Sueño Índico

Claudio Vásquez Avila
Literatura de Puentes amarillos
3 min readOct 18, 2014

El desierto me llevaba de a golpes, el agotamiento no daba para hacerme esperanzas heroicas, solo había una cosa que anhelaba; sentir mi hogar, no había espacio para pensar en mi muerte ni en recuerdos, quería el hogar y fusionarme en el, volverme sensación y no elemento.

Al llegar a la tribu no tuve tiempo, fui invitado a la carrera de piedras de abraxas. Esta carrera consistía en 6 días de viaje por el desierto, sin un destino fijo, la meta no se conocía, era una búsqueda ciega.

Mis conclusiones: yo debía competir contra robles espirituales; importantes figuras de la brujería, grupos ascetas, y los mas salvajes guerreros de las tribus cercanas.

Mi maestro me hablo sobre mi travesía suprimiendo todo gesto confianza, de mis dos días de preparación no hubo ni siquiera opción de interpretar una empatía. Me hablo sobre la competencia, me dio muchos detalles técnicos, comento sobre la naturaleza de los participantes, leyendas y mitos de la zona, de algún modo creyó que yo sabría interpretar su sabiduría. Pero aquellas etnias me eran muy lejanas, mi mundo era insignificantemente humano, ellos no interpretaban las cosas veían esencias; yo entendia primero con los ojos.

Esa Tarde fue incomoda, variedad de temores se turnaban, mientras mas conocía mi cuerpo, mas desesperaba a desertar. Si lo hacia tenia muy claro que la consecuencia era comodidad y seguir el camino, mi búsqueda en la fusión con el hogar. Mi única opción clara en el momento, era competir y entregarme a alguna fuerza interna, que en algún momento sabría como ocupar y sobrevivir. Intuir era mi único plan.

Luego de vagar por los alrededores de la tribu, encontré a mi hermosa india, mi gran amor. Nunca supimos de nuestras vidas, obviamos nuestros nombres, nuestros tiempos, la existencia bastaba para sabernos. Ella era un alma morena y su cuerpo tenia la suciedad indica llena de tradiciones, una suavidad aborigen. Su mirada era antigua, al mirarle estaba tan atraído como protegido; guardaba la experiencia de la naturaleza, era un romance zoológico, su espíritu era puro no le colgaban apariencias. Si la besaba llegaba a su lugar mas intimo, el contacto era directo, totalmente inmaterial. Dos tipos de gas mezclando.

Luego de nuestro paseo de amantes llegamos al monte. Mi diosa nahual comenzó alejarse y me entregaba una mirada nueva, me daba la señal de un comienzo, una señal preparatoria. Ella me pedía disculpa humildemente por lo que viviría, me mostraba su poder su verdadera belleza. Se fue a danzar a una gran meseta, el desierto se volvió caos, todo empezó a fluir, nubes se acercaban, el arena levitaba y era luz. Mi diosa reunía a sus discípulos, luego danzaba traspirando profecías. La música indescriptible… eran motores; muchos motores.

yo perdía gradualmente el conocimiento, se me apodero una fiebre espesa. Partí a caminar tambaleando alrededor del ritual, fui un satélite de aquel sistema zoológico. Buscaba fotográficamente a la india, era un ente extraño, su seducción ya no tenia mis códigos, aprendí a enamorarme de otro modo. Así rotaba buscando sus movimientos. Yo traspiraba cremas no tenia fluidos, los ojos ardían secos, la sensación de entrega era total. Cuando desperté de ese ritual estaba ella nuevamente protegiéndome. Me dijo con sus ojos sorprendidos, que esa carrera no me era el éxito, pero me seria voluntad.

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