5 claves del cine de Paul Verhoeven, director de “Elle”

Los Inrockuptibles
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6 min readMar 16, 2017

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Guerra

Educado en Holanda durante la ocupación Alemana, Paul Verhoeven hizo de la guerra su leitmotiv al dirigir para la televisión nacional Portret van Anton Adriaan Mussert (1968), documental dedicado al simpatizante nazi Anton Adriaan Mussert, y luego al lanzarse en 1977 en la producción cinematográfica más costosa de Holanda (El soldado de Orange, 1977). La película representa a la juventud holandesa durante la Segunda Guerra Mundial, tironeada entre la resistencia y la Gestapo. El mismo año estallaría en Hollywood otra guerra: la de las galaxias, de George Lucas. El gran éxito de El soldado de Orange despierta la curiosidad de Fox, quien le propone a Verhoeven ir a los Estados Unidos para tomar las riendas de la segunda entrega de Star Wars. El proyecto fue abortado cuando los productores descubrieron las otras películas, mucho más heréticas, del cineasta.

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Portret van Anton Adriaan Mussert

Portret van Anton Adriaan Mussert (1968)[/caption]

Diecisiete años después, para Starship Troopers (1997) Verhoeven se inspira en la estética de los documentales de Leni Riefenstahl, la cineasta propagandística oficial del Tercer Reich. En el seno de esa increíble space opera con un imaginario militarista desproporcionado, se oponen soldados estadounidenses antipáticos y monstruos parásitos. Cuando se estrenó, se la calificó de “película neonazi”. Las reminiscencias a la guerra son muchas en los largometrajes de Verhoeven: es difícil no ver en la escena de explosión en Robocop (1987) un eco de los bombardeos espectaculares de El soldado de Orange. En 2005, este cineasta “resistente” (que sobrevivió a una operación a corazón abierto) vuelve a su país natal con The Black Book (2006), el romance entre una judía y un oficial de la SS. La remake de Robocop heredará, aunque con cierta torpeza, el toque Verhoeven: el robot policía es un veterano de la guerra de Afganistán.

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Sexo

Para Verhoeven, el acto cinematográfico es voyerista (el objetivo de la cámara como ventana), y esto es ilustrado por la envolvente sesión de lap dance en Showgirls, por la mirada del hombre invisible hacia su vecina que se desnuda en El hombre sin sombra y por el onanismo de Huppert en Elle.

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El sexo es igualmente la toma del poder de la mujer. En Flesh + Blood (1985), el personaje de Jennifer Jason Leigh, penetrada por la fuerza por Rutger Hauer, le dice seduciéndolo: “Soy yo la que te coje”. En un gesto idéntico, el arquetipo de la viuda negra se desplegó dos años antes en El cuarto hombre, calificada por el autor como la “versión oculta de Bajos instintos”. Bajo la luz sublime del mismo director de fotografía (Jan de Bont), Catherine Tramell ya se empieza a perfilar, aunque sea por la alteridad “invertida” de la femme fatale (físico andrógino, corte de pelo masculino). Pero poner en escena ya es agredir. Descontrol (1980), crónica trágica de una juventud pervertida, que mezcla masturbación, felación y sodomía, incitará a las ligas cristianas, feministas y homosexuales a perseguir a un cineasta que terminará por exiliarse de su país natal. Enseguida, Bajos instintos provocaría la condena de las asociaciones estadounidenses por los derechos de la comunidad homosexual.

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El cuarto hombre (1983)

El cuarto hombre (1983)[/caption]

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Cristo

En Robocop el Evangelio se inviste con el decorado de una serie B. Con los brazos en cruz, el agente Murphy es lentamente despedazado a golpes de escopeta y aprovecha su resurrección después para freír a tiros los genitales de un violador. En El cuarto hombre, un escritor manosea los genitales de un “salvador” en slip ajustado, imbuido de la estética kitsch de la contracultura gay. El “holandés violento”, a pesar de su ateísmo, nunca ocultó su fascinación por Cristo (durante veinte años asistió al Jesus Seminar, reunión regular de historiadores y de teólogos). Su proyecto inacabado, Crusade, escrito por el guionista de La pandilla salvaje (Walon Green, que supervisó Robocop 2) iba a ser una epopeya histórica que llevaría a Schwarzenegger a los confines de Jerusalén, para defender las virtudes del cristianismo después de su encuentro con el Papa.

