Carl Sprague decodifica a Wes Anderson
Si Wes Anderson tiene una idea a nivel visual, mi trabajo es concretarla. Ya sé, estoy diciendo una obviedad: eso es así más allá del director con el que esté colaborando. La diferencia es que Wes sabe exactamente lo que quiere. Hay un montón de cineastas que ni se preocupan por “el look” de sus películas, y la verdad es que tiene sentido, porque justamente para eso contratan diseñadores buenísimos: para que se ocupen de todo por ellos. Es lógico que los directores no tengan ni la capacidad ni la energía para resolver cuestiones visuales específicas durante un rodaje. Pero no es el caso de Wes. En sus películas, él es el jefe, a todo nivel. Se preocupa por detalles que cualquier otra persona pasaría por alto. En otras palabras, Wes Anderson es su propio diseñador de producción.
Por supuesto, esto puede ser un gran problema si uno pone su ego en juego en cada decisión. Pero si comprende que se trata nada más y nada menos que de un trabajo, estar cerca de Wes se convierte en una tarea increíblemente divertida. Y si no pregúntenle a Adam Stockhausen, quien ganó el Oscar a mejor diseño de producción por El Gran Hotel Budapest (yo dibujé los planos para la maqueta de la foto).
Nuestro trabajo como directores de arte, diseñadores o ilustradores es realizar la visión del cineasta. Obviamente, es una labor colectiva: no se dan una idea de la cantidad de gente que tiene que trabajar para que una película llegue a los cines. Pero si no hay visión, el resultado no va a hacer la diferencia, sin importar la cantidad de plata invertida ni el talento que tenga el equipo. En ese sentido, Wes es único: es pura visión.
Casualmente estoy trabajando con él ahora mismo. Nos hablamos por mail al menos una vez al día. Pero este contacto permanente no significa que Wes esté todo el tiempo controlando lo que hago, sino que, por suerte, me deja trabajar con mucho espacio. He diseñado para directores que tenían la necesidad de mirar por encima de mi hombro mientras dibujaba, y el proceso puede ser muy destructivo. Por otro lado, las indicaciones de Wes suelen ser increíblemente precisas. Si le cuesta explicarme algo con palabras, me hace un dibujo. Es más: él empieza dibujando su propios storyboards. Y hoy tiene un equipo entero trabajando en una versión animada de su próxima película para poder pensar cada ángulo, toma y sonido antes del rodaje.
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En la época de Los excéntricos Tenenbaum, en cambio, Wes todavía no tenía su proceso de diseño tan aceitado como hoy. Fui su director de arte en ese momento, y tuvimos que improvisar un montón de cosas sobre la marcha. Sin embargo, hay varias ideas de esa película –especialmente, las relativas al vestuario– que hoy son parte de la cultura popular. A eso me refiero cuando hablo de la visión de Wes Anderson.
Pero, para mí, lo más loco de trabajar en los Tenembaum fue que crecí exactamente en el tipo de mundo que Wes quería describir. Nací en el Upper East Side de Manhattan, así que lo conocía de arriba a abajo. Los personajes de Royal y Ethel eran muy similares a mis padres, a pesar de que nosotros vivíamos en una casa un poco más linda. Me acuerdo que cuando empezamos el proceso de investigación, le llevé a Wes varios álbumes de fotos de mi infancia, y sobre eso, él aportó su magia. Es el día de hoy que me cuesta reconocer dónde termina mi realidad y empieza su fantasía. Y creo a muchas personas les pasa exactamente lo mismo.
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Trimarchi
Viernes 25, sábado 26 y domingo 27 en Mar del Plata.
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