Diario de Cannes #3: Un festival cinéfilo y sin estrellas

Esta edición del Festival de Cannes se concentró más en el cine que en los nombres rutilantes, en otro capítulo más de la puja entre la calidad y los números del mercado.

Los Inrockuptibles
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4 min readMay 19, 2018

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Por Diego Lerer

Burning, de Lee Chang-dong

La presión de los grandes medios de la industria hollywoodense se hace sentir. Sus titulares suelen reflejar una sola idea con distintas frases. Esa idea tiene que ver con que casi no hubo grandes estrellas ni nombres consagrados estadounidenses en competencia. Si a eso se le suma la resistencia francesa a aceptar películas de Netflix, le dejan a Hollywood el camino libre para que diga que si el festival no cambia, está acabado.

Es curioso el problema que se presentó en esta edición. Por un lado es cierto que no hubo nombres rutilantes ni muchas estrellas globales, pero en términos generales fue una de las mejores ediciones en mucho tiempo. Las revistas de la industria pueden señalar con el dedo y decir que el mercado no funcionó como en los mejores momentos y que se sintió al festival más vacío que de costumbre. Y seguramente tendrán razón. Es obvio que un Wes Anderson o los hermanos Coen convocan mucha más atención que los casi ignotos Dvortsevoy, Hamaguchi o Lee Chang-dong, pero también es loable que Cannes haya apostado por grandes nombres de la cinefilia internacional en lugar de los “abonados” de siempre.

Ayka, de Sergei Dvortsevoy

¿Cómo se sale de este problema? Al igual que con el affaire Netflix, no hay una forma del todo clara de hacerlo. Ceder a las presiones de las industrias (la de Hollywood y la francesa) suele generar un festival de películas más rutilantes pero quizás menos interesantes. Y lo opuesto sucede cuando el eje se altera por completo. Da la impresión que Thierry Fremaux, director del festival, intentó frenar este problema presentando producciones de países no tan centrales como Líbano y Egipto pero apostando a que esas películas, por su estética más convencional, funcionaran con la industria. Y sucedió. Pero no resuelven los otros problemas: no convencen a la cinefilia y no movilizan al público. ¿Para qué están ahí entonces?

La mayor parte de los desafíos del festival la resolvieron algunos grandes nombres del cine internacional. Asia, en gran parte, elevó el nivel de la muestra gracias a los filmes de Jia Zhangke, Hirokazu Kore-eda, Lee Chang-dong y, en menor medida, Ryusuke Hamaguchi. Se puede confiar casi siempre en que ellos van a entregar su acostumbrada solidez. De Asia también, pero más cerca en el mapa, dieron presente con dignísimos y muy buenos films el kazajo Sergei Dvortsevoy, el turco Nuri Bilge Ceylan, el iraní Jafar Panahi y el ruso Kirill Sebrennikov. Ninguno de ellos, claro, levanta el termómetro de interés de la revista Variety.

BlacKkKlansman, de Spike Lee

Más dispar fue la representación europea. Los franceses no dejaron contentos a casi nadie con sus cuatro películas. Ni Christophe Honoré, ni Yann González ni Stephane Brizé, ni mucho menos Eva Husson despertaron demasiado interés, y Jean-Luc Godard no puede ser entendido dentro del cine francés: es un tesoro del cine de autor mundial que deja, de tanto en tanto, alguna muestra de sus ideas sobre el cine para la memoria histórica. A los italianos les fue un poco mejor con la encantadora película de Alice Rohrwacher y un bastante sólido regreso a su mejor forma de Mateo Garrone. Y de este lado del mapa, Spike Lee se mostró a la altura de las expectativas con su nuevo film, algo que no consiguió el promocionado David Robert Mitchell.

¿A qué debe apostar Cannes de acá en adelante? ¿A mejores películas a costa del desinterés de la industria y de la parte de la prensa que viene acá en busca de celebridades? ¿O a hacer un “mea culpa” y volver todo para atrás? ¿Habrá formas de lograr contentar a todos los que piden algo específico de Fremaux y compañía? ¿O es una batalla perdida? Es una intriga que, como siempre, no se sabe si podrá resolverse o no. Por lo pronto, y antes de las caprichosas elecciones del jurado, hay que decir que en términos cinematográficos fue una de las mejores selecciones en años. Habrá que esperar que no suceda como en 2016 cuando casi no hubo coincidencia entre las premiadas y las preferidas por la crítica. Uno piensa que no debería ser tan difícil y que las mejores películas deberían ser las ganadoras. Pero casi nunca pasa y seguramente no sucederá en esta edición.

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