“Adiós al lenguaje”, de Jean-Luc Godard

Los Inrockuptibles
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4 min readDec 18, 2014

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Si quisiéramos responder al título y la forma de la nueva película de Jean-Luc Godard, esta crítica podría escribirse más o menos así: “Esperábamos con impaciencia lo nuevo del director francés, porque sabíamos que esta nueva embestida de pffffuuuuiiiit… crrrrrrrrrr… pareja que se rompe/naturaleza elegíaca/ guauguauguau (ladridos), el perro filósofo yerra en el bosque que los indiosBeethovenHitlerFreud CORTOCIRCUITO/CORTOMETRAJE cutcutcutcutcut…”. Bueno, algo así, sepan disculpar pero viene a cuento.

A decir verdad, aunque muchos se queden con los ojos bien abiertos delante de esta nueva manifestación del ermita franco-suizo –sobre todo si no vieron nada de Godard desde Week-end–, aquellos que miraron atentamente el corpus godardiano, y en particular su último segmento desde Histoire(s) du cinéma, no estarán nada sorprendidos ante este tipo de gestos: ya desde hace tiempo Godard empezó a despedirse del lenguaje, o más bien de la lengua común. Como ya lo hizo en Elogio del amor, Nuestra música o Film Socialisme (podríamos citar otras películas), en Adiós al lenguaje propone un género de montaje-collage-mix totalmente desordenado y, al mismo tiempo, minuciosamente compuesto entre palabras e imágenes, imágenes y sonidos, extractos de películas antiguas y de archivos históricos, pequeños collages teatrales y bombardeos de citas robadas a la gran biblioteca del mundo.

Más allá de la constancia elegíaca de un balance poético del siglo XX, de sus desastres (el nazismo) y de sus bellezas (la literatura, el cine…), Godard parecería decirle adiós al mundo, dar vueltas alrededor de su propia muerte que se avecina.

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La novedad de Adiós al lenguaje es el 3D. De a momentos lo usa de forma evidente, profundizando los planos, estirando la profundidad de campo. Juega con el artificio y su efecto sobre el espectador, y alterna momentos graciosos, como cuando unos niños juegan con tres dados, cuando el relieve ataca tanto a nuestros nervios ópticos que nos hace ponernos bizcos (o chequear si nuestros anteojos no tienen algún tipo de desperfecto). En esos (breves) momentos de desestructuración en el límite de lo visible, el 3D parecería ser, para Jean Luc Godard, una nueva forma de poner en crisis la imagen y de perturbar al espectador.

Entre las muchas citas que se imbrican, uno de los ensayistas que se destacan es Jacques Ellul, pionero del pensamiento ecologista y crítico de la sociedad técnica. Si Godard aprueba estas tesis, es porque considera que lo digital es un vector de alienación, lo que podríamos poner en relación con una sentencia de su reciente cortometraje Les Trois Désastres (incluido en el film colectivo 3X3D): “lo digital será la dictadura”. Sin embargo, Godard lo usa de forma constante y fecunda.

[youtube]http://youtu.be/RFKablNVi5o[/youtube]

El otro tema que se desprende de Adiós al lenguaje es la pareja (en general, y quizás en particular, algo así como un álter ego repetido de la que el propio realizador conforma desde hace años con Anne-Marie Miéville). Relegada a trabajos domésticos, la mujer reclama la igualdad. Sentado en la pileta del baño, el hombre pretende que el único y verdadero lugar de la igualdad es “el trono”, en el que todo el mundo es igual frente a la función biológica de la defecación. “El pensamiento se vuelve caca”, dice. Como Cronenberg en Maps to the Stars (y esa escena en el límite de lo ordinario en la que Julianne Moore está en el baño), Godard aborda lo escatológico, territorio tabú poco transitado en el cine. La pareja no tiene hijos pero sí un perro (que en los títulos aparece bajo el nombre de Roxy Miéville), especie de ser filosófico absoluto que le otorga a la película algunos de sus más bellos planos.

No nos aventuraremos a definir el sentido absoluto de Adiós al lenguaje, pero sí podemos esbozar una hipótesis personal: más allá de la constancia elegíaca de un balance poético del siglo XX, de sus desastres (el nazismo) y de sus bellezas (la literatura, el cine…), Godard parecería decirle adiós al mundo, dar vueltas alrededor de su propia muerte que se avecina. “Estás lleno del placer de vivir. Yo estoy acá para decirte que no. Y para morir”, es una de las citas memorables de la película. ¿Antígona o el propio Godard?

Aunque el sentido de la película es incierto, su forma es igual de creativa y fascinante que siempre, un equivalente cinematográfico de los cut-up burroughianos. Beethoven, Cocteau, Ellul, Courbet, Lang y muchos otros pasaron por el gran mezclador godardiano, artista-artesano-agitador que inventó un género cinematográfico inigualable y que es el único autorizado para hacerlo, simplemente porque es el único que lo sabe hacer bien. Por consiguiente, está solo en esa tarea. Finalmente, la soledad, voluntaria o padecida, es su maldición y su genio.

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Adiós al lenguaje
De Jean-Luc Godard
Con Héloise Godet, Kamel Abdeli y Richard Chevallier

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