Ana Paula Maia pinta el submundo de la sociedad con su estilo descarnado
La nueva novela de la brasileña Ana Paula Maia, Así en la tierra como debajo de la tierra, examina la relación entre humanos y animales con su lirismo sórdido.
Por Martín Caamaño
En “Relato de ocorrência en que qualquer semelhaça não é mera coincidência”, Rubem Fonseca narra cómo los habitantes aledaños a una ruta descarnan a una vaca luego de que un ómnibus de pasajeros impacta contra ella. A la faena se suma un policía que, amenazando con llevarse a todos presos, exige su porción de carne. De este cuento extraordinario parece irradiar la esencia de la literatura de Ana Paula Maia, o al menos de sus dos novelas publicadas en la Argentina: De ganados y de hombres y la flamante Así en la tierra como debajo de la tierra. Los materiales básicos que aparecen en el relato de Fonseca –la vaca, el comportamiento brutal de los humanos, las oscilaciones de la ley y esas zonas a las que la civilización les da la espalda– funcionan como materia prima de las ficciones de esta autora nacida en Nova Iguaçu. Pero a diferencia de Fonseca, que persigue la matriz del relato policial, Maia se vale de procedimientos más propios del western. Sus historias, narradas en un estilo prepotente y preciso –que comparte con Cormac McCarthy la cualidad de succionar lirismo de las situaciones más sórdidas– están signadas por ese shock irreconciliable producido por el encuentro con un otro al cual no se comprende, siempre en un territorio agreste y rural, irremediablemente hostil. Maia se encarga de rebajar a todos los seres vivos –humanos, animales, insectos y vegetales– a un mismo nivel. Un arroyo está “chupado por el calor intenso que lo evapora”, las hormigas “limpian” el cráneo de un jabalí, los animales se humanizan mientras los humanos se comportan y son tratados como animales: basta pensar en los extraños suicidios voluntarios de las vacas en De ganados y de hombres o en las cacerías humanas de su sucesora.
Así en la tierra como debajo de la tierra –título que arriesga una versión desesperanzada de un verso del “padre nuestro”– es un spin-off de la novela anterior. Relata los días previos del indio Bronco Gil antes de que el ganadero Milo lo lleve a trabajar al matadero donde se desarrolla De ganados y de hombres. En cambio Así en la tierra… sucede en una colonia penitenciaria en pleno proceso de desactivación, en la cual “poco quedó, ya sea contando hombres o animales”. Si el estado de excepción agambeniano se presenta “como la forma legal de lo que no puede tener forma legal”, en la colonia de Maia la ley está representada por Melquiades, el desquiciado director de la prisión, que suelta a los presos por las noches para cazarlos como animales; el oficial Taborda, que le teme más a su superior que a los propios penados y un inspector del que se aguarda su llegada. Si el grupo reducido de condenados no se fugó todavía se debe a las tobilleras que los encadenan, programadas para explotar no bien se ponga un pie fuera de los límites de la cárcel. “Las especulaciones en torno a la colonia son muchas. Lo único que se sabe es que el lugar siempre estuvo envuelto en misterios de crímenes y de desapariciones masivas”, escribe Maia. “Más de cien años atrás, cuando los esclavos que vivían acá eran, en su mayoría, torturados y asesinados, al lugar se lo conocía como el Calvario Negro”. Maia no es alegórica. No si pensamos en los últimos motines en las cárceles brasileñas o que muchos puntos del país –sin ir más lejos Río de Janeiro– se erigen sobre un cementerio de esclavos. Por último, que en tiempos de Temer e impeachment Melquiades sustituya el cuadro del presidente de la república por el cráneo de un jabalí tampoco es mera coincidencia. Señales de que la excepción ya es la norma, que la guerra civil empezó hace rato.
Ana Paula Maia
Así en la tierra como debajo de la tierra
(Eterna Cadencia)
128 páginas
Traducción de Cristian De Nápoli
