¿Dónde está Santiago Maldonado?

La desaparición forzada de Santiago Maldonado y las responsabilidades que le caben al Estado argentino cuando se trata de reprimir a sus ciudadanos parecen dividir una vez más las aguas al interior de una sociedad polarizada.

Los Inrockuptibles
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3 min readSep 1, 2017

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Por Matías Capelli

La pregunta se propaga por estos días, se vuelve consigna, pintada escrita de noche a las apuradas en un paredón, se vuelve archivo jotapegé, se vuelve cartel impreso en una hoja A4 y sostenido en alto en una marcha multitudinaria pidiendo por su aparición. ¿Dónde está Santiago Maldonado, visto por última vez durante un desalojo a manos de la gendarmería de un campo en Chubut ocupado por una comunidad mapuche? ¿Dónde, en qué lugar? ¿Está vivo? ¿Muerto? ¿Dónde está? Es escalofriante, la pregunta; cala hondo, hasta el hueso, porque en ella, porque en el caso de Santiago Maldonado, pareciera actualizarse, pareciera cifrarse la historia de un Estado, el argentino, caracterizado por perder la chaveta como un perro rabioso. No es simplemente un Estado que mata, un Estado que reprime, un Estado que, a la primera de cambio, aprieta el gatillo.

El joven bonaerense, estudiante de Bellas Artes en La Plata, se había ido a vivir a El Bolsón poco tiempo atrás y se ganaba la vida como artesano, tal como se encargan de remarcar algunos medios (“el caso del artesano”, lo llaman). Maldonado simpatizaba con la causa mapuche, pero no era un activista, ni un militante de trayectoria. Y, sobre todo, no era mapuche. ¿Qué hubiera pasado si Maldonado fuera mapuche, indio, y no un joven bonaerense de barba y pelo largo? Pero esa no es la pregunta que hay que hacerse ahora, no: ahora la pregunta es “¿dónde está?”.

Decíamos el mes pasado (en esta nota, publicada en la edición de agosto de Los Inrockuptibles) –nos preguntábamos, en realidad– si el gobierno tendría la espalda política suficiente para cargarse algún muerto por la represión. Era solo cuestión de analizar la progresión de los hechos, de acercar el termómetro al cuerpo social, de recordar que estamos hablando de un Estado, el argentino, con un largo prontuario a la hora de asesinar a sus propios ciudadanos. Se la veía venir.

Cada uno sabrá de qué lado está, o al menos qué tipo de preguntas se le cruzan por la cabeza cuando escucha el nombre de Santiago Maldonado.

¿Pero una desaparición? ¿Justo ese concepto escalofriante, esa incertidumbre, ese no saber? ¿Justo esa palabra? También decíamos que bajo este gobierno en particular los antecedentes del Estado argentino podían cobrar un cariz más siniestro porque estaba haciendo un uso electoral de la represión, tal vez con la certeza de que a una buena parte de la sociedad o no le importa o mira con agrado un poco de palo y gas. Pero un muerto ya es otra cosa. Y un desaparecido –bueno, ni hablar.

Claro que bajo el kirchnerismo pasó lo de Luciano Arruga (asesinado por la policía, cinco años desaparecido su cadáver), y también lo de Julio López. Pero no se convirtió en una divisoria de aguas porque la oposición estaba a la derecha del gobierno, y el asunto, lamentablemente, quedó relegado a un reclamo de la izquierda y de ciertos organismos de derechos humanos.

En cambio ahora pareciera que el caso Maldonado divide a la sociedad en dos. Medio país se pregunta dónde está, y hay medio país al que le causa indiferencia, cuando no desconfianza: algo habrá hecho, andaba en cosas raras, tenía literatura revolucionaria en su biblioteca, formaba parte de una organización subversiva, mirá esa barba, quién lo mandó a juntarse con mapuches, debe estar escondido en Brasil, dicen que se fue haciendo dedo, lo vieron en Entre Ríos, etcétera. Cada uno sabrá de qué lado está, o al menos qué tipo de preguntas se le cruzan por la cabeza cuando escucha el nombre de Santiago Maldonado.

> santiagomaldonado.com

Nota publicada en la edición de septiembre de Los Inrockuptibles.

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