SALTAR.
El espacio que nos damos en estos días, el espacio que recorre nuestras distancias, el espacio que existe entre nuestras miradas, el espacio que damos al resto, espacio amado y poco valorado.
La energía que ronda nuestra alma, energía que emana nuestro cuerpo, energía del amor en formas extrañas, subiendo por encima de nosotros, intentando tomarnos a horcajadas y vernos a nosotros mismos, energía que emana tu abrazo, tu beso, tu todo.
El llanto explotando, nuestros ojos caídos, borrosos, ojos color almendra penetrando el alma ajena; llanto liberador – ¿conocemos la razón real del llanto? – llanto que nos lava el alma, llanto que te transporta a la niñez, a ese beso de tu madre, al abrazo de tu padre, los ojos de tu abuelo sonriendo, el sabor de la comida de tus hermanos, llanto que te vuelve frágil, en lo más puro, desde un muy profundo nosotros.
Amor que nos transporta a todo, vuela junto a nosotros, en ese correr a los brazos de un ser querido, al juego con tu mascota, la risa de los niños, inocentes, las respuestas más sinceras a los ¿por qué?; amor que llenas espacios, como una ola que nos inunda cada lugar de nuestro cuerpo, sanando, llevándose el dolor. Preciado amor, dulce como un durazno, agraz como una grosella.
El salto hacia un ahora, desde el pasado, desde el futuro, desde lo más lejano a lo más próximo. Salto de libertad, salto por sobre todo liberador, salto que nos hace madurar, comprender que somos únicos, perfectos llenos imperfecciones.
Vida agradecida de cada momento, sentimiento, aromas y sabores.