Una carta al mes de septiembre.
Esta leve luz que entra por la ventana, que ilumina las cosas sin tocarlas. Esta presencia casi inhumana, de lo que puede ser y no es.
¿Escuchaste los pájaros cantar esta mañana? Van formando urdimbres en el aire. Va saciándose el sol del breve rumor de sus cantos. Quién bajó para alumbrarte. Para sosegarte. Para tranquilizar ese corazón tuyo que se entreve entre todo lo aturdido, entre todo lo confuso del mundo.
Quisiera que la luz te adormeciera, que te inundase con su fulgor de tremenda alegría, de tremendo amor, de tremendo extrañar lo que sucede en los campos de lavanda, que se hallan lejos de donde estás, pero cerca de donde eres.
¿Escuchaste el rumor musical de Messiaen? Se brinda a la vida con una taza de café con leche, leche suave leche blanca. Leche color casi marfil que se mezcla con el color de tus ojos al sol. La música es suave y otro rumor, el del ventilador, te seca los cabellos y te hace llorar un poco los ojos. Ojos de mochuelo al levantarse, cansados, fijados en lo blanco de esta página. Enciendes una vela aromática y el salón se inunda de olores. Olor a canela y a pimienta, con un toque de Musk, de ámbar.
Septiembre es el mes de los nuevos comienzos, y tú comienzas escribiendo, apuntándolo todo, pensándolo todo, observándolo todo. Ves La Chimera de Alice Rohrwacher y de repente todo está bien. Es el inicio de un nuevo curso en esta casa. Se planean las películas a ver así como los libros a leer. Vienen nuevas palabras y nuevas frases, nuevas reseñas y nuevos viajes. De momento: Liddell y su Daemon. Ingmar Bergman. Angelopoulos. Pablo Remón.
Messiaen suena como cantan los pájaros en un jardín, con sus toqueteos de cuerda y viento que danzan en el salón como danzan las pequeñas motas de polvo que suben y suben hasta llegar al techo. El techo se sacia de luz, el suelo se sacia de luz, tú te sacias de luz y entonces todo se ilumina. Iluminas las palabras para alumbrarte a ti misma. A ti ojos de color café que se mezclan con el blanco de la vela, que se mezclan con la llama.
Tomas un polo de frutos rojos y el sabor se deshace en la boca. Dentro de unas semanas vendrá el frío y ya quieres sacar el abrigo. Pero aún el calor, aún la calentura del aire y del sol. Los vencejos ya se han ido y otro ciclo volverá a empezar. Con ese ciclo vendrá el té caliente, las velas que hacen tintinear el aire, los guisos y las cremas, la verdad de los días que se acortan y las noches que se alargan. Crece la verdad, así, entre estas manos que todo lo quieren decir. Escribirle a septiembre, pero, ¿qué escribir? Ah, la vida…