“48:13”, de Kasabian
Líder, productor, guitarrista y compositor de Kasabian, Sergio Pizzorno es la clase de persona que, si te la cruzás por la calle, simplemente con su aspecto genera una certeza: ese tipo forma parte de una banda de rock. Sus declaraciones se corresponden con la habitual mezcla de confianza y ambición típica de los músicos ingleses: “Le doy el último toque al sonido de Kasabian desde hace diez años. Tengo la sensación de que este nuevo disco alcanzó la esencia misma de la banda, un lenguaje que nos es propio. Hacemos algo que nadie más hizo”. Respecto de este último punto, no se equivoca del todo. Sacando provecho de la dimisión de las últimas grandes bandas británicas (Oasis a la cabeza), Kasabian llegó a la cima gracias a un híbrido curioso: su rock belicoso se choca con beats electrónicos y fraseo hip-hop; una apuesta atrevida pero lograda, incluso cuando se aventuran hacia la psicodelia de los setenta o hacia canciones infantiles pero ásperas.
Si sus dos discos anteriores estaban llenos de arreglos, este sorprende por su despojo. Se llama 48:13, y esa es también su duración. “Intenté crear un universo bien delimitado, sin miedo de tirar las ideas que no iban bien juntas”, dice Pizzorno. “Antes, la variedad de estilos me gustaba más.” Seguir siendo interesante y conmovedor después de diez años de carrera, sin embargo, no es para todo el mundo. Kasabian no evita algunos tics, aunque en su caso son más divertidos que molestos (porque suenan sinceros).
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“La mayoría de la gente tiene una equivocada percepción de nosotros: creen que somos una banda de hooligans.”
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El disco es también un homenaje vibrante a los héroes de su juventud –especialmente en “Treat”, en la que un beat pulverizado se mezcla con un riff implacable, para luego metamorfosearse en un largo trip de acid-house. Sergio Pizzorno y Tom Meighan, los dos líderes de Kasabian, crecieron en Leicester, en la región de Midlands, durante los ochenta y los noventa (justamente los años del acid-house). Eran demasiado jóvenes para las raves, así que fantasearon un buen tiempo con la escena que hoy recrean en esta larga canción explosiva e hipnótica. Se conocieron en el colegio, y desde entonces forman un dúo complementario: por un lado, el cantante Tom Meighan, hiperactivo, carismático, charlatán, al estilo Liam Gallagher; por el otro, el discreto Sergio Pizzorno, mucho más reservado y reflexivo en la vida civil.
Contrariamente a lo que sucede con sus hermanos mayores (de los Stone Roses a Happy Mondays), Kasabian sabe preservarse, lo que explica quizá su longevidad. Cuando le preguntamos por los discos que alimentaron su educación musical, Pizzorno aprovecha para aclarar algunos malentendidos: “El sonido de nuestra banda se desarrolló sobre todo gracias a mi amor por Kraftwerk, Tangerine Dream, Can, Silver Apples y Moondog. DJ Shadow fue mi disparador. Después me metí con el hip-hop, con el krautrock y Boards of Canada. La mayoría de la gente tiene una equivocada percepción de nosotros: creen que somos una banda de hooligans. Y a mí, en mi vida, ¡me daría miedo enfrentarme a una multitud! En un recital, en cambio, me pongo en la piel de un personaje que quiere divertirse. No hay nada peor que ver en escena a gente que no está segura de sí misma. Es mejor una actitud de conquista. Quizás algunos lo tomen como agresividad o descaro, pero nada que ver”. Creemos en su palabra.
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KASABIAN
48:13
(Sony)
