Ansiedad

lulú
Los excesos
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2 min readMay 14, 2019

23:52

Te lo dije, ¿pero te lo dije bien?

Cuando me animo a mirar a mi alrededor me da más miedo todavía, porque me siento pequeño, me hago bolita; es que ésta sala tiene olor a podrido, y la peste contamina las paredes, se come los telones. Un gran espectáculo te armé para que me mires, porque soy la personificación del azúcar que se ahoga en el té, pero también puedo ser ese drama barato encerrado en un teatro de mala muerte. Recuerdo convertirte entre lágrimas, en escenas trágicas; te tomabas el palo y yo miraba, impotente; vos, inalcanzable, como siempre.

Ahora se me cierra la tráquea y lloro como si me hubieran molido a golpes porque es un poco cierto que estoy lleno de moretones.

Amenazado por la luna, por caras inexistentes, y ojo, que todavía podría meter mis pulmones en una licuadora e incluso arrancarme la lengua y negarme el precioso gusto del anís para siempre. Que me falta someterme a cirugías plásticas que me reconstruyan la cara y el cuerpo entero; más alto, más flaco y en lo posible una voz tan gruesa como la pija que también he de agregar, pero las uñas pintadas, claro. Sino, podría ser más pequeño, pero con más tetas, más culo, más talento. Me falta, y me falta todo, ¿pero por qué?

Temo buscar tu perfume y encontrar en su lugar el aliento de la hidra, adherido a la superficie del amor que construí con escombros y fantasías y el deseo del deseo latente, el que eventualmente rompe la barrera de la censura y se hace presente en algún sueño, en alguna caricia o suspiro feroz, una lengua entre mis piernas y una atadura de manos.

23:53

Se me atoran los dedos en la maraña de canciones y poemas como si de cabellos secos y anudados se tratara. Podría pedirte perdón, porque tus esquinas florecen rodeadas de pasto y árboles gigantes, perdón, porque mis plazas enrejadas son quizás muy pequeñas para tanto de vos, perdón, porque mi cabeza repite la misma escena una y otra vez, perdón porque tengo miedo.

Yo también grité tu nombre, se lo grité a la noche vacía, se lo grité al espejo, lo grité por los balcones, lo grité a los ojos del mundo entero y sufrí como si nos hubiese sustento a ambos, muertos, entre mis brazos; los que fuimos y los que no llegamos a ser. Juraba que mis propios tormentos te habían arrancado de mí; me convencí de que el llanto persistente, testarudo, era un simple mecanismo de defensa que me prohibía la vista y me alejaba del retrato hecho a imagen y semejanza de mi película favorita de terror.

¿Por qué me respondés tanto?

23:55

Gracias. Perdón por la paranoia.

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