a no sentir las cosas así, pero vienes como vienen los aguaceros cuando llueve, sin apenas previo aviso y solo mostrando ese agua que cae y cae y cae hasta hacer una charca en el suelo.

Querida sensibilidad: cómo decirtelo: ¿Puedes ser menos intensa, menos fuerte, menos poderosa? Tienes mucho poder sobre mí y eso no puede ser. Por cualquier minucia me pongo a llorar y siento muchas veces este no valer para nada porque tu poder me quita las fuerzas para hacer las cosas que tengo que hacer. La sensibilidad mata mi acción, la empequeñece. Nubla la vista a través de las emociones que provoca. Me gustaría hacerme amiga tuya, ya que tanto tiempo pasas conmigo, y de hecho me gustaria no estar tan pendiente de ti, pero llegas y arrasas con todo. Sensibilidad bruta. Quisiera decirte que por mi parte eres perdonada, que las cosas que me haces sentir, ya sean buenas o malas, me hacen ser como soy, humana. Supongo que es una cuestión de fe en ti y en que tarde o temprano las cosas saben estar en su lugar, aunque me hagas sentir tanto. Es tan fuerte, tan poderosa la emoción que me entregas, que no tengo ojos para otra cosa.

Quisiera perdonarte por esas emociones negras que me has dado muchas veces, sé que no tienes la culpa, como yo tampoco la tengo. Simplemente naciste para acompañarme en mis ratos más modestos, más pequeños, pero también más grandes, esos que no caben en el pecho y salen a borbotones por los ojos y por la boca. Gracias a ti aprendí a ser artista, de ti nací en ese aspecto de mi vida. La sensibilidad que me da el arte es también muy poderosa: puedo sentir paz, armonía, quietud. La sensibilidad del arte es alquímica, igual que la sensibilidad emocional. Pasar de un estado a otro es navegar por mares insondables en los que no se sabe qué hacer y la sensibilidad es la única guía. En esos momentos también me entrego a ti, y soy feliz.

Querida sensibilidad: si alguna vez me faltas serás lo que más extrañaré en el mundo, porque sin ti no seré persona, no seré yo. Gracias a ti puedo dar amor, puedo recibirlo, puedo crear y puedo obsequiar a la gente con mi mayor don: el de traer belleza a este mundo terrenal que nos engulle como es engullido el soplo de oxígeno en un mar bravo. Sensibilidad que naces y creas, que destruyes también lo que no vale, que sacas a flor de piel aquello que teníamos enterrado. Quisiera conocerte mejor, abrazarte, sentirte lo justo para no agotarme. Dime, ¿podrás hacerlo? Dime, ¿serás justa?

Te entrego mi corazón como te entrego mi alma para que juegues con ella siempre que quieras, pero solo con mi permiso, por favor.

Tuya,

Francisca

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