Hace poco más de un millón de años, el fuego, lentamente, confluyó en la vida humana. Fue gracias a este hecho como los seres humanos empezaron a tomar consciencia de ellos mismos, a crear reunión, lenguaje y a significar la palabra hogar.
Los dibujos realizados en el año veintidós, reflejan una mirada llena de historia y de trayectoria, como símbolo de la consciencia del género humano. Por otro lado, las chispas revoloteantes poseen las formas del fuego, aunque también son leídas como universos, pues mediante esta consciencia adquirida, la humanidad ha ido desarrollando un cosmos en el que se define como especie.
Por consecuente, la serie gráfica del año veintidós renace con un nuevo formato, un escrito poético que deviene las grafías de los avances, así como una animación en formato vídeo que da la vida a la hoguera de la humanidad.
Con el descubrimiento del fuego, se encendió el conocimiento.
Se encendieron también las pasiones,
heredadas de las bestias salvajes
de la evolución del lenguaje
de las conquistas
del desplazamiento constante
de los encuentros furtivos, carnales
y de los vientos que azotaban las mareas.
Se incendió la venda de los ojos,
permitiendo ver en medio de la oscuridad
proporcionando la capacidad de ver el sol en plena noche
y de hallar una gota de agua en un océano.
Se encendió también,
el sueño
la magia
el brillo
la ficción
las sombras proyectadas en la noche
la destrucción
las guerras
las envidias
los monstruos
las fábulas, las que sobreviven y las olvidadas
los amuletos
las danzas en círculos
las ilusiones
las gargantas
y las ventanas.
La llama empezó a prender,
a ser luz que enciende la memoria,
el murmullo constante
e infectante
que como las pandemias
lo arrastran todo a su paso
de forma incesante.
La lumbre brotó en medio de la noche,
imitando al sol,
ficcionando sus rugidos,
sus destellos.
Y danzaron a su alrededor
contando historias sagradas,
fabulas ya oxidadas
transformadas en cimientos que pisar.
Y fue entonces cuando dimos a la luz,
como lo hacen los rayos al tocar tierra.
Dimos a la luz y dimos la luz con la que alumbrar,
Con la que nuestros ojos alumbran el camino.
La mitologái se encargó
de que el fulgor envolviera siempre los cuerpos
de que no cesara la calidez
siempre brillante y
chispeante.
Se extendió así el rumor de la llama
e impregnó todo a su paso,
los troncos devinieron puertas
de entrada,
de salida
de llegada y de partida,
de estancia,
de vida.
Devinieron también ataúdes
que contenían cenizas e historias,
resonando en los pasos de quienes caminan el presente.
Danzando en el aire
siguieron las centellas
alumbrando el conocimiento
revolteando en la memoria
procurando llenar las identidades
con alimento sin fin
como quien llena un estómago
como quien nunca se sacia de vida.
Lluerna és un espai de creació i pensament de la Fundació Joan Miró. Es materialitza com a revista digital amb un esdeveniment presencial a l’Auditori i una festa distesa per fer comunitat en el sector artístic.
En la tercera edició reflexionarem entorn al foc, per més informació visita aquesta pàgina.
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