📝|Eco de un sentimiento [Historia]

Mateo Mejía Quirós.
Lo único mejor que la música
5 min readAug 13, 2020

Jorge Drexler y cómo el recuerdo llega a nosotros a través de una canción.

El recuerdo se vuelve un poco banal para repetirlo con exactitud, pero pareciera ser que cada vez que escucho las canciones de Jorge Drexler, aparecieran vestigios que me hacen sentir de nuevo la brisa helada de la cima del Monte Urgull de San Sebastián en aquel invierno de 2018 cuando se estaba bien.

Para aquel entonces yo tenía otros héroes y también otras intenciones con ellos, la verdad es que nunca había tenido una experiencia musical tan íntima con algún artista, todas eran masomenos lo mismo: me apegaba a sus melodías, me aprendía el repertorio de canciones, vaciaba sus discos sobre la parte de atrás de mi cabeza y pronto, como si nunca hubiese pasado nada, aún entre caminatas largas por Medellín, los olvidaba. Se convertían de nuevo en fugaces intereses que me divertían bastante, pero que nunca me generaban un genuino y completo interés por transformar mi cuarto, apagar las luces, cerrar los ojos y escuchar. Ese era yo cuando tenía escasos dieciocho años, tendría yo entonces la colección completa de Soda Stereo, Café Tacvba y de un par de artistas más.

No sé muy bien qué ocurre dentro de los autobuses. Pareciera ser que el viajar le imprime a la música y al yo más profundo, una suerte de mirada intelectual sobre las palabras de las canciones que terminan resolviendo los enredos emocionales que uno suele tener. Usarlas, tenerlas como una guía para el autoconocimiento. ¿Cómo una voz y una canción me llevan al pasado y me hace revivir las mismas sensaciones que cualquiera que lo intente pueda tener desde la altura del Castillo de la Mota? Porque no importa lo que haga, por alguna razón, cuando escucho a Jorge Drexler vuelvo a ver a la noria de 50 metros de altura girar y a las personas sonreír desde la Playa de Ondarreta frente al Mar Céltico entre Burdeos y Bilbao.

Por aquel entonces se estaba bien en Donostia. Por entre la ciudad viaja el Río Urumea que brota desde Ezcurra, un pequeñísimo municipio de Navarra ubicado a 58km de Pamplona, la ciudad de los Sanfermines y de Hemingway. Se ven, cuando sales por los túneles de la también diminuta estación de buses, un desfile de enormes edificios que más bien parecen palacios del corte francés. Al Caminar se dejan ver tan solo los ventanales y los balcones sobre los que a nadie vi asomarse.

Cada vez que pienso en eso lo puedo recordar con mayor precisión cuando pongo a sonar un par de canciones de Drexler, se siente diferente. Y lo veo claramente, como si cada vez que sonara Causa y Efecto o Raquel, yo me encontrara de nuevo visitando la Playa de la Concha.

Y suele suceder que las canciones hacen eso cuando uno las escucha, te transportan a los momentos en que cobraron un sentido esas melodías. El cerebro tiene eso, hay una frase de Émile Jaques-Dalcroze que suele ser muy citada cuando se habla de la relación que existe entre el cuerpo y sus emociones, la memoria y la música: “El cuerpo es la fuente, el instrumento y la acción primera de todo conocimiento ulterior”.

No se puede estar más dispuesto a aprender con la piel abierta que cuando se está frente a la ciudad de Donostia a 123 metros de altura mirando al mar.

Alguna vez le escuché a una profesora, mientras citaba a Marcel Proust, que los recuerdos suelen aparecer a través de las fragancias, sabores o sonidos y que es así como estos quedan atrapados en una caja de cristal dando vueltas.

Me quedé pensando y consentí que a nuestras memorias, a nuestros recuerdos dentro del cerebro, las detonan nuestras más sinceras emociones. Alguna vez le leí a Yuval Noah-Harari que las emociones son probabilidades que se resuelven rápidamente dentro de nuestra cabeza. Estas detonaciones, profundamente conectadas con los recuerdos, están unidas a la sencillez de oír porque dentro de nosotros se forman películas mentales que se proyectan gracias a aquello que escuchamos y a las resignificaciones que las emociones le impregnan, pareciese ser que los recuerdos adquieren una nueva connotación cuando estos tienen banda sonora.

Suele ser consenso entre los investigadores que la música se encuentra codificada en el sistema de memoria perceptual, donde se organiza la información en letras, ritmos, melodías y silencios. La experiencia musical es asociativa con información semántica y visceral, o sea, que los recuerdos emocionales detonados por las obras musicales influencian inevitablemente el recuerdo sensorial, incluso cuando no se espera.

Y pareciera ser que entonces Drexler imitase la prosodia exacta del clima de San Sebastián. La voz suave, los bajos tonos y claros junto a las pequeñas variaciones tan similares a la brisa oceánica, a las olas golpeando sobre la arena y a los bulevares festivos donde se está bien. La simplicidad de eso, lo genuino en su voz, lo trascendental de sus letras sin quererlo ser… cada vez que lo escucho, me hacen sentir siempre como caminando entre quioscos de revistas y nubes oscuras y todo lo que tuve que hacer para llegar ahí.

Mientras la música suena mi mente se llena de recuerdos que siempre dan tranquilidad, reconfortan y suelen traerme de nuevo a tierra. Porque es solo él y el camino hacia la idea, como cuando alguien te habla con el hermoso y único interés de quien se es, lo genuino y la simpleza del ser hasta la felicidad inocente de las posibilidades de vivir.

Creería yo que puede tratarse de simple nostalgia, pero cómo puede ser tan preciso y poderoso un recuerdo de una tarde en el País Vasco a través de la canción. Tal vez estoy agradecido, dándome cuenta de lo mucho que amé la trama, tan sencillo como escucharle entre pasos como permitiéndose encontrar la respuesta y haciendo las preguntas correctas viendo a un montón de gente encontrarse en lo simple.

Me hace recordar una frase que le leí a Lester Bangs, “Si algo te va a llevar hasta la pared bien podría ser un disco, porque la mejor música es fuerte y guía y limpia y es la vida misma”.

Porque escuchar a Drexler es por unos instantes estar tranquilo, homenajear y permitirse preguntarse en paz… como la brisa serena pegando en el rostro desde el Monte Urgull frente a la ciudad de Donostia.

Recomendado: 🎧|Pero si le ponen la canción [Playlist]

--

--

Mateo Mejía Quirós.
Lo único mejor que la música

22. Historias con música, prospecto de periodista y ciudadano de medio pelo. @Mechasybarba