Celia Argüello Rena habla de “Sociedad” y “De cómo estar con otros”

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6 min readJun 19, 2015

Aquellos que estén abiertos a experiencias nuevas, a sorprenderse, a dejarse atrapar por espectáculos que no respondan a las expectativas con las que solemos llegar a una sala, deben ver De cómo estar con otros y Sociedad (foto). Celia Argüello Rena es pieza fundamental en las dos obras. El germen de lo que hoy es De cómo estar con otros pudo verse en el marco del ciclo Teatro Bombón: una especie de work in progress que sirvió, según las propias palabras de su creadora, que también es una de las protagonistas, “para ir acomodando el material, para ir percibiendo de qué iba la obra. Ordenar u organizar forzadamente el material a veces resulta útil, ya sea para sostener las ideas o para desecharlas. Son instancias abiertas para transitar la obra y recibir devoluciones, escuchar a los que están afuera. También nos sirvió para definir el espacio, el tipo de idea que queríamos lograr en ese espacio y el vestuario que terminamos usando”, sostiene Argüello Rena.

Nacida en Córdoba hace treinta años, licenciada en Composición Coreográfica en el IUNA, formada con Cristina Barnils y Ciro Zorzoli, creadora de Villa Argüello, una obra a la vez nostálgica y festiva que se mantuvo durante tres temporadas en cartel en el circuito porteño –entre 2012 y el año pasado–, Argüello Rena anima en Sociedad un diálogo corporal con Pablo Lugones, director y también protagonista, que rezuma enorme plasticidad y poder de sugerencia, pasando alternativamente de la atracción al rechazo, de la cercanía a la distancia. El espacio se ocupa, se comparte y se disputa palmo a palmo en los términos de una coreografía salvaje, inusual, erótica, pregnante.

Ya desde el título, De cómo estar con otros propone la experiencia de relacionarse con los demás. Tus trabajos están pensados siempre para la creación colectiva, ¿no?
Todavía celebro el teatro, o la escena, como un hecho colectivo. Creo que allí reside su poder, su fuerza y su mística. Incluso cuando hacés un unipersonal, seguramente hay un trabajo conjunto atrás para que eso suceda. Haciendo De cómo estar con otros aparecieron esas ideas: que el “estar con otros” tenía que ver con eso también, con la acción misma de hacer una obra, un ejercicio activo, político y de gran transformación que hay que defender y promulgar con responsabilidad. El material de trabajo son las personas, y lo que resulte dependerá de esa relación. Por eso digo que estar con otros es una buena base para la guerra contra la frivolidad. Defiendo ese lugar colectivo aguerridamente. No me gusta la idea del artista-genio encerrado en su cuarto craneando. No para las artes escénicas, al menos. Yo propongo una idea, tiro algunas directrices y empezamos a probar. Todos opinan, todos proponen, todos trabajamos. Incluso se critican mis propuestas y eso me obliga a reelaborar. A través de ese ejercicio se va llegando a la obra intuitivamente, de acuerdo a cómo se va construyendo el sentido. Aun con la obra estrenada, seguimos haciendo pequeños ajustes.

Cuando empezaron a trabajar para Sociedad con Pablo Lugones, ¿ya estaba la hipótesis del gran esfuerzo físico?
No, el esfuerzo físico no cobró sentido hasta que lo tomamos como tal, hacia el final del proceso. Se terminó de definir cuando alteramos el orden de los materiales y es lo primero que el espectador lee. No es una oda a la musculatura, sino un corrimiento de nuestro propio cuerpo para luego poder cruzarnos desde ahí.

¿Las funciones de Sociedad son muy diferentes? ¿De qué depende eso?
Sí, son diferentes. Y depende del cansancio de la semana, del clima, del ánimo, de cómo está la madera del piso, de la energía que venga del público, que está muy cerca, de lo que comimos durante el día… Hacer Sociedad implica sí o sí estar ahí con el otro, no hay manera de zafar. Incluso el fracaso de ese intento es algo que se debe tomar como parte de la experiencia. Tanto esta obra como De cómo estar con otros implican una actualización constante del intérprete en el momento mismo de hacerlas. Es como sostener una tela delicada que no debemos dejar caer: a veces se tensa y otras se suelta de más, se crispa o se aplana. Hay que estar ahí viendo lo que pasa y tomando decisiones entre todos, siempre dentro de la estructura que tenemos. A veces salimos contentos, otras no tanto.

