BAFICI: día 1 (Jueves 3)

Arrancó una nueva edición del BAFICI. Y ahí estamos. Esta vez daremos cuenta de ello con una tarea agitada: la cobertura, día a día, de algunas de las películas que integran su programación. No habrá orden ni lógica, sí habrá caprichos, entusiasmo, bronca, asombro o desilusión, de acuerdo al caso. Nuestro primer derrotero viene variadito: un documental sobre el húngaro Bela Tarr, los Stones Roses en la mirada alucinada de un fan, la venganza freak de The Reunion, revisamos a Frank Henenlotter y nos hacemos la noche con Nick Cave. / Por Javier Diz

Los Inrockuptibles
Los Inrockuptibles
9 min readApr 4, 2014

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Tarr Bela, I Used to Be a Filmaker, de Jean-Marc Lamoure

[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=B7u704uMCmo[/youtube]

En los papeles, un documental sobre un director húngaro que hizo una película en blanco y negro de más de siete horas no parecería ser muy estimulante. Pero como usted es un espectador del BAFICI, suponemos que sabe que Bela Tarr es un groso, y que Satantangó (como The Man from London o Werckmeister Harmony) son grandes títulos que pasaron por la muestra anual porteña. Se trata de películas que dan cuenta de una rigurosidad estética muy marcada, que combina relatos que bordean el género –hay algo de fantástico y de film noir en algunos– con un rasgo de tradición local. La noticia –vieja, a esta altura–, como lo anuncia el título de la película, es que parece que Bela Tarr no filma más. Este documental, realizado mientras el húngaro filmaba The Turin Horse, su última película, lo muestra en plena tarea, y revela eso que muchos ya sabíamos: que su talento va de la mano con la rapidez que tiene para encabronarse. Tipo de ideas firmes si las hay, Tarr no da el brazo a torcer hasta que no consigue el plano que él considera el apropiado, y si tiene que tomarse una eternidad para eso, así será. Para lograrlo, supo rodearse de un grupo fiel de colaboradores, casi una familia que lo respeta y reconoce sus caprichos, pero que también lo adora, y que siempre estuvo al pie del cañón. También es riguroso con respecto a sus ideas sobre el cine. Y hasta con él mismo: la película tiene el valor agregado de que a uno le dan ganas de ver (o volver a ver, de acuerdo el caso) el cine de quien insólitamente dice acá no reconocerse como director de cine.

> Sábado 12 a las 22.40 en el Village Caballito 4 y domingo 13 a las 19 en el Village Caballito 4. Más info acá.

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The Stone Roses: Made of Stone, de Shane Meadows

[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=bodq5EjVIU8[/youtube]

Si en 1989 hubieran existido las redes sociales –o internet, bah– de este lado del mundo también nos hubiésemos enterado de que los Stone Roses fueron algo más que la banda que entregó uno de los mejores discos de la historia del rock. Para muchos fue la banda más importante del mundo, aunque acá las radios donde el rock vivía no pasaban sus canciones. Uno de esos fue el director Shane Meadows (Dead Man’s Shoes, This is England, dos títulos que andan dando vueltas en la programación de este año). Por eso se entiende su cara de extraviado –que mantiene durante toda la película– cuando trata de explicar lo que representó para él que lo hayan convocado a filmar un documental sobre el regreso de la banda de Manchester, en 2011. El plan: un show íntimo para pocos, una gira internacional y un final a todo trapo en el Heaton Park.

La película no anda con vueltas. Luego de una breve introducción en la que los muestra hoy, diferentes a los jovencitos arrogantes que fueron alguna vez, va intercalando inserts de imágenes de sus primeras apariciones, contando la historia de su amistad y sociedad musical. Hay más de un momento interesante en ese recorrido (la entrevista televisiva que le hace una periodista y la parquedad de Ian Brown y John Squire para contestar es de una incomodidad insoportable), pero no aporta demasiado a quien ya sabe de lo que estamos hablando (tampoco es que hubo mucho: dos discos y a casa). Lo interesante es, justamente, espiar la relación de los cuatro, más de quince años después de su separación, desde el punto de vista de quien no puede creer estar asistiendo a eso. Y sí, está ese momento tenso que todos esperamos y que fue noticia mundial (Mani huyendo de un show negándose a hacer los bises y Ian bardeándolo en el escenario, poniendo en peligro ese tan anunciado concierto final en el parque. Hay que ver, otra vez, la cara de Shane Meadows luego de esto), y, claro, la música, que termina siendo lo más importante (¿hay alguna canción pop actual que logre emocionar tanto como “Made of Stone”?). Más: ver en pantalla grande esos doce minutos finales con “Fool’s Gold” es uno de esos momentos cinematográficos que nunca se podrán olvidar.

