Brian Janchez sabe cuánto pesa lo cotidiano

Después de "Marisa quiere pija y otras historias de amor", Brian Janchez vuelve con “El permiso”, una compilación de las historietas que publicó en su blog y en el sitio Kamandi.

Los Inrockuptibles
Los Inrockuptibles
3 min readOct 30, 2017

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Por Juan Manuel Domínguez

Diez libros. Y diez libros que van desde el felizmente irreverente Hormigas en el culo, pequeña revolución infantil en viñetas, hasta Marisa quiere pija y otras historias de amor. Pasando, claro, por los autobiográficos McKosher, Shloishim y El sabio de Sión. La obra de Brian Janchez no solo es una de las más plenas de la historieta argentina reciente: es también una de las más poderosas, dueña de una educación sentimental y pop que nada esconde (sin que eso implique griterío con necesidad de apelar a la identificación universal) y que ha sabido crecer como pocas. La prueba más clara es su capacidad de síntesis: con el trazo negro usando los espacios con inteligencia sentimental y sentido clásico de los sentimientos, Janchez consigue comprimir aquella situación que narra logrando prácticamente destilarla, concentrar su ironías y la forma en que puede lastimar (o ser absurda, o ambas) hasta un punto invencible de sinceridad. Y una sinceridad que no solo tiene que ver con la primera persona: incluso cuando se mete en géneros, Janchez parece saber lo que hace, lo que esquiva y lo que pisa.

Ahora vuelve a autoeditarse con su Ediciones Noviembre, y lo hace con El permiso, compilación de la historieta que publicó tanto en su blog como en el sitio sobre historietas Kamandi. En un momento donde las historias del cómic nacional a veces son discusiones entre abejas, Janchez responde contando. Y lo hace con filo, con un relato sentido pero que no da concesiones a sentimentalismos (y sí a los sentimientos). El permiso comienza con una cena. Mejor dicho, una receta, con peso justo y todo, para hacer una tarta de jamón y queso. Cenan mamá, la hija y su pareja, Margarita. Desde allí, entendemos por qué mamá no hizo la tarta ese cumpleaños. Y por qué quizá no vuelva a hacerla.

En pocas páginas, en una situación que cierta historieta ha bastardeado por masticarla una y otra vez para hacer chicles globos confesionales, Janchez lacera. Cada escena es breve y brutal, aunque elegante, y es mucho más al mismo tiempo: sabe ser local, aunque podría ser de cualquier rincón del mundo, sabe crear charlas que no se sienten calculadas (pero que poseen el ritmo justo) y entiende cuánto importa en lo cotidiano el peso exacto, en gramos y en sentimiento, de una tarta de jamón y queso. Janchez es un hombre que pesa mucho más de lo que nuestra historieta cree.

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