Se juega como se vive

Alejandro Santa Lucia
Lippo por Liebre
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4 min readMay 11, 2015

Las gotas de transpiración que rebalsaban de las cejas le complicaron ver por dónde venía el pase, y casi intuitivamente hizo el movimiento justo con la pierna inhábil para poder bajar la pelota y dejarla muerta delante suyo. Recibió de espaldas, sintiendo como el 2 de los otros le comía los talones. No había mucho tiempo para pensar, tres o cuatro o mil de los de camiseta roja se le venían al humo. Para variar, no pudo ni levantar la cabeza para buscar alguno de los de Guillón y descargar un pase cargado de toda la presión que tenía en ese momento, sentía que no podía sacarle los ojos de encima a la pelota. Los ladridos que venían del alambrado se confundían y opacaban las indicaciones de sus compañeros y en un segundo se dio cuenta que tenía solamente un camino, el arco.

Muy muy lejos de ser un jugador habilidoso se vio con la última pelota de la única final que jugó y probablemente jugaría en su vida, ahí, entre sus gastadísimos botines azules.

Así que… así fue.

Respiró hondo y, desgarbado y muy poco vistoso, amago a abrirse para la derecha, clavó los tapones en el escaso pasto que decoraba la cancha y en una indescifrable maniobra giró para la izquierda. El grandote que jugaba de dos, que lo había fajado todo el partido, que no le había dejado pasar una, sufriendo probablemente el calor y el desgaste del match, cometió el primer error en los más de 90 minutos de juego: ante la ingrata mirada de sus pares y de los míos, se comió el amague. La pelota rebotó torpemente en mi tobillo izquierdo, pero gracias a la inercia del movimiento siguió su curso normal y se acomodó como para que girara y le diera de lleno al arco. El gigantesco central quedo como a medio metro de distancia, pero con el pie cambiado, atornillado al piso. Los otros gorilas rojos estaban por lo menos a tres o cuatro zancadas de alcanzarme, la pelota, redonda, impoluta, giraba lentamente, apenas unos centímetros adentro del área. La miré fijamente (nunca levanté la cabeza) y con el ojete fruncido le clave el puntinazo de mi vida sin mayor objetivo de que la pelota, por lo menos, alcance el arco.

Salió como un misil!!

Recto, fuerte, directo al ángulo.

El mundo se congeló. El silencio invadió la cancha mientras la pelota viajaba por los aires con un claro destino. Era imposible que falle, no quedaban camisetas rojas entre la pelota y el arco, no había moros en la costa del área chica, no había forma que alguien tape el pelotazo. El arquero en el aire se estiraba a mano cambiada con la ilusa esperanza de desviar el remate, de evitar el gol y de consagrarse como el héroe del torneo, pero la física jugaba de mi lado y ni aunque fuera el arquero de Supercampeones iba a alcanzar esa pelota. Por mi cabeza pasaron en un segundo mil cosas, pensé en mi familia, en mis compañeros del Naciones, en los pibes de la oficina, en el festejo con mis amigos, en Papá, en el Tío Tito, en Aurelia, en El Booby, en la vieja Sofía, esa misma vieja chota que siempre me dijo que iba a ser un inútil, un fracasado, que no iba a llegar a nada… y ahora se iba a definir quien tenía razón, si ella o yo… y estando ebrio de excitación, un frío ártico me recorrió de punta a punta, porque caí a la cuenta de que si esa pelota entraba la gloria iba a ser mía, iba a ser la más épica de todas mis tardes, íbamos a ganar el torneo y los que se iban a volver a Burzaco con el culo roto eran estos putos de rojo, pero… y si no entraba? Y si pasaba algo? Soy consciente que nunca fui bueno en esto… nunca fui bueno en los deportes… nunca fui bueno en casi nada… lo lógico era que esto no termine bien… es lo que debería suceder… es como siempre sucede… es donde estoy habituado a moverme… que pena, esa pelota no va a entrar…

A medio segundo de besar el arco, la bola agarra la comba correspondiente por la imprecisión del chutazo, gira descontrolada y se desvía unos centímetros a la derecha, los suficientes para reventar el borde del palo derecho e irse bien a la concha de la lora.

En cuanto sacó su arquero el juez pito el final.

Estos putos de rojo levantaron la copa ahí nomás, adelante nuestro.

Los que se fueron “heridos” fuimos nosotros.

- Ya fue loco! Vamos a pegar unas birras, por lo menos llegamos a la final.

- Si loco, ya fue. Yo tengo alta lija.

- Che, ¿quién está para jugar el sábado que viene?

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