> Sábado 5 a las 23.30 en el Village Recoleta 3. Más info acá.

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The Reunion, de Anna Odell

[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=tbAFG8XDS28[/youtube]

Una de las primeras reacciones que uno puede tener al terminar de ver The Reunion es la de saber si eso que vimos es exactamente eso que vimos. Sospechamos que sí. Pero ahí vamos: investigando un poco en la Web, podemos dar con la primera información sobre Anna Odell, la particular directora sueca que llamó tanto la atención con esta, su primera película. Lo que encontramos es que hace un par de años, para plasmar su proyecto de graduación de escuela de Bellas Artes de Estocolmo, filmó en secreto una performance en la que simuló un ataque de nervios en la vía pública y tuvo que ser contenida y asistida por transeúntes primero y policía después, para luego ser trasladada e internada en un hospital psiquiátrico. La farsa tenía como objetivo exponer lo mal que funcionaba el sistema hospitalario en casos de este tipo de emergencia. Luego de blanquear que todo era una simulación, Odell tuvo que responsabilizarse por su jodita: denunciada por el hospital y por la policía, fue obligada a pagar varias multas. Claro que también salió en todos los medios locales, donde se instaló el debate sobre lo que un artista puede o no hacer y los límites en nombre del “arte”. De paso, todos se enteraron de que la misma Odell había pasado por una experiencia similar, tras un intento de suicidio cuando era muy joven. No sabemos qué fue de aquella tesis, pero nos toca toparnos con The Reunion, que es también –o parece ser–, como aquella, una ficción organizada a partir de una experiencia traumática en la vida de Anna Odell.

El relato está dividido en dos partes. En su primera mitad, la película muestra la reunión que, veinte años después, congrega a un grupo de ex compañeros de colegio que estuvieron nueve años juntos (por entonces eran niños). Entre ellos, la mismísima Anna Odell, que con nombre y apellido hace de sí misma, y que apenas comenzada la velada –y la película– lanza un speech al resto de los invitados en el que describe lo dramática que fue para ella su infancia, marcada por el bullying y la indiferencia constante que le habían procurado todos los allí presentes. La expresión y los gestos de Odell –reforzado por la idea de que estamos viendo a la actriz antes que al personaje hablando sobre ella misma– provocan, primero, cierta pena o compasión, como la del borracho aquel de la reunión navideña en The Dead, el relato de Joyce llevado a la pantalla por John Huston, pero enseguida la tensión sube y se nos viene a la memoria La celebración, la película de Thomas Vinterberg: como el resto de los invitados, en esta y en aquella película, queremos que el speech no siga, la incomodidad se vuelve insoportable y, sabemos, las cosas no pueden terminar bien. Lo interesante es, justamente, el recurso que elige Odell para concretar lo que parece ser otra insólita película de venganza (¿todos saben la historia detrás de Los Paranoicos?): la segunda mitad de la película confirma, por si hacía falta, que lo que acabamos de ver en esa primera mitad es una ficción, y muestra la siguiente etapa del plan de la directora: encara ¿de verdad? a sus ex compañeros. Así, Odell elige articular la ficción con lo que podría ser un documental sobre su vida privada, pero cuya forma tampoco llega a definirse del todo. La puesta en escena de esa segunda parte de la película está prolijamente calculada, como la primera, lo que la vuelve una especie de mockumentary. El desconcierto se amplía un poco más al chequear los créditos finales para ver quién es quién en esa incómoda segunda mitad, donde ya la directora dejó hace rato de provocarnos pena, nos parece que está un poco tocadita, y empezamos a preguntarnos si lo que está haciendo no es, de alguna manera, otra forma de violencia.

Habrá que ver si la carrera de Odell sigue por el camino del cine narrativo o si vuelve a instalarse en el terreno de la performance provocadora que mezcla el arte con experiencias personales.

> Viernes 4 a las 23.15 en el Atlas Belgrano 3 y sábado 5 a las 13en el Atlas Belgrano 3. Más info acá.

