Animal, de Armando Bo

Guillermo Francella lleva adelante una historia con algunos problemas de guión y un salvajismo que no termina de salir a flote.

Por Maia Debowicz

Recordándonos el suplicio y la odisea que padeció Abraham Simpson para conseguir un donante de riñón, Antonio, el protagonista de Animal, interpretado por Guillermo Francella, debe encontrar a su salvador antes de que sea demasiado tarde. Lejos de haber sufrido una detonación de riñones por no llegar a tiempo al baño, pero compartiendo la desilusión de tener un hijo cobarde que no soporta estar cerca del cuchillo, este hombre común y obediente convive con la ambición opuesta al Elvis de La Plata: si Carlos, el protagonista de El último Elvis, ópera prima de Armando Bo, soñaba con morir igual que su ídolo del jopo y el meneo de pelvis, Arturo está dispuesto a vender su alma a lo Bart Simpson con tal de no dormir adentro de un ataúd. La desesperación del personaje lo arrastra hasta quedar atado a un par de villanos que, como buenos alumnos del lado oscuro de Milhouse, abusarán del poder que les otorga ser dueños del pagaré que vale por su alma.

Todo el encanto que le falta al guión, indeciso y ausente de sorpresas, se compensa por momentos con el ojo del director de fotografía, Javier Julia. Entre las postales de un Mar del Plata sombrío y tormentoso que escapa a la publicidad turística se cuelan secuencias oníricas donde la sangre toma la pantalla por asalto, invadiendo el plano con burbujas que nos llevan de viaje al interior de las venas de aquel ser que se está transformando en un emulo del azote de Transilvania. Esa parece ser la idea de Armando Bo: construir un ring de boxeo para que un grupo de monstruos, más cerca de Titanes en el ring que de las películas de la Universal, presuman de sus miserias y brutalidad en pos de comprobar quién será la última bestia en quedar de pie. Tal vez el problema habite en pensar a los monstruos como juguetes que no deben sacarse de su empaque original. Desde los pordioseros que atormentan a Antonio mientras leen novelas de Anagrama y portan cortes de pelo con estilo, hasta las promesas de locura desbordante que promete Francella y nunca se atreve a cumplir: no hay comportamiento animal salvo en el título. Lo que sí hay es una puesta en escena donde el egoísmo se lleva la copa. Una comedia de rematrimonio del protagonista consigo mismo.

Animal
De Armando Bo
Con Guillermo Francella y Carla Peterson