Un viaje al fin del mundo con Adriana Lestido

La fotógrafa Adriana Lestido viajó al llamado “continente blanco” en 2012, pero lo que encontró allí fue una serie de paisajes oscuros y brumosos, que ahora pueden apreciarse en la exposición Antártida Negra. Además, la travesía quedó plasmada en un libro de fotos y en un diario que registra los vaivenes de su experiencia.

Los Inrockuptibles
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5 min readDec 7, 2017

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Por Diego Erlan

Entre febrero y marzo del año 2012, la fotógrafa Adriana Lestido aplicó a una residencia artística para viajar por primera vez a la Antártida. No quería llevar ninguna idea preconcebida sobre lo que podría encontrarse allí, sino ir al blanco del fin del mundo con la imperiosa necesidad de cerrar un ciclo y pasar a otra cosa. Ese territorio lejano, helado, irremediablemente blanco, se percibía, en el imaginario de Lestido, como un lugar de pureza, de pasaje. Quiso acercarse a lo que sentía más parecido a la nada y escuchar lo que el espíritu del fin del mundo podía decirle. “Volver a soñar. Escuchar el viento. Ir al blanco”, escribe en los diarios de esa travesía, publicados ahora por Tusquets bajo el título Antártida Negra. Parece un oxímoron. O la historia de un fracaso. Sin embargo ese es, justamente, el desafío que presentan las fotografías de Adriana Lestido. Cualquier prejuicio se desbarata. Cualquier lugar común se quiebra y así, en esa aparente contradicción, la artista compone paisajes donde la bruma, la tierra, la nieve derritiéndose o las olas desatadas en la orilla protagonizan una serie de horizontes inciertos y misteriosos. Quizás la aparente contradicción del título de estos diarios, que es el mismo que lleva el libro que reúne su trabajo y la extraordinaria exposición que inaugura en la Colección Fortabat, sea la clave para entender y dejarse emocionar por estas imágenes. Buscaba el blanco y llegó al negro. Como una forma de lidiar con las expectativas impuestas.

Lestido admite que aunque al principio ese encuentro con el negro resultó decepcionante, finalmente fue lo mejor que pudo haberle pasado. “La Antártida es un lugar donde la muerte y la transformación están muy presentes, y por eso mismo el aprendizaje vital es enorme”, entiende la fotógrafa, quien emprende un viaje donde lo esencial es capturar el paisaje interior. Por eso no es casual que Werner Herzog haya estado tan presente en esa travesía de Lestido a través de sus libros, sus ideas y el recuerdo de sus películas, sino también en el principio de su relación con la imagen. En 1979, cuando empezaba a estudiar cine, un film de Herzog sobre unos esquiadores fue conmocionante. En ese cortometraje encontró una conexión con la totalidad, con lo universal y con la belleza de la comunión.

El primer desafío para Lestido en esta aventura llamada Antártida fue llegar. Barcos que no anclan ahí, bases militares atestadas de gente, clima cambiante, cambios caprichosos del destino hicieron que el trayecto fuera de la Esperanza a la Decepción. Y en esa ambigüedad literal (ambas son islas) empieza a articularse un sentido del trabajo. “Nada fue como lo esperaba y ese fue el mayor aprendizaje. Aprender de lo que la vida me ponía adelante, entrenar el cuerpo a lo que no podía controlar, dejarme transformar por lo que sucedía.”

El proceso de Lestido es fotografiar con luz natural, sin iluminación ni armado de ningún tipo. La luz era la luz que había allí. La que vemos en las imágenes es la luz de la Antártida en la época en que la visitó, entre febrero y marzo, llena de brumas y lluvias. “Las imágenes brumosas siempre me atraen”, confiesa Lestido, “esa bruma que borra los límites y dificulta la visión en realidad permite ver más allá de lo aparente”.

En el diario donde registró su viaje, Lestido lamenta no haber tomado más fotografías, pero también entiende que las imágenes que hizo en esos cuarenta días de travesía fueron, de algún modo, una forma de soltar su identidad, vincularse con lo diferente, entregarse a lo que no podía controlar. Una manera de honrar lo incierto, lo inesperado. “Preferible perderme en el intento que seguir siendo la misma”, escribe. “Quizás la Antártida, el fin del mundo, signifique llegar a un lugar de pasaje. El fin y el principio”, escribe ella para citar al T.S. Eliot de los Cuatro cuartetos. Aunque ciertas imágenes componen un posible acercamiento a la soledad, la incertidumbre sobre el futuro, a Lestido no le interesó trabajar ninguno de estos temas en particular. Tanto la exposición como los dos libros (el de fotografías y los diarios) son un viaje interior en busca de una transformación. “Quise llegar a una imagen de final para poder empezar algo nuevo”. Ese viaje solo puede hacerse en soledad.

Uno de los epígrafes del libro de fotografías pertenece a Salvatore Quasimodo: “Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra/ traspasado por un rayo de sol: y de repente es la noche”. ¿Qué hay más allá del fin del mundo? ¿Qué se esconde en la inquietud de las olas de un mar picado? ¿Detrás de los picos nevados y los volcanes? ¿Qué hay detrás de los acantilados en los que descansan las aves? ¿Quién habita esas casillas ametralladas por la tormenta? ¿Qué hay en las profundidades de ese océano hacia el que observa en soledad un lobo marino? ¿Quién está dentro de ese barco esfumado, lejano, fantasmal? Lestido articula cada una de estas preguntas. No tiene respuesta. Pero tampoco la busca.

Adriana Lestido
Antártida Negra

Hasta el 21 de enero de 2018 en Colección Frotabat (Olga Cossettini 141, CABA)

Antártida Negra. Los diarios
(Tusquets)

Antártida Negra. Fotografías
(Capital Intelectual)

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