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Brain Damage, de Frank Henenlotter

[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=Y6uBO0Jrz98[/youtube]

Tres ideas necesitó el director norteamericano para colocarse en el podio de los festejados por los entusiastas del cine trash, clase b, bizarro o como más prefieran llamarlo. Pero qué ideas. Porque Henenlotter no es cualquiera. Con la trilogía Basket Case, más Brian Damage y Frankenhooker, marcó a fuego los ochenta con un cine divertido y fresco, en el que la demencia visual tenía más peso que el berretismo por deporte (sus películas, de paso, están bastante bien contadas). Tuvo un regreso muy deslucido con la flojísima Bad Biology, y dos documentales que nos morimos por ver, uno sobre Herschell Gordon Lewis y otro sobre el cine sexploitation, que seguramente pasarán por estas páginas (el BAFICI este año le dedica una retrospectiva completa, y el propio Henenlotter está presente). Pero ahora Brian Damage.

Quizás sea su película más psicodélica o extrema (si no contamos los cientos de monstruos que llenan la pantalla en Basket Case 3): una simpática pero asquerosa criatura que data del siglo XIII (¡!), necesita alimentarse de cerebros para sobrevivir, y termina “adoptando” al Brian del juego de palabras del título que, a su vez, obtiene las bondades lisérgicas del monstruito, con un líquido azul que lo suministra clavando un aguijón en medio de la nuca. Así, Brian se hace adicto a la sustancia, y carga con el bicho a todos lados, dejando un tendal de víctimas a su paso. Henenlotter manda fruta sin pudor, llegando a niveles visuales inspirados (los tonos azulados –y la música– son fuertes marcas de época), en escenas de una energía desquiciada –ayudada, también, por la performance de un Rick Hearst que tiene bastante del viejo Bruce Campbell–, con momentos de alto contenido sanguinolento y llegando a lugares de una incorrección llamativa, como la de la violentísima escena de la fellatio (pico máximo en la filmografía del director, y momento preferido de sus seguidores). Hasta se da el lujo de “dialogar” con su propia Basket Case con un cameo del protagonista (y su canastita misteriosa) de aquella.

> Miércoles 9 a las 20.40 en el Village Recoleta 10 y viernes 11 a las 21.30 en el Malba. Más info acá.

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20.000 Days on Earth, de Iain Forsyth y Jane Pollard

[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=kV9cobZP4JA[/youtube]

“La de Nick Cave”, le dicen, y está bien. Porque no es solo una película sobre el músico australiano, sino que está narrada por el mismo Cave, protagonizada por él y es él quien marca el pulso narrativo de la película del dúo de realizadores (también Cave colabora con el guión). ¿Cómo? ¿No es un documental? Bueno, en parte sí, pero su puesta en escena esquiva las convenciones del género y plantea un terreno en el que se esboza un contexto ficcional (Cave en una sesión de terapia, Cave conduciendo su auto y hablando con distintos protagonistas de su vida personal y musical, en apariciones casi fantasmagóricas, Cave almorzando con Warren Ellis, su socio desde hace varios años…) mezclado con escenas que revelan su modo de trabajo en estudio. Puesto así, parecen dos películas en una, pero entre los directores responsables y el talento absoluto del australiano construyen una película inspirada, tanto en los textos (la voz de Cave en off tiene el mismo vuelo que sus historias cantadas) como en el montaje, y cada registro se articula en uno solo: el Cave personaje y el Cave músico son el mismo, se desdoblan pero enseguida vuelven a unirse, sobre todo cuando el propio Cave se ríe de sí mismo (“qué pretencioso de mierda que era”, dice cuando recuerda que alguna vez dejó sentado que al morir donaría sus cosas para que hagan el “museo Nick Cave”) y cuando hace que sean los espectadores quienes se rían (el chiste inicial y fulminante de “Can’t Get You Out of My Head” de Kylie Minogue, en la radio). La marca imborrable de su padre, sus mujeres, sus hijos (la escena con ellos dura un minuto, pero es de lo mejor de la película), el pasado punk de los lúgubres The Birthday Party (y la anécdota hilarante de una foto), los Bad Seeds y el detalle de darle lugar a los que ya no lo acompañan (Blixa, dios de la vida, sos todo), aspectos revisados con una gracia y originalidad apabullante. ¿Hace falta hablar de la música? ¿Hace falta hablar de lo que es Nick Cave en escena? No. Todo eso también está. Y otras cosas –anécdotas­– que es mejor descubrir (ay, ese chicle). Una más: lo más hermoso y mejor que se le puede decir a una mujer lo dice el propio Cave sobre su esposa actual. Le envidiamos hasta el talento para eso.

> Viernes 4 a las 14.35 en el Village Recoleta 6 y martes 8 a las 20.40 en el Village Caballito 7. Más info acá.

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>> festivales.buenosaires.gob.ar/bafici

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