Bong Joon-ho habla de “Okja”: carne, Netflix y polémica

Presentada en el Festival de Cannes, donde inició una polémica por la inclusión en la competencia oficial de un film producido por Netflix, Okja nació pisando fuerte. La nueva película del coreano Bong Joon-ho lleva al extremo la lógica de la industria de la carne en el mundo entero. Aquí el director de The Host habla sobre su blockbuster, entre virtuoso y premonitorio, que revela las contradicciones de una humanidad que desea proteger a los animales al mismo tiempo que los devora.

Los Inrockuptibles
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7 min readAug 9, 2017

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Por Théo Ribeton

“Un nuevo Bong Joon-ho.” Podríamos comenzar por detenernos sobre lo que nos genera la expresión, o más bien sobre el presagio que ella representa: el cine de género virulento, dinámico, generoso, siempre cargado de crítica social; esas comedias humanas infiltradas en los códigos del film de terror (The Host), el policial excéntrico (Memories of Murder) o la anticipación distópica (Snowpiercer). Pero “un nuevo Bong Joon-ho” es algo más que la promesa de un buen film, esa promesa que uno asocia a una firma como condición de satisfacción garantizada. Hay una especie de perfume de nitroglicerina y fiesta detrás de ese nombre, que provoca un ruido de trampolín y es ante todo sinónimo de vuelta a la infancia. Porque si de niños se trata, el cine coreano está repleto: pequeños cuerpos heroicos que corren y saltan por doquier, esclavos enclenques reducidos a simples engranajes de máquinas, o también deficientes mentales y locos que siempre han estado presentes, incluso como chiquillos encerrados en cuerpos de adultos.

No hay solamente infancia en el software de BJH. Hay credulidad, hay ingenuidad, claro está, aunque también obstinación, maldad e insensatez. Ir a ver una de sus películas es como volver a la niñez, una mezcla de locura, alegría y violencia. Sin embargo, por primera vez, finalmente, hay algo positivo en todo eso: el héroe de su último film es… una heroína.

Me opongo a la industrialización masiva de la carne. Visité un matadero hace un par de años en los Estados Unidos. La cadencia, la cosificación total del animal, todo eso me traumatizó. Creo que seguimos siendo seres omnívoros, pero me gustaría que pasáramos a una producción razonable, más artesanal, cuidadosa del bienestar animal y respetuosa de la naturaleza

Se llama Mija y tiene unos doce años. Su abuelo, un granjero de las montañas coreanas, es empleado por una multinacional a la vanguardia de la agrotecnología que le encarga la cría de uno de sus superpigs: un animal de carga directamente creado en laboratorios genetistas, a mitad de camino entre un cerdo, una vaca y un dinosaurio, producto prometeico de una industria cárnica en búsqueda del animal perfecto, que engorda a toda velocidad, no contamina, no cuesta nada y que “tastes fucking good”, según la dueña de la empresa, Lucy Mirando (Tilda Swinton). Pero como toda hija de paisano, Mija se encariña con la bestia y comienza, ante todo, por bautizarla. “Okja es un viejo nombre femenino en desuso”, nos explica Bong en Cannes, donde fue presentado el film en medio de una atmósfera llena de controversia. Sonríe, como un niño cuando está a punto de decir una tontería: “Es como… ¿Bernadette?” Claro, Bernardette. Pero el equivalente ideal en español de lo que Bong tiene en mente sería, sin dudas, Margarita, el nombre de todas las vacas de nuestros campos. Okja, entonces, es Margarita: esa res nacida para terminar en el matadero, que un simple nombre –una individualización– alcanza para transformar en mejor amiga. Okja es la adaptación en formato blockbuster de lo que todas las hijas y los hijos de criaderos soñaron hacer al ver partir, una mañana cualquiera, “su” Margarita en un camión: extirparla in extremis de las garras demoníacas de la máquina en un acto de salvación heroico y desesperado; traerla, tras algunas peripecias, a su viejo y querido campo, y rodar juntos en el césped ad vitam aeternam.

Tilda Swinton en Okja

¿Bong-ho, anticarne? En realidad, no: “Me opongo a la industrialización masiva de la carne. Visité un matadero hace un par de años en los Estados Unidos. La cadencia, la cosificación total del animal, todo eso me traumatizó. Creo que seguimos siendo seres omnívoros, pero me gustaría que pasáramos a una producción razonable, más artesanal, cuidadosa del bienestar animal y respetuosa de la naturaleza”. Así, aquí la respuesta a por qué calificar a Okja de “primer blockbuster vegano” fue una decisión apresurada. Desde luego, la explosión del tema en los medios de comunicación, la opinión pública, los hábitos, la pop culture y demás iban a terminar por concebir un film asombroso. Y tiene todo lo que hace falta: una multinacional llamada Mirando Corporation, referencia apenas disimulada a Monsanto; una superestrella mediática, idiota útil de la industria de la comida (Jake Gyllenhaal, en un papel de bufón histriónico); ecoterroristas veganos no-violentos (liderados por un Paul Dano al que nunca habíamos visto en ese tono); un matadero cargado con el espectro de un muerto mecanizado a gran escala (eco touchy, pero asumido por el cineasta: “Si visitan alguno de esos lugares, no podrán ni siquiera pensar ahí dentro”).

