Adentro había luz
Nuevas voces, nuevas voces femeninas, nueva narrativa latinoamericana. Que la crítica, los periodistas especializados y los académicos lo llamen como quieran. Me voy a referir a una novela que disfruté mucho. Un texto que me sorprendió y emocionó.
“Adentro tampoco hay luz” llegó a mis manos como préstamo. Una amiga de lectura adicta llenó de elogios este texto y me lo prestó. Yo obedecí y lo leí. Gracias, Virginia, te debo un buen préstamo.
La autora es Leila Sucari. No la conocía. Hasta ahora. Lo poco que sé de ella es que el año pasado ganó con este texto el Premio de Novela del Fondo Nacional de las Artes.
La que habla en la novela es una niña en pleno paso a la pubertad. Viaja al campo donde viven su abuela y una prima. Es un típico relato de iniciación. Esta niña reflexiona, sufre, observa, trata de entender.
La voz de la protagonista se siente cercana desde la primera oración. Es imposible abandonar la lectura. Hay algo hipnótico en ese decir inocente, poético, filosófico.
Oraciones cortas le imprimen un ritmo agradable a la lectura. Es una de esas novelas que te llevan de la mano para mostrarte personajes, vínculos, territorios particulares. ¿Me recordó al estilo de Marguerite Duras? Puede ser.
No hay lugar para lo masculino en este texto. Un padre que abandona. El hombre que más tiempo aparece en el libro es un ser que está buscando su yo entre meditaciones, ayunos, silencios y secretos. El otro que tiene cierto peso en el relato es un niño con pasaporte a la adultez que se transforma en compañero y amigo de la protagonista.
Es una novela de mujeres, con mujeres, para mujeres. De esas que los hombres debemos leer para terminar de entender en qué mundo vivimos. Mujeres, hombres. Categorías, bah. No debí escribir este párrafo.
Animales. Es una novela donde lo animal atraviesa todo. Gallinas que devienen alimentos. Una chancha tratada como perro. La violencia carnívora. Lo animal aparece como una categoría transversal. Más allá de la presencia de aves, insectos, reptiles, que en un ambiente campestre es algo común, la animalidad acá es una metáfora de los vínculos humanos.
Educación. En esta novela la educación es también un tema transversal. La escolaridad es una presencia fuerte en el relato. Conviven voces a favor y en contra de la educación tradicional. A su vez la escuela se transforma en un espacio que evidencia las diferencias de clase y culturales.
Familia. Los mandatos familiares parecen ser cuestionados a través de la mirada de esta niña. ¿Pero se puede escapar de una estructura familiar? ¿Se puede escapar de una estructura familiar aunque no sea un modelo típico y tradicional?
Sexo. El sexo es otro eje de análisis en la novela. ¿Qué se entiende sobre sexualidad en la pubertad? ¿Cuánto hay de fantasía, miedo? La curiosidad es motor. La ignorancia también lo es. El erotismo, las primeras experiencias sensuales, las preguntas. El otro como el experimentado. Uno como ignorante. La culpa y la vergüenza. Lo que hay que ocultar.
La recomiendo. Es una novela bella. Una voz impecable, muy lograda desde la escritura. Una mirada puberal que hace poesía todo.
Hay mucha luz adentro de este libro.
Adentro tampoco hay luz
Leila Sucari
Editorial: Tusquets
Colección: Andanzas
Número de páginas: 208