Adelanto: Más o menos bien. El indie argentino en el rock post Cromañón (2004–2017)

En el libro que acaba de editar Gourmet Musical, Nicolás Igarzábal cuenta los años del nacimiento y el devenir de una escena que vio surgir a Él Mató a un Policía Motorizado, Prietto Viaja al Cosmos con Mariano, 107 Faunos, Mi Amigo Invencible, Viva Elástico, Los Reyes del Falsete y muchas bandas. Acá te adelantamos el capítulo 3 de libro, sobre los primeros pasos del sello platense Laptra y las primeras bandas que editó.

Los Inrockuptibles
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8 min readMay 7, 2018

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Go-Neko! en Plasma 2007 (Foto Marcos Zbrun para revista Leche, gentileza Gourmet Musical)

De villancicos tristes, comparaciones odiosas y afiches de monstruos

Hacer base

Como en el Indie Rock Fest de Cemento, Él Mató, Infinito Paraíso y Los Sub volvieron a cruzarse casi un años después, en octubre de 2005, dentro de un show tributo a Pixies en el Marquee de Villa Crespo. También estaban Mujercitas Terror, Telexx, Camila Barre y Escuche Prandi. La fecha era un jueves y la entrada costaba 8 pesos. “Queremos a Pixies”, rezaban los volantes, en una época donde el peronismo estampaba la ciudad con afiches de “Que­remos a Chiche”, en alusión a la esposa de Eduardo Duhalde y su candida­tura a senadora bonaerense, en la interna con Cristina Kirchner.

Ese año, Él Mató empezó a hacer base en Capital tocando en lugares como Remember, Speed King y Unione e Benevolenza. En el medio de esa escalada, se presentaron en el Centro Cultural San Martín, dentro del recor­dado Ciclo Nuevo!, con entrada a un peso. “En esa época, ir a Buenos Aires era toda una travesía para nosotros, que éramos súper pueblerinos. Nos con­taban que Nerdkids tocaba allá y era como si tocaran en Nueva York. ¡Un delirio!”, recuerda Santiago Barrionuevo, que por ese entonces se comunicaba con fans y colegas a través del fotolog. Y agrega: “Los recitales en Remember tenían mucha energía y había una conexión muy cercana con la gente. Tocá­bamos muy borrachos y no nos importaba nada. Comíamos en la pizzería de la vuelta, tomábamos mucha cerveza y dejábamos todo sobre el escenario. Nos tirábamos al piso, eran muy garageros los shows. En uno lo vimos a Sergio Pángaro entre el público… ¡haciendo pogo de traje!”

Tributo a Pixies en el Marquee, 2005 (Diseño Santiago Motorizado — Gentileza Gourmet Musical)

A fines de 2005, la banda inauguró una trilogía de EP (discos cortos) con­ceptuales que abría con Navidad de reserva. Inspirado en álbumes navideños como el de Elvis (Elvis’ Christmas Album, 1957) y los Beach Boys (The Beach Boys’ Christmas Album, 1964), se trataba de seguir esa línea, pero adaptada al territorio bonaerense. En palabras de Santiago: “Una Navidad más real, más suburbana, más rasposa, más melancólica”. O sea, una Navidad con persecu­ciones policiales, autos chocando, brindis austeros y villancicos tristes. “Te persigue la Policía / el día de Navidad”, arranca cantando en los primeros segundos del disco. El tema de apertura es Navidad en Los Santos y tiene cierta atmósfera delictiva que se vivía en el GTA San Andreas, el videojuego que más compartían los músicos en aquella época. “Otra Navidad / muerto en Navidad”, es la última frase que se escucha en el disco y que se repite 16 veces, con un audio –irreconocible– de Los Simpson detrás. Entre un sonido sombrío y modesto, guitarras furiosas y letras-mantras, Él Mató había encontrado su receta.

En este material fue la primera vez que trabajaron con un productor y el elegido había sido Shaman Herrera (Sr. Tomate), quien hoy, a la distancia, define el sonido del disco como “lo-fi con gloria”.

“Yo quería que El Mató fuera una banda space. El primer disco suyo era seco y chiquito, yo quería que tuvieran más efecto reverb (reverberación) y sean como My Bloody Valentine, ¡que vuelen!”, revela el chubutense. “Les ponía efectos reverb y delay al mango, y ellos me pedían menos. Así surgió ese sonido más oscuro y épico”.

Una pequeña pandilla

Navidad de reserva fue el segundo lanzamiento del sello Laptra. El ante­rior había sido el debut de Él Mató que llevaba como título el nombre de la banda y que en la tapa tenía un rascacielos derrumbándose. Laptra fue la cris­talización de un colectivo de músicos platenses que venían uniendo fuerzas en los primeros 2000. Una pequeña pandilla de alumnos del Bachillerato de Bellas Artes y del Colegio Nacional, en el que comulgaban los futuros inte­grantes de Él Mató y 107 Faunos. El nombre decantó de un Pokémon lla­mado Lapras y, en primera instancia, lo usaron para bautizar a un trago casero que se preparaban los músicos, mezclando alcohol etílico con jugo Tang.

“Desde que empezamos a hacer nuestras primeras canciones en la escuela existía la idea de tener nuestro propio sello. Me acuerdo de que tocábamos en la sala, grabábamos los ensayos y le hacíamos una tapa con un loguito, como parte del juego de tener una banda”, evoca Santiago. “Sabíamos que todos juntos teníamos que bautizarlo de alguna manera, y primero pensamos en ponerle Cobra, pero vimos después que ya existía uno llamado así, en otro país”.

