Torremanzanas

2010

Alfredo Cortés Daza
Literatura Iberoamérica
5 min readDec 13, 2013

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Habíamos salido el 18 de julio de Madrid hacia el norte de España para visitar ciudades y pueblos importantes o que simplemente queríamos conocer, pero sabíamos que el destino final tenía que ser Alicante y, allí, llegar por fin al lugar de nacimiento del abuelo. En el camino quedaron Valladolid, el castillo de Peñafiel, Burgos, San Vicente de la barquera, Santander, Bilbao, Loyola, San Sebastián, Pamplona, Lérida, Barcelona, Tarragona, Valencia, Benidorm hasta llegar a Alicante el domingo 8.

Nos presentamos en el hotel hacia las tres de la tarde y, luego del registro de rigor, le pregunté al supervisor cuánto me tomaría llegar a Torremanzanas. "Ese pueblo no existe..." fue su respuesta tajante. Pues, vea usted que está bien equivocado, que se lo digo yo que hace treinta y cuatro años estuve allí y, para que usted lo sepa, aún existe la casa donde nació mi abuelo Buenaventura Cortés Doménech... El tío me miró con cara de pocos amigos, me entregó un mapa de Alicante como diciendo, vaya usted adonde le dé la gana. Joder! Si será bruto, dije para mis adentros. Pero no era mi problema.

Llamé más tarde al primo Ildefonso Orts-García, nieto de Elvira, la hermana de Lito, a quien ya le había anunciado días atrás nuestra llegada, y nos invitó a comer el martes 10 en Torremanzanas. El lunes se nos fue en recorrer la alameda de la playa en Alicante, plena de palmeras, brisa y la alegría típica de los Valencianos, caminar por la ciudad antigua, visitar unos amigos de Bucaramanga y disfrutar, por supuesto, de una típica paella valenciana, la que solo lleva pollo y conejo. Cuánta nostalgia al recordar a Mamá y su deliciosa aunque incompleta paella...

Y el martes, a las 11 de la mañana, tomamos el camino al pueblo soñado a unos 45 kms. de distancia, pasando por Jijona donde está el museo del turrón. Es una región muy árida, carretera estrecha, con muchas curvas, siempre en ascenso pero en muy buen estado. Ibamos solos, como si de verdad el pueblo hubiera desaparecido. Pero apareció finalmente a la distancia, pequeño pero hermoso, como apeñuscado en la montaña, vías estrechas y poca gente. Estacionamos a una cuadra del número 3 de la Calle Mayor, la casa del primo. Un abrazo como los que se dan los que vuelven del camino, los que llevan años sin verse pero con el sentimiento de haberse ya conocido o haber crecido juntos. Con él, su esposa Ernestina, (Tina), sus tres hijas, majísimas, que corrieron a saludarnos. La menor, Mariángeles, me dijo: "yo hablo mucho con tu hermano Beltrán...". Sí, le dije, de él recibimos toda la información que nos ha permitido estar hoy aquí con vosotros... pero es mi primo hermano, bueno, es realmente un hermano. Y preguntó por Emita y Margarita. Y también por nuestra inolvidable Momó, y les hablé de Tío Pepe. Y de tantos otros...

Enseguida a la sala a conversar, dos horas seguidas, sin parar, armando con palabras nuestro árbol genealógico y recreando anécdotas desconocidas u olvidadas por uno de los dos. Elsa simpatizó inmediatamente con Tina, contribuyeron con todo lo que saben de las familias y la reunión se convirtió en un encuentro muy parecido a los que con tanta frecuencia se disfrutan en Barranquilla, entre tíos, sobrinos, primos, hermanos.

Ya eran casi las tres, el hambre hacía estragos pues solo la habíamos distraído con cervezas y jamones, cuando nos avisaron del restaurante (creo que el único) que todo estaba listo. Ildefonso escogió el menú: pericanas (picadillo de pimiento asado con bacalao) y boletus (setas) de entrada y luego, sobra decirlo, la mejor paella del condado. Mucho vino, pan en abundancia y una conversación que no paraba. Cuando ya terminábamos, habían pasado dos horas, se nos unieron la prima Maricarmen y su esposo David, hija ella de Carmelo Hernández Cortés (a quien habia conocido en diciembre de 1976, con Elsa), primo de nuestros padres. Más historias, emociones, algunas fotos de hijos y nietos, y el compromiso de volver a vernos. Y así será, muy pronto, porque a partir del 7 de septiembre nos instalaremos por un tiempo, que espero sea largo, en Alicante. (Ya firmamos contrato de alquiler. Más pequeño que el de Cartagena, vista al mar y muchas horas para soñar, escribir, leer, y conocer a más primos y familiares).

Antes de terminar el almuerzo (aquí le dicen la comida), estuvimos discutiendo sobre el origen del nombre de Torremanzanas. No llegamos a ningún acuerdo ni creo que alguien lo pueda hacer pues, entre otras cosas, en esta región no hay manzanas. Parece que viene del árabe y de la famosa torre morisca que adorna el pueblo y que "macanes", según los primos, significa "fortaleza...". En fin, nos divertimos y quedamos en volver sobre el asunto. La explicación que encuentra uno en google no es muy acertada.

Dimos un rápido paseo por el pueblo, foto en la puerta de la casa de la abuelo (ya no pertenece a nadie de la familia), la iglesia y poco más. A las seis pasadas nos despedimos, felices de las horas que habíamos disfrutado junto pero sintiendo, muy adentro, que faltaban todos ustedes, hermanos y primos, para que la dicha fuera completa.

No sabría cómo explicarlo, pero he sentido a mi padre muy cerca en estos días y he pensado una y mil veces en todo lo que habría gozado de haber podido visitar la bella tierra de su padre. Creo que lo he hecho por él. Y esto me trae mucha paz.

Ayer por la mañana, antes de empezar el recorrido de más de 400 kms. hasta Madrid, mientras esperaba a Elsa que andaba comprando algunos turrones, me senté en un banco de la calle a observar a los caminantes, cuando oí que la señora que estaba al frente de mí, decía: "abuelo... abuelo". "Me está usted llamando?", le dije. Que no buen hombre, que yo solo vendo loterías y aquí, cuando el número termina en 90 le decimos "abuelo". Por eso le digo que aún me quedan dos abuelos... por supuesto le compré dos pedacitos porque era de pronto el abuelo querido y no conocido, quien me estaba hablando. Vaya usted a saber!

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Alfredo Cortés Daza
Literatura Iberoamérica

Nací en Barranquilla en 1943. Estudié Humanidades y Filosofía, y Administración de Empresas. Viajo, leo y escribo.