David Bowie x Mick Rock
Se dice que Bowie es un maniático del control. ¿Mito o realidad?
¡Mito! De hecho, participó en algunos libros de fotos que yo edité, y siempre aprobó mis selecciones sin ningún tipo de problema. Tengo poco contacto con David: apenas nos hablamos por mail. Para mi último libro, Mick Rock: The Rise of David Bowie 1972–1973, por ejemplo, no nos sentamos juntos alrededor de una mesa ni una sola vez. Confió en mí y delegó cien por ciento la tarea.
¿Cuándo te diste cuenta de que Bowie iba a ser grande?
Entendí que iba a ser importante en el momento en que escuché Hunky Dory en vivo, que fue justamente cuando lo conocí, en 1972, en un trabajo para la Rolling Stone. Contacté a su agente, quien me invitó a su recital en el Birmingham Town Hall. Yo estaba acompañado por su plugger, la chica que tenía que convencer a las radios de que pasaran sus discos. En el libro hay una foto de David sentado en el backstage, absorto en sus pensamientos: es la primera imagen que tomé de él.
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Y ya en esa época, incluso frente a un público de quizá cuatrocientas personas, era un performer descomunal. Ese día entendí todo. Algunos días después, me invitó a su pequeña casa de Haddon Hall en el sur de Londres. Como el año anterior yo había publicado la última entrevista y las últimas fotos de Syd Barrett, David quería que habláramos de Syd.
¿Por qué creés que confía en vos?
Quizá sea por mi actitud. No soy un periodista en el sentido estricto de la palabra. Y siempre me mostré muy apasionado por su arte, por más que Bowie todavía no fuera conocido. Después del verano de 1973, obviamente todo cambió. Para ser sincero, nunca le hice esa pregunta a David… Pero, cuarenta años más tarde, creo que tuvo razón en confiar en mí. Nunca abusé de nuestra relación. Ni tampoco de la relación con Lou, Syd, Freddie y todas las otras criaturas a las que fotografié.
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