— ¿De dónde viene el tigre del logo?
— Está inspirado en el logo de Sire Records, que es como un yin-yang, pero con un tigre. El Gato (Javier Sisti Ripoll, de 107 Faunos) nos había mandado un boceto con un tigre, que vio en la tapa de una cinta aisladora. Había una cosa con los animales que estaba muy frecuente en nuestras canciones.

— ¿Cómo es el funcionamiento interno?
— Nuestra idea siempre fue armar un colectivo artístico, más que un sello tradicional con un dueño que edita lo que se le ocurre. Cada banda de Laptra funciona individualmente y es dueña de su master. Nuestra idea es ayudar a los grupos a que tengan una herramienta más para desarrollar su música. Hay mucho de apoyo espiritual.

— ¿Cuál es el criterio en común?
— No hay un criterio definido, pero si me alejo un poco, sería una idea de la música alternativa, música que no pasan en los medios tradicionales. Ser hinchas de eso, y que las canciones nos gusten. Nos tienen que conmover. Desde un principio nos conectaron ciertos grupos musicales estadounidenses y éramos muy fanas del sello Matador, que editaba a Pavement, Yo La Tengo, Guided by Voices…

— ¿Suárez y su sello FAN, y El Otro Yo con Bésotico, durante los noventa, fueron referentes?
— Sí, queríamos continuar ese lenguaje de lo alternativo, que estaba repre­sentado por Suárez y El Otro Yo. Tengo recuerdos cuando empezamos en 2002, que Suárez ya no tocaba más y estaba ese hueco. No fue pensado, obvia­mente, no dijimos “vamos a ocupar ese lugar vacío”, pero sentíamos que fal­taba algo. “Tenemos que hacerlo nosotros”, pensamos. O al menos intentarlo.

Prietto Viaja al Cosmos con Mariano (Foto Natalia Berninzoni — Gentileza Gourmet Musical)

Aire fresco

Después de publicar en 2006 los discos de Reno (Como un pasaje) y de Shaman y los Hombres en Llamas (Diadema), Laptra editó por primera vez a un grupo porteño: Prietto Viaja al Cosmos con Mariano, un dúo de rock espacial formado por Maxi Prietto y Mariano Castro.

“Somos todos más o menos de la misma generación y tenemos las mismas inquietudes”, dice Prietto sobre sus colegas platenses. Entre la psicodelia, el lo-fi y las canciones de corte lyncheano, se consolidaron con una propuesta de guitarra/voz y batería, sin bajista. “Si yo fuera a un recital y nos viera a nosotros, tendría el prejuicio de que son dos boludos haciendo los White Stripes”, confiesa Prietto, “pero la verdad que nunca quisimos parecernos y tenemos estilos muy distintos”. En vivo, todo giraba en torno a la química entre ellos dos y al clima de zapada constante. “Nunca tenemos lista y nunca sabemos qué va a pasar: vamos armando tanditas de cuatro temas que deci­dimos ahí en el escenario. Hay mucha adrenalina porque, siendo dos, no la podés chamuyar”. ¿Siempre fueron dos? “Sí. Bah, al principio íbamos a sumar a un bajista, pero tenía problemas con las drogas y le preguntó a su psiquiatra si podía tocar, y no lo dejó”.

El otro grupo de Capital que fichó Laptra fue Go-Neko!, quinteto instru­mental al que le editaron su primer disco, Una especie de mutante, en 2008. Se habían conocido dos años antes en una fecha que compartieron en La Castorera con Él Mató. “Nos sorprendió que ya llevaban su propia gente”, recuerda Tom Quintans, baterista de la banda en aquel momento. “Intercambiamos discos, hablamos, nos gustaba todo lo mismo: el fútbol, las bandas, las películas. Pega­mos onda al toque. Era como si nos conociéramos de toda la vida”.

Unos meses después, los Go-Neko! fueron a verlos al Buenos Aires Club de San Telmo. “El mánager nos conocía por nuestros afiches de monstruos y nos dejó pasar. Había un agite impresionante y nos llamó la atención que entre el público estaba Cristian Aldana (El Otro Yo) viendo el show”, sigue Tom. “Después, nos fuimos todos a comer con ellos, a tomar unas cervezas, y ahí empezamos a hacernos amigos. Los pibes nos hablaban de Laptra, pero nosotros estábamos en otra. No había la idea de una escena acá, solo tocaban bandas sueltas”, redondea.

Go-Neko! se terminó de acercar a Laptra al tocar en Plasma (Barracas) con 107 Faunos, cuando estaban presentando material de lo que iba a ser su primer disco. “Ahí nos empezaron a invitar a shows en La Plata y la rueda empezó a girar. La idea era tocar lo más que se pudiera y en donde fuera”, resume Tom.

“Él Mató empezó a crecer y eso hizo que toda la movida se agrandara. La gente estaba esperando que apareciera algo nuevo, porque después de Cromañón estaba todo muy quieto. Hacía rato que no aparecía algo alternativo que le llamara la atención al público”, cierra el baterista. “Era un aire fresco, que no tenía nada que ver con Charly García o Fito Páez. Eran todas influencias de afuera y más cercanas en el tiempo, tipo Pavement, Guided by Voices y Yo La Tengo: bandas que no las conocía ni el loro”.

Más o menos bien
El indie argentino en el rock post Cromañón (2004–2017)
De Nicolás Igarzábal
Prólogo de Alfredo Rosso
240 páginas
(Gourmet Musical Ediciones)

> gourmetmusicalediciones.com

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