Akutagawa poeta

Jorge Pérez
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3 min readFeb 7, 2017

“Hierba flotante:

boga con rumbo incierto,

tal que un amor”.

Hace poco descubrí la editorial Satori, de quienes leí En la ceniza escribo de Akutagawa Ryūnosuke (1892–1927). El título es parte de su colección Maestros del Haiku; se trata de una selección de estos poemas breves, traducida por Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala. Son setenta piezas las que eligió el traductor, encargado de la edición.

Además del descubrimiento de la editorial, el libro supuso también el encuentro con la poesía de este escritor japonés, célebre por su cuento “Rashomon”, llevado al séptimo arte por su compatriota Akira Kurosawa. A la par de la fama de la película, “Rashomon” es un relato multicitado en los talleres de narración, gracias al trabajo del escritor en los puntos de vista. Gracias a la popularidad de la película, en occidente se ha conocido más la obra en prosa de Akutagawa Ryūnosuke. Otra obra breve y recomendable es la novela fantástica Kappa, publicada en español por Ático de Libros.

Pero volviendo a los poemas: en ellos Akutagawa expresa la soledad del poeta, con metáforas y observaciones sobre la naturaleza (como marca el canon del género). En cuanto a las reglas fijas que tienen los haikus, el autor recurre a las licencias poéticas, pues no todos encajan en la métrica de “tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente” (como apunta el diccionario de la Real Academia Española). No es que sepa japonés, sino que Rodríguez-Izquierdo y Gavala también comenta las particularidades léxicas, métricas e incluso de los caracteres utilizados en cada triada de versos.

La edición es bilingüe, con un diseño particular por el idioma: en lo alto de la página par vemos los caracteres con el texto original en vertical: en la parte baja se dispone de la romanización, es decir, lo que se llama “rōmaji” (la pronunciación japonesa escrita con el alfabeto latino). En la página impar se presenta la versión en español, la edición de Satori aporta una suerte de glosa, comentario al texto donde Fernando interpreta y en ocasiones contextualiza los tres versos de los haikus de Akutagawa. Bajo el comentario interpretativo del contenido del haiku, se ubica otra sección de la página: el lugar donde el traductor señala las particularidades léxicas del original japonés.

Se agradece, sobre todo cuando en ocasiones el panorama editorial en español contempla traducciones de idiomas asiáticos hechas a partir de otra traducción (generalmente al inglés o francés). Es decir, mucho de lo que leemos en español de autores chinos, japoneses o coreanos (o incluso árabes o rusos) viene de una doble traducción. No es el caso con editoriales como Satori, que con la especialización encarga las traducciones directas del idioma original. ¿De qué otro modo un lector descubriría que en un haiku de tres versos Akutagawa utilizó prácticamente sólo los silabarios japoneses hiragana y katakana, y no también los kanji (caracteres del japonés, pero de origen chino)?

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