ORIHUELA

2010

Alfredo Cortés Daza
Literatura Iberoamérica
4 min readDec 13, 2013

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Celia, un personaje de “ Dublinesca” , la última novela de Enrique Vila-Matas, afirma que “ siempre estamos tejiendo y entretejiendo en cada momento de nuestras vidas. Tejemos, no solo nuestras decisiones, sino también nuestros actos, nuestros sueños, nuestros estados de vigilia: de una forma perpetua tejemos un tapiz”.

Cerré mis ojos y el libro y dejé que la imaginación tejiera recuerdos y uniera, de alguna manera, los días que estoy viviendo con hilos del pasado. Y, por un momento, pues vivo ahora en la tierra donde nació y murió el poeta, me encontré recitando aquellos versos de Miguel Hernández:

“ Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto”

La primera vez que oí esos versos fue en la lejana Santa Rosa de Viterbo cuando el divino Herrera no ocultaba sus preferencias por García Lorca, por encima de otros poetas de los primeros años del siglo veinte en España. Tejí otra puntada, lejos de allí y muchos años más tarde cuando, en los funerales del inolvidable Memo Osorio en la Iglesia de los Jesuítas en Cali, Nacho Murgueitio le dedicó unos versos de Hernández que, si no me equivoco, fueron estos:

“ Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano. …....................................................
“ Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte...”

Y qué importa si me equivoco porque vale la pena releer “ Elegía” , el poema que le dedicó a su amigo del alma, Ramón Sijé, muerto, como él, en edad temprana, al cual pertenecen estos versos.

Busqué entre la “ silva” que aún conservo y que empecé a elaborar en el Juniorado, cuando hacía resúmenes sencillos de todas las obras que iba “ consumiendo” pero no había escrito nada sobre el Alicantino.

De allí la memoria me trajo de nuevo a esta región cuando, el 22 de diciembre de 1976, en el viaje que híce con Elsa para conocer a la familia de mi abuelo Buenaventura Cortés, nacido en las montañas cercanas, el primo que nos llevó hasta Torremanzanas nos amenizó el rato con versos recitados de memoria, de Espronceda, Machado, Lorca y, por supuesto, de Hernández

¿ Sabías que mientras Hernández se moría de tifo aquí en la cárcel de Alicante, su mujer le escribía diciéndole que solo comían pan y cebolla y él compone entonces las “ Nanas de la cebolla” porque es lo único que puede hacer por ella y por su pequeño hijo? me pregunta Carmelo y sigue:

“ En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso”

No hay remedio. Con tantos recuerdos, tanta poesía y tanto hilo por tejer, me voy corriendo a la mejor librería de la ciudad y me encuentro con la “ Poesía esencial” , una edición recién salida al mercado, con lo mejor de su obra, pues el 30 de octubre de este año se cumplen cien años de su nacimiento.

Pero el tapiz retoma su camino pues en el diseño de la cubierta aparece el rostro de M.Hernández dibujado por Antonio Buero Vallejo. Habían compartido cárcel y los rigores extremos del franquismo. Y se hicieron amigos, pues los unían sus ideales marxistas, su condición de presidiarios y su vocación literaria. Y otra vez era la lejana Santa Rosa de Viterbo la que me anudaba a la obra de Buero Vallejo, con “ Historia de una escalera” y “ En la ardiente oscuridad” .

La primera creo que la leímos todos en la Sala de Arte, le hicimos foro y sacamos conclusiones muy “ sociales” que nos deberían ayudar en nuestra futura labor sacerdotal. No se me olvida que uno de los grandes admiradores y lectores de Buero Vallejo fue nuestro amigo de rancia estirpe payanesa, Carlos Ve.

Llevo apenas dos semanas viviendo en Alicante pero este tapiz se empezó a tejer en la primavera de 1908 cuando mi abuelo decidió embarcarse en Barcelona rumbo a América, huyéndole a la pobreza y al atraso de su terruño. Llegó a Riohacha, al poco tiempo lo nombraron rector del único colegio y luego se marchó tierra adentro hasta Villanueva, donde en 1910 nació mi padre, unos meses antes de que viniera al mundo Miguel Hernández en Orihuela, en la misma provincia de donde se había marchado el abuelo para nunca volver.

¿Qué sigue ahora? No sé. Lo que sí está claro es que el 30 de octubre nos iremos a Orihuela a festejar el centenario del nacimiento del gran poeta que fue Miguel Hernández. Y a visitar los dos colegios de los Jesuítas donde él estudió: las Escuelas del Ave María y el colegio de Santo Domingo.

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Alfredo Cortés Daza
Literatura Iberoamérica

Nací en Barranquilla en 1943. Estudié Humanidades y Filosofía, y Administración de Empresas. Viajo, leo y escribo.