Soledad Castro
Literatura Descalza
3 min readFeb 3, 2019

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Lo miraba. fijamente a sus ojos verdes, eran 2 centímetros que separaban sus bocas, sus respiraciones entrecortadas no dejaban emitir palabra alguna. Él se acercó y beso su nariz, ella se acercó y besó su mentón, y volvieron a la posición original, donde sus pupilas parecían penetrarse en un profundo silencio, como creyendo leer sus almas. No existía tiempo, espacio, solo aquel mundo propio de ellos, en su universo donde los problemas desaparecían automáticamente. – Debo irme – pronunció él con voz triste, ella sostuvo su mano y lo abrazó, como si aquello evitara todo el desastre que quedaria después, como si eso hiciese que el mundo se detuviera y pudiesen vivir eternamente. Paradójicamente aquel hombre que había causado y provocado tantas lágrimas en ella, era el único que podía repararlas, su corazón destrozado y negro volvía a latir con cada roce de su piel.

En aquel momento todo era felicidad, aquel pequeño animal que llevaba dentro de ella danzaba de tanta alegría, se revolcaba en su césped verde, entre las flores de su jardín, sentía que volvía al vientre materno, protegido, enriquecido por amor. Pero todo era una farsa, ella lo amaba con todo su ser, no es exagerar, era capaz de dar la vida. por él, hubiese sido capaz de anteponer su bien por él. Le hubiese dado millones de oportunidades más de las que ya le había dado, pero él, a pesar de su edad adulta, era sólo un niño, resentido con la vida por diversas situaciones, y no era capaz de mirar y reconocer el amor verdadero.

Cuando somos adultos seguimos patrones de nuestra niñez -ella una mujer de una familia pobre y humilde, había logrado estudiar una carrera profesional a pesar de ser la menor de 4 hermanos, vió día a día como sus padres se quitaron el pan de la boca para dárselo a ella, por lo mismo era considerada madura para su corta edad. – Él había tenido siempre lo que había querido, nunca se le negó algo, todo lo que realizaba era a su forma, además acostumbrado a que lo maltratasen en sus relaciones anteriores, con amigos adinerados, autos desde pequeño, no conocía la frustración en mayor cuantía.

Por lo mismo no podía tolerar que el único ser que lo había amado sin prejuicios, sin importar nada, ahora quisiera seguir adelante, sin él.

No conocía la empatía, no sabía poner a los demás por encima de él, un ser egoísta que se había fijado en su polo opuesto, una mujer que daba todo por el prójimo y que siempre vestía una sonrisa para los demás.

Muchas fueron las veces en que personas le decían que iluminaba e irradiaba las habitaciones donde entraba, hasta que lo conoció a él, por tratar de sacarlo del precipicio donde estaba, le había puesto una escalera, y él al subir, la quitó y la dejó hundida.

¿Cómo se le puede hacer eso a alguien que te ama realmente? ¿Alguien que dió casi su bienestar por el de él? He ahí la cuestión del problema, dos polos tan opuestos no pueden estar predestinados a estar juntos.

Quisiera que la historia terminase con un final feliz, pero no lo hay. Hasta el día de hoy ella lucha por salir del precipicio lentamente, y él la jala de un pie para volver a hundirla.

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