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En su ensayo exegético Jesús de Nazareth (editado el año pasado), Verhoeven define al hijo de Dios como el fruto de una violación, cometida por un soldado romano. Y Elle se remite a esta matriz teológica. “Las mujeres son como el suspenso. Cuanto más despiertan la fantasía, más emociones suscitan”, decía Hitchcock. En Verhoeven, la emoción es una pasión, y la mujer es María Magdalena, discípula de Cristo, pecadora y predicadora. En Elle se fusionan perversiones de martirio y un perfecto manual del pequeño catequista (misa de medianoche, Navidad, Papa Francisco), una combinación que sugiere el carácter sadomasoquista del camino de la cruz. El próximo Verhoeven, Lyon 1943, tendrá por tema el calvario de Jean Moulin, ícono de la Resistencia, a quien el cineasta adora comparar con J.C., Jesucristo.

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Elle (2017)

Elle (2017)[/caption]

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Imágenes

Paul Verhoeven no cesa de cuestionar la imagen. En Robocop, son parodiados de modo ácido los pubs estadounidenses, truco satirizado a su vez en Starship Troopers (parodiando también, en plena guerra del Golfo, los spots propagandísticos), mientras que Tricked (2012) devela el “mal uso” formal tipo Pornhub (montajes pornos llamados “fake”, omnipresentes en la red).

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En Elle la imagen se actualiza. Lo obsceno es lúdico porque Michèle (Isabelle Huppert) programa videojuegos. Pero el realizador profundiza el concepto de pornografía al apropiarse de lo que se llama “porno-actualidad”. Veinte años antes, Robocop previsualizaba ya la narración videolúdica: el robot policía se despierta en primera persona, o “point of view” (POV), y sus paradas asesinas prefiguran una considerable estirpe de “FPS” (First Person Shooter). Culminación radical: en Tricked, obra catódica, la pantalla es un espejo vuelto hacia el telespectador, devenido coautor. Historia de conflictos familiares al estilo de La celebración, este proyecto cruza setecientos guiones de cinco páginas cada uno escritos por los espectadores holandeses, dos mil páginas retrabajadas de las que nació un único guion… ¿La única película a imagen de su público?

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Ciencia

Doctor en matemáticas y física, Verhoeven concibe el cine como una ciencia. En Flesh + Blood suma las pulsiones inconscientes y la invención científica. El científico de la historia, inventor vanguardista, será cubierto de cadenas, antes de ser electrocutado y “liberado” por la multitud, como un hombre máquina con motor galvanizado. Así, el motivo científico tecnológico se reiterará: el hombre es una máquina (Robocop) en pleno cortocircuito neuronal (El vengador del futuro, 1990). En El hombre sin sombra (2000), el homo erectus solo existe como efecto especial, la operación tecnológica de invisibilidad que se hace como puesta en abismo de las proezas digitales desarrolladas por Sony Pictures. Este “hombre sin sombra”, que aún así es carnal e incluso gore, encarnado por Kevin Bacon, remite a los Ecorchés dibujados por el científico André Vésale, columna vertebral del imaginario científico.

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Delicias turcas (1973)

Delicias turcas (1973)[/caption]

Los planos en Verhoeven son entonces planos anatómicos, que en Delicias turcas (1973) reducen el cuerpo a su crudeza (defecaciones, vómitos). Una referencia al naturalismo de Zola en Thérèse Raquin, esa otra gran obra femenina. El matematismo del cineasta se desarrolla en la secuencia de amor coreografiada de Bajos instintos, que está calculada al milímetro, como una ecuación. El mítico cruce de piernas de Sharon Stone le permite así a Verhoeven (gran fan de Jules y Jim) subvertir, al estilo de la teoría del caos, la metáfora geométrica de El hombre que amaba a las mujeres de François Truffaut: “Las piernas de las mujeres son compases que recorren el globo terrestre en todos los sentidos, y le otorgan su equilibrio y su armonía”. Piernas compases que son las de Huppert, constantemente abiertas para adornar de imágenes un espacio “violado” por las diagonales conflictivas, por golpes de puño constantemente asestados a los cuerpos derribados.

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Elle: abuso y seducción
De Paul Verhoeven
Con Isabelle Huppert, Laurent Lafitte. Anne Consigny, Charles Berling y Christian Berkel.

Estreno: 16 de marzo.

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