Cómo regresar a un libro que creímos ya olvidado

a.k.a. Donde hubo fuego, cenizas quedan

Daniela Razo
+LETRAS
4 min readFeb 23, 2017

--

“La Liseuse” (1996) de Francine Van Hoven (1942- ).

A veces abandonamos un libro, ya sea porque no nos conquistó o bien porque encontramos alguno mejor; así pasa. Pueden pasar semanas, meses o incluso años sin que nos acordemos del objeto olvidado, ¿por qué lo haríamos si jamás nos interesó?

Sin embargo, a veces regresan. Nos topamos con algo que nos recuerda a ellos, o peor, algún conocido mencionó lo bien que se la pasó leyendo ese libro. Y algo dentro de nosotros se contrae, ¿celos? ¿nostalgia? ¿Deberíamos darle importancia? A final de cuentas, nosotros lo abandonamos a él.

Tratamos de recordar la última página de aquel texto. Cómo eran los personajes, qué decían, por qué lo abandonamos… todo se vuelve confuso, y pensamos que quizás sería buena idea darle una segunda oportunidad, si el texto se deja.

El libro sigue ahí, sobre el escritorio en el montón de pendientes. El separador ya ha perdido un poco de color pero está en el mismo lugar donde lo dejamos. Nos acercamos al libro, no sin cierto recelo, y lo levantamos. Cielos, sí que es una bonita portada… ¡y la contraportada! Ahora recordamos lo que nos había atraído a él desde un principio, y por supuesto que sonreímos.

Aún así, no nos animamos a retomarlo. El miedo a que una vez más no sea de nuestro agrado y la vergüenza de volverlo a abandonar nos impiden hacerlo. Sólo piénsenlo: qué clase de personas seríamos si cometiéramos el mismo error dos veces. Con qué cara veremos a nuestros amigos lectores, con qué cara les diremos lo que estamos pensando.

Lo pensamos durante mucho tiempo. El libro que actualmente está en nuestras manos lo sabe y empieza a apresurarnos, pues le está llegando su hora y no quiere irse sin dignidad, como otros. Pero no, no volveremos junto a aquél abandonado, para qué si terminaremos igual que la primera vez.

Semanas después, acudimos a una reunión de amigos y escuchamos a algunos de ellos hablando sobre él. Sin pensarlo, nos acercamos a escuchar: que la destreza del autor, que el desenlace trágico de tal personaje, o el giro inesperado -por supuesto que habría un giro inesperado- en el antepenúltimo capítulo de la novela.

Diantres, ¿cómo pudimos abandonar un texto del cual hablan con tanta pasión? ¿Cuál es el problema con nosotros que no supimos apreciarlo cuando lo tuvimos en nuestras manos?

Y ya no podemos más, nos gana la curiosidad y estamos listos para darle otra oportunidad. Quizás la primera nosotros no teníamos la madurez para entenderlo; en cambio ahora, después de unos dos, cinco u ocho libros después, tanto ha cambiado dentro de nuestro ser que estamos seguros que las cosas serán diferentes.

Regresamos algunas páginas, para recordar en qué nos quedamos. Hasta ahora, todo va bien; el libro es bueno, ¿cómo es que lo dejamos ir la primera vez? Pero bueno, basta de recordar el pasado: lo que importa es el ahora, y ahora sí lo estamos disfrutando.

“Le bouddha du Luxembourg” de Francine Van Hoven.

A partir de este momento, pueden pasar dos cosas. He aquí:

Situación 1: La lectura fluye increíble, la última parte del libro es impactante y ha valido la pena retomarlo. Si ése es el caso, hay que disfrutarlo. Creemos en las segundas oportunidades y lo mejor de todo es que ese libro volverá al librero, junto a los ya leídos y disfrutados, y podremos volver a dormir tranquilos.

Situación 2: Oh no, de verdad no es para nosotros. No podremos terminar de leerlo, pero al menos lo volvimos a intentar y nos quedamos con las ganas. La buena noticia es que, como ya lo dejamos una vez, la segunda no nos costará tanto como la primera. Ya perdimos la vergüenza y lo volvemos a mandar al carajo.

Anexo

Por otro lado, hay libros que no hemos terminado pero no los hemos olvidado. Libros densos que necesitan ser pausados. En mi caso, se trata de los diarios de Sylvia Plath: hace un año que dejé de leerlos por mi bienestar mental -léase entre comillas, porque es algo que no tengo. En este momento, mi relación con Plath es algo que podría interpretarse como tóxica, y es mejor que estemos alejadas hasta que yo recupere la cordura.

Si ustedes tienen libros tóxicos como yo, les invito a crear un grupo de apoyo para perderles el miedo; o bien, ayudarnos unos a otros a comportarnos como personas maduras para poder terminarlos.

--

--

Daniela Razo
+LETRAS

Escribo porque solo así me entiendo. A veces.