Pero si Okja es el producto por excelencia de una época, lo es más como primer blockbuster flexitariano que vegano: un film cargado tanto de una pulsión protectora de los animales como de un deseo irresistible de devorarlos. Ambigua, irónica, insaciable, la película se incrusta de lleno en las incoherencias de su tiempo, a través de las de una pequeña que no quiere salvar a todos los superpigs (lejos de ser su objetivo) ni tampoco dejar de comer un buen bife, simplemente porque no trazó un vínculo entre ambas cuestiones: no es azaroso si al inicio la vemos pescando, o si casi no hay plano alguno sin gallinas u otros animales de corral de fondo.

Candidez empática y apetito de ogro: para alternar entre las dos, Bong Joon-ho no necesitaba otra cosa que la mirada de una chica: “Quería que fuera una niña, y que Okja fuese del mismo sexo. Imaginaba que esa hermandad podría representar una especie de solidaridad entre explotados”. Okja se parece a la sociedad de la que BJH es contemporáneo: él quisiera al mismo tiempo salvar a los animales y seguir comiéndolos. A pesar de la crítica social presente en todos sus films, Bong Joonho siempre mantuvo una actitud más medida y dubitativa que auténticamente revolucionaria: el activismo político corrompido encarnado por el hermano alcohólico y su antiguo mentor Fat Guevara en The Host o el triste final de la revuelta en Snowpiercer son signos de una igual desconfianza hacia el poder central y sus fallos, y hacia aquellos que se organizan para rechazarlo. Se trata de una ambivalencia a la imagen de su colaboración con Netflix, productor del film. En Cannes, el mismo fue presentado en la competición oficial pese a que en ciertos territorios (incluida Francia) no pasó por las salas. Una situación similar a la de The Meyerowitz Stories de Noah Baumbach, aunque Bong prefirió concentrar en él mismo el nudo de la polémica, probablemente a raíz de la gran dimensión que tomó Okja, más bien predestinada a las salas (un sector que, contrariamente a algunos a priori y muy a pesar de la competencia del streaming, funciona de maravillas, al menos en Corea y Francia) que a otra cosa. ¿Cómo reaccionó entonces el cineasta a las críticas que lo apuntaron (críticas que, en realidad, se creía que él mismo podría haber emitido), teniendo en cuenta su relación con el gigante del streaming ? Con total libertad: “Lamento, sin ambigüedad, que algunos espectadores hayan estado privados de ver Okja en los cines y espero que Netflix cambie de parecer”. Aunque haya precisado haber realizado el film teniendo en cuenta el formato en el que se difundiría (“con una imagen más clara, con escalas de planos diferentes”), no estamos totalmente seguros de que su contrato lo autorice a manifestarse de semejante manera.

¿Y si fuera una burla voluntaria, en el momento en el que Bong Joon-ho comienza a cerrar (dispuesto a regresar luego, quién sabe…) su paréntesis Norteamericano? Después de dos blockbusters made in USA, o mejor dicho, films mundializados, globales, tanto por el nivel del casting como por la producción, el autor siente la necesidad de volver a las fuentes: su próxima película será estrictamente coreana y, por encima de lo que demanda el mercado, un producto puro, menos abarcador y adaptable que las precedentes. Parasite: un film de horror “centrado alrededor de una familia que debe afrontar una amenaza”, dice de la manera más evasiva posible. “Es cierto, amo este género, amo el policial, amo el cine de terror y es verdad que en general me asocian a todo eso. Tengo esa etiqueta de director de cine de género, en el sentido de que pienso siempre en términos de entretenimiento. Pero el aspecto de código, de la gramática, en realidad nunca me interesó; aunque tampoco podría decir que trato de dinamitarlo, porque de hecho ni pienso en ello y no creo que mis películas tengan mucho que ver con las formas que ya existen, ni siquiera para refutarlas.”

Puede ser que tenga razón: Okja no sigue la línea de ninguna escuela y tiene aires de nunca visto, sumergida al mismo tiempo entre el horror y la caricatura, entre la chase-movie y el panfleto político, crítica y fanática a a la vez. Saca a la luz un sentimiento tan oscuro como contestatario. Como un Starship Troopers de la carne. Buen provecho.

Okja
De Bong Joon-ho
Con Ahn Seo-hyun, Tilda Swinton, Jake Gyllenhaal y Paul Dano

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