Lunita Tucumana

Alejandro Santa Lucia
Lippo por Liebre
Published in
2 min readMay 11, 2015

--

Todo lo que nos rodea se explica solo a través del significado que nosotros le damos. Una vez leí en algún lugar que las cosas no existen para nosotros hasta el momento en que adquirimos la capacidad de nombrarlas. La verdad es que no sé si es cierto, pero me parece un concepto encantador. Una misma camiseta de futbol es UN objeto para un hincha de River y OTRO objeto completamente distinto para un hincha de Boca, y en ambos casos el significado de ese objeto es cierto y absoluto para cada uno de esos mundos, de esas realidades, de esas cabezas.

Algo completamente insignificante para uno puede significar todo para otro.

Así fue que una noche en el norte, en un bar perdido, cerca de Salta, entre tema y tema, un flaco de pelo largo, como si nada, empezó con su repertorio de clásicos…

Y todo se volvió tan extraño…

Lo admito, del vamos, este había sido un viaje emotivo, un reencuentro con las raíces de otras vidas, un acercamiento a las tierras que de casualidad no fueron mis tierras, una conexión con un mundo que hasta entonces solo existía en las leyendas de mi familia.

Lo admito, en el fondo siempre tuve un mambo con la luna y todo lo que inconscientemente simbolizaba para mí.

Lo admito, no fue hasta que empecé terapia que pude identificar esta constante sensación de estar en deuda con mi vieja, de sentirme culpable por sus tristezas y responsable por sus alegrías.

Sin más, y después de varias canciones y vasos de vino, el flaco este se volvió a acomodar la guitarra y disparó los acordes de la canción más significativa de mi vida.

No estoy seguro si la reconocí tan rápido, es más, creo que mi compañero de viaje, testigo único de esta escena (y de gran parte de mi vida) me tuvo que advertir con un “ahí tenes tu tema negro” para que cayera en cuenta de lo que estaba escuchando, y a pesar de que era bastante probable que en algún momento de la noche alguien interprete esta canción, mi sensación fue sin duda de sorpresa.

Hasta ahí llego mi cordura.

Casi de inmediato sentí como se me cerraba la garganta. Un millón de pensamientos pasaban sin sentido por mi cabeza. Completamente confundido perdí el control de la situación.

La misma canción que canté tantas veces entre chistes y borracheras con amigos se presentaba como una montaña frente a mí.

Todo se puso entre nublado y psicodélico.

Y de la nada, llore.

Llore una bocha.

Llore descontroladamente.

Llore como un nene.

Llore como un hijo.

--

--