Roger Sanchordi
Lo efímero
Published in
2 min readJan 9, 2017

--

El balón

Había dos bancos pequeños sobre la ancha acera, enfrentados entre ellos y separados unos pocos metros. En aquella época el pueblo no tenía demasiado tráfico aún, así que todos los días, después de venir del colegio, los chicos del barrio salíamos a jugar a la calle. Teníamos entonces dos juegos estrella: o bien bajábamos al cauce del río, seco la mayor parte del año, y montábamos cabañas con cualquier cosa que encontrábamos, o bien jugábamos a fútbol en la acera, haciendo los bancos el papel de porterías. Y es que estos, de color verde, tenían una obertura en la parte inferior que unido a las dos patas, cumplían a la perfección su cometido. Eso sí, meter gol era muy difícil: si la pelota se levantaba apenas un dedo, daba en el larguero y ya no entraba.

No se me daba nada bien. De hecho, nunca pude ganar. Casi todos mis amigos en aquella época jugaban a fútbol, así que siendo los partidos uno contra uno, la victoria estaba vetada para aquel niño patoso que nunca pudo aprender a hacer un regate más que para tropezarse consigo mismo y caer, ante la risa de los demás.

Una calurosa tarde de junio, el lunes después de mi Comunión, vino con nosotros el primo de un vecino. Me enteré que era jugador de baloncesto, así que decidí que aquel día tenía que ser el de mi primera victoria. Los convencí para jugar a fútbol, a pesar de que teníamos una cabaña a medio hacer en el río. Y así lo hicimos. Saqué mi balón Tango que me habían regalado para la Comunión y nos dispusimos a jugar. Todo era perfecto, era el día.

Para ganar el partido había que meter tres goles. Podría decir que gané fácil; podría incluso contar de forma épica que con 2 a 2 en el marcador, conseguí por primera vez en mi vida hacer un regate que me dejó solo frente a la portería rival, marcando el gol que me llevó a la gloria deportiva. Pero no. Lo cierto es que en la primera jugada, tras chutar a portería desde lejos, mi reluciente Tango se escapó a la calle y acabó atropellado y reventado por un coche.

Nada se pudo hacer por él. Al poco, apareció un cartel que prohibía jugar a pelota, así que nos dedicamos a vagar por el río a tiempo completo. Nunca más volví a jugar a fútbol, ni a tener un balón tan bonito como aquel.

--

--

Roger Sanchordi
Lo efímero

Ciencia. Bàsquet. Poesía. PRL en @chpcastellon. Socio @escepticos. @PintofscienceES en Castellón.