Panorama: un paisaje interior

Jorge Pérez
+LETRAS
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4 min readJan 19, 2017

“Sabes lo que dicen, que al hombre se le conoce mejor en la estación, cuando parte o cuando vuelve; nunca eres el mismo cuando vuelves, y menos cuando partes…”

Es un viejo lugar común decir que los libros son como un viaje, pero Panorama (Arlequín, 2016) de Dušan Šarotar vale la comparación. Empezando por el paisaje desolado de la portada que nos propone desviar el camino hacia Galway, Clifden, Lake, Abbey o The Old Railway Walk.

Nacido en 1968, el autor esloveno ha escrito un libro en el que también vemos su creatividad en otra disciplina artística: la fotografía. La imagen de la portada, al igual que las fotos dentro del libro, son del propio Šarotar.

El subtítulo, ausente en la cubierta, resulta sugerente: “Un relato acerca del curso de los acontecimientos”. Curso, como el río que corre; palabra acertada puesta allí por la traductora Florencia Ferre.

El periplo del narrador empieza en Galway, en lo que podríamos considerar un extremo de Europa. La voz que nos cuenta los acontecimientos es un escritor esloveno (no necesariamente Dušan), que convive con su guía, de origen albanés. La migración, los éxodos y las evocaciones del pasado son temas que aparecen en el libro, la evocación de un pasado desde las primeras páginas:

“Tal vez en lo profundo de mi memoria, como una imagen muda y durmiente que atesoro de la infancia, se movió algo que asocié con la imagen de mi balneario en Sóbota”.

Algunas imágenes del libro, cortesía de Arlequín, la editorial.

Las descripciones de los lugares por los que pasa en ocasiones coinciden con los paisajes retratados por el escritor. Šarotar ha expuesto en Eslovenia y fuera de su país las fotografías que hace; lo digo porque no estamos frente a un libro “autobiográfico” en el sentido más tradicional. Con Panorama estamos frente a una serie de fotografías que no son las del turista: podría decir que son acaso las del flâneur que va por ciudades extranjeras, pero siento que la palabra francesa no encajan por completo con nuestro narrador.

“Me vino a la memoria que estaba lejos de casa, y que solo los satélites en lo alto tras las nubes sabían dónde estaba, quién era, y que nosotros, los perdidos, los solitarios, los que nos habíamos alejado demasiado, éramos cada vez más; a cada momento alguien huye, viaja, trepa, sueña con viajar, desea lo inalcanzable…”,

y más adelante:

“En silencio o con el murmullo de una radio nos movemos por otros mundos, paralelos o temporales, hechos de recuerdos fotográficos y marcados solo en los mapas de la web”.

La web, los mapas, ese mundo interconectado del que el autor dice: “Nos consuela el eterno titilar del cursor en las pantallas anchas y negras de los monitores, con perfiles abiertos noche y día, notas sobre todo, miríadas de fotografías queridas en servidores lejanos e invisibles junto con fechas de celebraciones personales, videos caseros, libros hojeados y lugares deseados. Todo esto nos sobrevivirá…”.

Y ya que la trama esquiva de Panorama se moverá de un extremo de Europa hasta el otro, la lengua es también un factor implícito en la novela. Desconozco el original en esloveno, pero a través de la traducción se aprecia un tono poético en varios de los pasajes del libro, sin llegar a ser un “poema en prosa”. El idioma no nada más toca a la poesía: mencioné la migración de los personajes con los que se topa el narrador, cruzando del mismo modo las fronteras lingüísticas. Los personajes incidentales (un tal Gjini, Pavel, Jane, la señora eslovena Spomenka) hablan de esas literaturas de lenguas minoritarias, ubicadas en enclaves culturales donde el conflicto ha sido parte sustancial de su historia: “Es difícil hablar de esto en una lengua extranjera”, se lee en una curiosa página dividida entre un par de párrafos y una fotografía. En la imagen vemos una librería, con estantes y mesas pletóricas de libros, pero sobre ellos una pantalla donde se proyecta desde una computadora, una imagen dentro de la imagen donde un hombre de perfil, sentado, habla en un idioma lejano: debajo, los subtítulos: “…above a graveyard, were talking…”.

SE BUSCA

El final del viaje nos acercamos a Sarajevo, donde el narrador nos comenta sus lecturas de Ivo Andrić, “nuestro único premio Nobel”. En particular, refiere a los Cuentos turcos y Cuentos del mar, aunque en español (por lo menos en el estado en que se encuentra el mercado editorial) no es frecuente encontrarse cualquier libro de Andrić. Si los ven, avisan.

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