Tiempo y desastre

lulú
Los excesos
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2 min readFeb 15, 2020

—¿Sabés de lo que hablo cuando hablo del tiempo? Hablo de la catástrofe inevitable de vivir atrapadxs en el pasado, y que el presente sea una ilusión, un desfasaje similar al de la luz de una estrella muerta. El tic-toc de la locura, cortándonos la piel con arrugas y sofocando el amor, el dolor, el recuerdo, el perdón, el rencor, el frío y el calor. He decidido pelearme hasta la muerte (y digo hasta la muerte, porque finalmente perderé contra el pasado constante) con ésta horrible invención; la crueldad, te digo, es un minuto arrastrándome las palabras al recuerdo y a lo irreversible. Vos sos ignorante, vos no sabés, no, porque no sos dueña de la razón y no ves más allá. Pero yo… Yo sé, carajo. Yo sé que vos no entendés, vos no ves pasar el tiempo por delante tuyo, yo sé tu reflejo no lo ves levemente distinto cada día porque vos te creés mejor que el tiempo y por eso resistís idealmente brillante y violentamente oscura, como una de esas pesadillas taquicárdicas en las que el corazón grita y el cuerpo llora solo y aterrorizado. El tiempo te destruyó a vos, celebrando en carne viva el rito inconcebible del desamor; ese puto foco infeccioso que te afiebra el lomo y te parte el sueño al medio.

— Vos sabías, y yo sé también. Es algo que se ve, pero no se habla, se guarda en el maravilloso cajón de la neurosis y se reduce a la abstracción, al ridículo plano de lo invisible. Es así, yo grito, vos susurrás; succionás como una jeringa con olor a nuevo, estéril. Siempre te llevás todo y te vas. Podrías matarme y lavarte las manos en mi baño. Podrías duelarme, llorarme, en mi propia cama. También podrías reírte y disfrutarlo. Sabés. Sabés que sé. Sabés que podés. Y sabés que pudiste.

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