Un ciudadano, un farolillo

Antonio Morente
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3 min readSep 16, 2016

Aplastados como estamos estos días entre el caso Soria, los ERE y la que hay liada con Rita Barberá, lo del anuncio de que este lunes se puede empezar a votar en el referéndum que ha montado el Ayuntamiento para decidir las fechas de la próxima Feria es como un oasis entre tanta nube negra, tiene hasta su puntito de inocencia. Durante cinco días, hasta el viernes 23, los sevillanos que se animen van a decidir si la Feria tiene ocho días, si le encajamos siempre un festivo y si, de un plumazo, nos cargamos el fin de semana de preferia y alteramos la terminología local para decirle adiós al lunes del pescaíto (ahora sería el sábado) y al domingo de los fuegos artificiales (también caerían en sábado).

Al margen de lo que finalmente hagamos con la Feria, la iniciativa tiene el aspecto realmente novedoso de que se le pregunte a la gente, para lo que se ha creado un sistema (“herramienta”, en la jerga municipal) bautizado como Sevilla Decide, que básicamente consiste en que podemos votar en los centros cívicos pero sobre todo desde casa, con todas las bendiciones de seguridad según la autoridad local, que jura y perjura que se acabaron los agujeros informáticos en la red municipal que tan entretenidos nos tuvieron hace alrededor de un año.

Lo de que el personal decida no es mala cosa, y no es la primera vez que se ensaya, que para eso estuvieron ahí aquellos famosos presupuestos participativos. La duda es si el Ayuntamiento debe someter a votación decisiones que en teoría tendrían que ser de gobierno puro y duro, puede interpretarse como que no quiere mojarse, un guardarse las espaldas por si el tema no sale muy bien y que así no puedan echarle las culpas. No parece el caso, y además es verdad que a los munícipes les gusta llenarse la boca con eso de la participación, la democracia, el sevillano decide y blablablá.

El tertuliano de guardia ya nos afeará estos días si no tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos

El sistema (bueno, vale, la herramienta) tendrá sentido si no se queda en la anécdota de la fecha de la Feria, algo que insisten en que no será así, que se consultarán otras cuestiones en teoría de mayor calado. Es verdad que esto nos va a poner durante unos días en la picota nacional de los tópicos, porque se lanzará a los cuatro vientos que estamos en septiembre pensando en la Feria, y saldrá el tertuliano de guardia afeándonos que si no tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos, pero tiene su lógica que se empiece a usar este sistema (ejem, herramienta) con un tema que no sea de importancia capital, los experimentos siempre mejor con gaseosa.

Al margen de que un referéndum siempre lo carga el diablo (la que se lió hace unos años cuando al Ayuntamiento de Barcelona se le ocurrió consultar a la gente si le gustaba el proyecto que tenía para la Diagonal), ahora sólo queda el pequeño detalle de que la gente se anime a votar, porque esa es otra: nos falta una cierta cultura democrática de participación como ya se notaba con los propios presupuestos participativos, que había quien clamaba contra que al final los cuatro que acudían a las reuniones decidían en qué se gastaba parte del dinero municipal. Pues es verdad, pero el fallo no está en la capacidad de decisión, sino en la falta de implicación: menos criticar y más ir a participar o votar. Que, dicho sea de paso, tenemos que amortizar esta herramienta (uf, por fin me salió a la primera).

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