“La danza es el lenguaje del futuro. En el lenguaje del movimiento está nuestra salvación.”

¿Hay modas dentro del mundo de la danza, tendencias que aparecen y se disuelven pronto?
Supongo que sí, pero ¡no sé nada de modas! No me gusta la idea de moda, me suena peyorativa. Prefiero creer que hay un discurso que empieza a hacer sentido y a viralizarse, a compartirse, a abrirse y expandirse hasta tocarnos a todos. Luego vendrán otros… Un ejemplo: si se pusiera de moda hacer obras con unas escenografías grandiosas, ¿en qué teatro de Buenos Aires entrarían? Si ni siquiera en los teatros oficiales de la ciudad hay obras de danza de coreógrafos locales… El contexto, la coyuntura, la política cultural son cuestiones que condicionan los modos de producción. Internet propaga la información, y eso hace que los discursos y las estéticas viajen más rápido, pero no se puede asegurar que peguen en todos lados igual. Por lo tanto, hay que poner más responsabilidad, más criterio y más revisión sobre lo que uno produce. No es un problema que un artista cambie de estética, mientras lo haga de manera genuina y con una elaboración para que pueda leerse en el nuevo contexto.

En tu labor como docente de danza contemporánea, ¿qué te parece necesario que los alumnos incorporen?
Las clases son, para mí, un espacio de exploración. Hay muchas maneras de hacer danza contemporánea. La improvisación o la exploración de las posibilidades del propio cuerpo es una herramienta que va a la par de los aspectos técnicos. También pongo mucha atención en lo postural y en los usos técnicos y mecánicos del cuerpo, para combinarlos con usos más expresivos o compositivos. Empecé a bailar de grande y esas herramientas me sirvieron mucho, así que me gusta transmitirlas. El que toma contacto con el lenguaje del cuerpo tiene que atravesar sus propios límites. Agradezco acompañar ese proceso.

“No me gusta la idea del artista-genio encerrado en su cuarto craneando. No para las artes escénicas, al menos. Yo propongo una idea, tiro algunas directrices y empezamos a probar. Todos opinan, todos proponen, todos trabajamos.”

¿Qué tiene hoy la danza para darle al espectador?
En algún momento, la danza contemporánea se transformó en un bicho raro y la gente empezó a tenerle miedo. Es un miedo al desconocimiento, a no entender, a no poder leer lo que está viendo… La danza contemporánea sufre el síndrome de la endogamia, eso es cierto. Pero el lenguaje del movimiento es lo más cercano que tenemos, lo más próximo. No hay manera de no poder asimilarlo, por algún lado siempre se lo puede abordar. Es un arte que demanda otra relación con lo que se ve, una relación inmediata, física, directa.

¿Cómo convencerías a alguien que no ve danza de que pruebe?
Creo que los problemas con la danza nacen de la ausencia de políticas de Estado. Como la danza contemporánea no rinde –económicamente hablando–, no encuentra apoyo. ¿Por qué no hay producciones de danza contemporánea en los complejos teatrales del Estado? ¿Por qué solo se programan obras del propio director del Ballet del San Martín, salvo la excepción de algún programa compartido con él? ¿Por qué no hay danza o expresión corporal obligatoria en las escuelas en las que sí hay teatro? Cito a Billy Elliot: cuando le preguntan qué siente cuando baila, él contesta “Solo se siente bien, por un segundo puedo olvidar todo y desaparecer. Como si sintiera el cambio en mi cuerpo, como fuego. Solo estar ahí, volando, como un pájaro, como electricidad”. Y me pongo pregonera: señora, señor, la danza es el lenguaje del futuro. En el lenguaje del movimiento está nuestra salvación.

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De cómo estar con otros
Dirección: Celia Argüello Rena. Sábados a las 21 en Apacheta (Pasco 623, CABA).
Sociedad
Dirección: Pablo Lugones. Viernes a las 21.30 en Elefante Club de Teatro (Guardia Vieja 4257, CABA).

Foto Marianela Portillo

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