Viejos amores…

Sebastian Martin Travella
Lippo por Liebre
Published in
2 min readMay 27, 2020

Tuve una infancia feliz, o al menos es lo que recuerdo… Crecí en un barrio de la provincia de Buenos Aires, jugaba a la pelota en la calle, andaba en bicicleta por el barrio, hasta teníamos una casa en un árbol.

Tuve una buena educación, siempre en colegios del estado, me fue bien, me fue mal y lo mejor de todo hice amigos de esos que duran para toda la vida. Supongo que tuve suerte en ese aspecto, si hay una cosa que hice bien en esta vida fue elegir mis amistades.

Llevo dos párrafos hablando de mi infancia, y podría frenar acá. Creo que es suficiente y esto lo resume todo. Sin embargo, estoy acá sintiendo que podría escribir cien párrafos más acerca de lo que más recuerdo de mi infancia, y eso es el deporte y más específicamente el Basquet.

Últimamente me encuentro meditando acerca de mi pasado, de esa energía que tenia a mis 20’s y que hoy parece haberse esfumado. Jugué Basquet, hice Natación y también Handball, y por que la vida paso ya no lo hago.

Intenté recuperar esa amistad por el deporte, por estética, por salud y nunca pude volver a tener ese vinculo. Hasta que me dí cuenta que las razones por las cuales quería recomponer esta amistad no eran las correctas… Imagínate! Decirle a un amigo “Te quiero por que me haces ver bien!” o “Te quiero por que el doctor me dijo que lo haga” no… no es por ahí… La razón de la amistad no es esa, la razón es más simple aún: “Te quiero por que me haces feliz”.

Hace poco y gracias a mis amigos, tomé la decisión de recomponer ese vinculo perdido. Me levante temprano y volví a jugar un amistoso en el club que me vio crecer. Ni bien toque la anaranjada supe que por una hora y media tenía 20 años, sentí que ya no me dolía la espalda, sentí que la magia estaba ahí en algún lado, y que quería encontrarla.

Me vinieron a la mente mil recuerdos, charlas con amigos, el sabor de la pizza del buffet, antiguas peleas, e incontables memorias de domingos. Y ahí entendí por que tengo problemas en recordar los nombres de compañeros con los que cursé por 8 años en la universidad, y no tengo ningún problema para recordar los nombres y las posiciones de personas que no veo ni hablo hace mas de 15. Ahí entendí que hay amores que nunca mueren…

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