Imprescindibles del Día de Muertos

O. Onetti
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7 min readNov 2, 2016

“La muerte es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”.

José Guadalupe Posada.

Calaveras literarias

Una de las festividades que se celebran año con año en México, y que proyectan una imagen del nacional en el extranjero es, sin duda, el Día de Muertos. Para ajenos resulta extraño darle cabida en los honores a un homenaje como sucede con el del 2 de noviembre, el día en que los vivos rinden tributo a los difuntos con fiesta: platillos variados, dulces, juguetes y algunos otros detalles acompañan las visitas a los panteones, donde la música y el color visten el lamento por los fallecidos, la alegría de reunirse con las almas de aquellos que han dejado este mundo para irse al “otro”. No obstante, no sólo estas manifestaciones expresan aquello que el hombre mexicano siente por los que se han ido. En las letras, también hay un lugar especial para los muertos.

Y es que resulta interesante que, al hablar del hombre pensamos en la vida e inmediatamente remitimos a la muerte. En una primera expresión popular, el hombre mismo no deja espacio para el miedo o la tristeza, sino que da lugar a una “burla”, una “mofa” de la “muerte”, el ser cadavérico y huesudo que visita a los que fallecen, según la visión mexicana. Con escritura en verso, acompañado a veces de imágenes jocosas, se crean textos, cantos, que sirven como desahogo cuando se vive la pena por el luto. Esta tradición en peligro de extinción es la creación de “calaveras literarias”, antiguamente llamadas “panteones”.

Estas “calaveras” pueden ser vistas desde diferentes perspectivas. Por un lado, son una especie de epitafio que se escriben con tono lacónico hacia amigos, familiares o conocidos durante el Día de los Fieles Difuntos. En forma versada, son una oportunidad de expresar lo que su creador piensa sobre el otro, de espacios, lugares, situaciones o cosas, de un régimen político, del pasado o del presente; quizá del futuro. Aquellos que las escriben tienen la habilidad de ver en la muerte el humor, y de forma ingeniosa expresan lo que sienten a través de la comunicación en versos que van desde octavas, décimas, alejandrinos, de todos los sabores y gustos.

La tradición surgió en el siglo XIX. Sin embargo, en principio sufrió censura por los gobiernos, precisamente por ser una herramienta útil a la crítica a los funcionarios, ya que los creadores manifestaban la inconformidad hacia el acontecer de aquella época. Se dice que oficiales confiscaron y destruyeron muchas de estas “calaveras”, no obstante, hoy en día, es fácil encontrar los textos por el Día de Muertos, y es más sencillo tener acceso a ellos debido a que se les ha permitido vivir con mayor facilidad. Como en el pasado, hay quienes hacen periodismo con “calaveras” sobre jueces, maestros, poetas, miembros de las fuerzas armadas, artistas y personajes públicos, pero ya no sucede como antaño, cuando se les distribuía en hojas sueltas, periódicos o revistas exclusivas del 2 de noviembre.

Algunos personajes de la época se unieron a estas expresiones literarias sobre la muerte, entre ellos, grabadores e ilustradores de esqueletos. El más reconocido es José Guadalupe Posada, quien con sus “calacas” de Francisco Villa, Emiliano Zapata, “Don Quijote” y “La Catrina”, dio a conocer esta forma de crear literatura alrededor del mundo.

En la actualidad, las “calaveras literarias” están en peligro. Cada año, se escriben menos y cada vez más son escasos sus escritores.

La muerte en la literatura

A lo largo de la historia, la muerte a sido uno de los misterios más inquietantes para el hombre, debido a la idea que se tiene de ella por ser idea y estado físico. En la literatura ha estado presente casi desde siempre, pues el hombre ha sentido la necesidad de hablar de ella, expresar la visión que tiene sobre esta, y explicar esa inquietud que lo persigue cuando la contempla o la reflexiona. En México, el interés ha marchado a la par del que se tiene por la vida; se le mira como complemente, se justifica una con la otra. Por eso, ha estado presente en diversos textos que los lectores podrían leer en estos días, en el marco del Día de muertos, por el placer de ver ese juego de la vida y la muerte.

He aquí una breve lista de los libros imprescindibles de la festividad luctuosa.

1- “Todos Santos, Día de Muertos”. Este ensayo de Octavio Paz del libro El Laberinto de la Soledad expone la fiesta como un acto ritual, donde el mexicano plasma la herencia cultural prehispánica a través de grandes ceremonias: eventos donde el mexicano mezcla la tristeza y el dolor con la ruptura de barreras del tiempo, que acaban fundiendo el mañana (su incertidumbre) con el ahora (asfixiante). En su visión de los festejos, el mexicano que celebra a los difuntos es un “ser imaginativo” y sensible. El libro fue publicado por primera vez en 1950.

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2- Macario. Escrito por B. traven, este texto narra la aventura de un hombre humilde, quien ante la satisfacción de cumplir su mayor deseo (ya que ha padecido mucha hambre) y se dispone a comer en soledad un pavo entero y recibe poderes sobre la vida y la muerte. Esta última aparece como personaje, que se va encontrando con el protagonista a lo largo de la historia. La obra fue editada por primera vez en 1950.

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3- Pedro Páramo. Esta novela de Juan Rulfo se divide en dos mundos: uno, en el que Juan Preciado va en busca de su padre, un tal Pedro Páramo; por otro, el mundo de Pedro Páramo, el hombre más importante de Comala. En la historia de Juan Preciado la comunicación es producida por las voces del más allá con el personaje. Por otra parte, la historia de Pedro Páramo narra su pasado, su niñez, su poderío en Comala, la cantidad de hijos que tuvo con distintas mujeres, su amor por Susana; Pedro Páramo revive en los recuerdos de los ya muertos, y al final, Preciado se da cuenta de que él también ya vive en el otro mundo. La primera edición surgió en el año de 1955.

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4- La Muerte de Artemio Cruz. La novela de Carlos Fuentes relata la vida de un hombre desde su lecho de muerte hasta su nacimiento. En esta prevalece la concepción contemporánea de la muerte, que describe la agonía ontológica del México Moderno. La primera edición del texto fue publicada en 1962.

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5- El luto humano. Esta obra de José Revueltas expresa que el hombre se encuentra solo en el mundo. La historia cuenta los sucesos de los indios que no saben a qué Dios redimirse. Al final, la misma novela culmina con la muerte, la cual siempre estuvo al acecho, esperando el momento en que los cuerpos de aquellos seres terminaran por desfallecer. La muerte hace aparición simbólicamente por medio de varios zopilotes que rondaban dichos cuerpos. Zopilote es un nombre de origen náhuatl que se refiere a tzopilotl, “tzotl”, que quiere decir inmundicia, y “pilotl”, que quiere decir colgante, nombre que se refiere a aves que cargan inmundicia. Así retrató Revueltas a sus personajes dentro de su narrativo: como seres inmundos que tuvieron que mudar su cuerpo a la destrucción. Esta, segunda novela de José Revueltas, fue publicada en 1943.

La obra está a la venta aquí.

La literatura mexicana intenta definir el sentido de fallecer, buscando definir la incógnita del hombre azteca y su angustia existencial. Estas obras no son las únicas que al nivel de las letras explican o exponen la postura del hombre nacional en este tema extraño, complejo, sin embargo, funcionan como ejemplos para tratar de dar a conocer lo que el mexicano piensa acerca de la muerte.

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O. Onetti
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Escribiente por oficio. Letrosa de formación.