Crop circles

david rojas
los furbantes
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3 min readOct 13, 2015

Aún no empezaba la temporada. Yo estaba pintando con cal blanca el cerco que separa el parador de la playa, preparando todo para cuando comenzaran a arribar los turistas, cuando en lo alto de una duna apareció la pareja. Primero la vi a a ella -en la playa siempre se ve primero a la mujer-, con su traje de baño rojo y el pareo, coronando la cima de la pequeña loma como si fuera la rodina-mat llamando. Me fijé en su contorno y en su pequeño rostro y ya supe que me gustaba, así que la miré embobado mientras descendía, los pies empujando arena. Detrás apareció el marido, un gordo que cargaba una heladerita en una mano y una canasta en la otra. Y una mirada intimidadora en cada ojo. A pesar de que yo estaba entretenido mirando la cadencia de la muchacha al descender hacia la playa y el mar, noté el escalofrío que provoca saberse observado.

Ella llegó hasta la orilla, enterrando sus pies en la arena mojada. Cerró los ojos de cara al viento y las olas. Atrás, el hombre estiraba una lona, destapaba una cerveza y luchaba tratando de encender un pucho. Yo hacía subir y bajar la brocha, sin ningún orden, atento al momento en el que ella se sacara la tela que la envolvía e imaginando acariciarla.

A mis oídos llegó una conversación. Ella quería meterse en el agua. Él no estaba de acuerdo.

-Está lleno de tiburones, un desastre…

-Gordo…

El gordo sacó una libreta.

-Escuchá lo que escribí: “El aceite bronceador hacía brillar la pelusilla de su piel como una especie de aura. Algo secreto que me movía a amarla más”.

Ella no lo escuchaba. En lugar de eso se puso a caminar a lo largo de la playa, mirando el suelo. El gordo leía y ella parecía buscar algo.

Allá lejos, la chica se agachó y tomó una ramita.

Volvió hacia su pareja que leía: “ De mí no pienso hablar, siempre fui el mismo gordo, solo que esta vez era un gordo enarenado”.

La mujer se puso dibujar sobre la arena. Comenzó por su nombre: luego, con mucha habilidad, trazó el perfil de Dagnan-Bouveret. Yo quedé hipnotizado, por su habilidad y por su cuerpo: para pintar se había agachado un poco y conforme giraba para retocar su dibujo yo podía admirarla mejor.

-Es linda, ¿no?

En la afirmación y en la pregunta había una carga de odio y bronca muy grandes. El marido, se había acercado hacía mí y me increpaba.

Escurrí la brocha y le dije que sí: que tenía una mujer hermosa, pero que yo estaba admirando la técnica que utilizaba para concretar una obra de arte sobre la arena. Y le seguí contando cosas, tratando de que olvidara el motivo por el que se había acercado a mí.

Le conté sobre las extrañas luces que por las noches llegaban desde el mar y sobre los dibujos circulares, con diseños extraños, que aparecían en la playa y en los campos aledaños.

-Y entonces, al ver a su señora tan diestra, por un momento tuve la fantasía de que tal vez es la responsable de los extraños círculos…

-Creo que tu fantasía era otra, pero me diste material para escribir.

Volvió hacia la lona, discutió un rato con su mujer y un momento después levantaron campamento. Detrás de la duna se escuchó el ruido de un motor que se encendía y luego el de un automóvil que se alejaba.

Cuando la playa quedó en silencio, nuevamente, me acerqué a la orilla y a los dibujos y memoricé el nombre que ella había escrito sobre la arena.

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david rojas
los furbantes

Soy un escritor que no sabe escribir autobiografías.