Cannes #4: El cine de la crueldad

Los festivales de cine, con Cannes a la cabeza, siempre le piden un plus a las películas para ser tenidas en cuenta. Ese agregado –en los últimos años– parece ser la violencia explícita. Los films premiados y varios de la competencia en esta última edición así lo confirman. / Por Diego Lerer

Los Inrockuptibles
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3 min readMay 24, 2014

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¿Cómo destacarse con una película dentro de un festival enorme como el de Cannes? Esa es la pregunta que se deben hacer todos los directores y productores. Obviamente que lo más difícil es llegar a participar en el festival, pero en ambas etapas la cuestión es la misma: “¿cómo me hago notar?”

Lamentablemente uno de los formatos más utilizados últimamente es el de la crueldad cinematográfica, la decisión de llamar la atención y de hacerse ver mediante procedimientos fuertes, cruentos, extremos, que asombren y/o shockeen a los espectadores. La violencia, la misantropía, las escenas desagradables pero impactantes siempre han existido en el cine, pero en los últimos años Cannes las cultiva y las promueve. La programación parece, casi, invitar a los cineastas a ir por ese lado y les tiene reservado un lugar de privilegio.

La película ganadora de Un Certain Regard, White God (foto), del rumano Kórnel Mundruczó, narra la historia de un perro que es abandonado y que se vuelve violento en las calles de Budapest. Verlo al can en acción es notable, pero es inevitable también taparse varias veces los ojos cuando despedaza a otros animales o a personas.

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La flojísima The Search, del director de El artista, Michel Hazanavicius, utiliza la guerra en Chechenia para acumular fusilamientos, golpizas y torturas en primer plano, escudado en la violencia bélica que sin duda existió allí. La pregunta es, claro, sobre la necesidad de regodearse en ella.

Hasta cineastas humanistas como el africano Abderrahamane Sissako y la japonesa Naomi Kawase han optado por impactar al público con recursos no del todo lícitos. En Timbuktú Sissako muestra en primer plano cómo los fundamentalistas apedrean a dos personas, mientras que en Still the Water la japonesa opta por mostrar carneos de animales en primer plano durante largo rato. Otra vez: esas cosas existen en la realidad, pero distinto es enrostrarle esa violencia al espectador, tomarlo casi como rehén.

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La crueldad cinematográfica supera la sola mención de escenas fuertes. Tiene que ver también con una idea del mundo en el que, parece, a los personajes siempre le va a pasar lo peor todo el tiempo, una visión misantrópica que considera al ser humano como algo despreciable, generador y merecedor de todos los males del mundo. Eso se puede ver en incontables películas alrededor del festival, desde la muy bien recibida Leviathan, del ruso Andrei Zvyagintsev, en la que a un hombre le pasa todo lo malo que a un hombre le puede pasar y al mismo tiempo, y hasta la argentina Relatos salvajes, de Damián Szifrón, una serie de extraordinariamente filmadas comedias negras que son también un catálogo de seres humanos bastante egoístas y despreciables.

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No se quiere decir con esto que en el cine tenga todo que ser color de rosa, finales felices, gente amable e historias simpáticas, pero lo cierto es que cuando la crueldad es más un programa que una cualidad lógica de algunas personas y situaciones, cuando la necesidad de shockear es evidente en las decisiones de puesta en escena (una tortura, digamos, se puede mostrar en primer plano o dejar fuera de campo) y no algo que surge naturalmente de la película, el asunto puede volverse agotador y frustrante. Más que nada porque uno se queda con la sensación –en algunos casos– de que esas escenas fueron puestas para llamar la atención dentro del mundo del cine.

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Ese “nihilismo fashion” suma adeptos todo el tiempo. Difícil es llamar la atención con una película extraña y calma como Jauja, de Lisandro Alonso; una pequeña y elegante como The Blue Room, del francés Mathieu Amalric; o una sutil y discreta como Amour fou, de la austríaca Jessica Hausner, tres grandes películas (y cineastas) que merecían estar en la competencia oficial pero fueron relegados a la paralela Un Certain Regard y allí ni siquiera obtuvieron premios. Uno les recomendaría –en broma, claro– que si quieren triunfar prendan fuego en primer plano a una mujer embarazada y seguramente tendrán un lugar de mucho más privilegio en futuros festivales de Cannes.

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Todos los ganadores del Festival de Cannes 2014 acá.

Crónicas de Cannes: #1, #2, #3.

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