¿Dónde estabas cuando murió David Bowie?
En el libro Como un golpe de rayo, el crítico y periodista Simon Reynolds desmenuza el origen del glam rock y su influencia en la música actual. Extracto exclusivo sobre el día de la muerte de David Bowie.
Por Simon Reynolds
10 de enero
¿Dónde estabas cuando murió David Bowie?
Yo estaba justo aquí. Sentado delante de esta computadora, llegando al final de este libro. De hecho, estaba escuchando Outside, el disco experimental de Bowie de 1995, una placa conceptual que trata en buena medida de la muerte, cuando comenzaron a llegar los primeros tuits.
¿Cómo te sentiste al enterarte de la muerte de David Bowie?
Mi hija de nueve años, Tasmin, que a lo sumo tenía una vaga idea de quién era David Bowie pero sabía perfectamente en qué había estado tan ocupado durante los últimos dos años, le preguntó a mi esposa: “¿Papá está bien?”. De algún modo, la noticia no me dejó atónito, ni siquiera me tomó por sorpresa. Dado que había escrito acerca de The Next Day al momento de su lanzamiento, era consciente de que el tema de la muerte hacía sentir su duro peso sobre la conciencia de Bowie. La decisión de llamar a su siguiente disco Blackstar (reseña) y dar a las canciones nombres como “Lazarus” parecía una prolongación natural de ese ánimo crepuscular y aprehensivo. Por otra parte, el hecho de haber buceado como historiador durante tanto tiempo en su obra y su tiempo había tenido el curioso efecto de ubicarlo de alguna manera en el pasado.
“Los distintos preparativos de Bowie para mantenerse en nuestros ojos y oídos, corazones y rankings, también parecen un desesperado intento por engañar a la muerte, una suerte de posteridad mediática.”
Lo que sí me impactó fue el profundo movimiento de consternación, dolor y celebración que su muerte suscitó durante las siguientes cuarenta y ocho horas y las semanas siguientes. De pronto aparecían millares de personas con versiones absolutamente distintas de Bowie, una figura que había significado un cambio en sus vidas o que representaba para ellas una fuente de inspiración. Circuló mucho una frase erróneamente atribuida a Simon Pegg –“si hoy te sientes triste, recuerda que la Tierra tiene más de cuatro mil millones de años de historia y de alguna manera lograste existir en la misma época que David Bowie”– que capturaba el tono y daba la nota en su mezcla de gratitud y autocelebración. Para muchas personas del mundo, fue Bowie más que ninguna otra persona quien hizo del siglo XX un tiempo interesante para vivir. En parte, lo logró por su incesante interés y por saber comunicárselo a sus seguidores, ya sea bajo la forma de las distintas obsesiones que manifestó en distintos puntos de su carrera como en términos de una actitud general de intrépida curiosidad. Al punto de contagiarles, casi, la enfermedad de la inquietud mental.
A la muerte de Bowie sucedieron un festín instantáneo, un exceso de información, análisis, reacciones… imágenes, videos, temas. Fue un ejemplo extremo del modo en que nuestra cultura de archivo en ocasiones puede restarle historia a las cosas: no solo se desvanece la sensación de que las cosas suceden en una secuencia cronológica, sino también el carácter improvisado y aleatorio de esa secuencia. Todo tiende a parecer mucho más magistral y planificado de lo que realmente fue, como si respondiera a un mandato. A lo largo de su carrera, fueron muchas las oportunidades en que los críticos y sus seguidores temieron que Bowie estuviera acabado, no tuviera nada más para dar ni un nuevo lugar adonde ir. El propio Bowie llegó a pensarlo en algunos momentos. El suyo fue un acto de equilibrio cultural en altura, sin ninguna idea de dónde terminaba la cuerda ni cuánto podría sostenerse sobre ella. (…)
“A la muerte de Bowie sucedieron un festín instantáneo, un exceso de información, análisis, reacciones… imágenes, videos, temas. Fue un ejemplo extremo del modo en que nuestra cultura de archivo en ocasiones puede restarle historia a las cosas.”
La muerte asola la obra de Bowie, desde la canción “Please Mr. Gravedigger” de su primer disco, pasando por el cover de “My Death” de Brel, hasta el apocalipsis macabro de Diamond Dogs y “The Hearts Filthy Lesson” de Outsiders, con su imaginería de “un fantástico abismo de muerte”. “Enfrenten un cadáver al menos una vez en sus vidas”, aconsejaba Bowie a los lectores de Esquire en 2004. La muerte se volvió inusualmente vívida para él luego del infarto que padeció en 2003 y la cirugía a la que debió ser sometido.
Debilitado, Bowie se retiró de la vida pública por diez años. Cuando regresó, lo hizo con un disco literalmente mórbido, The Next Day. El título parece hacer referencia al modo en que nos comportamos dando por sentado que siempre habrá un día después, hasta que ya no lo hay; a lo difícil que resulta vivir siendo completamente consciente de la rapidez con que pasa el tiempo y estar a la altura del carpe diem.
La mayoría de las canciones de The Next Day tratan acerca de dos temas entrelazados: el estrellato y la muerte. Al momento de grabar The Next Day, Bowie no sabía que tenía cáncer, pero al oírlo uno se pregunta si tal vez no tenía alguna premonición. Cuando al final lo supo, la mala noticia desencadenó en él un estallido de creatividad que lo llevó a enfrentar nuevos riesgos. Su decisión de entregar una declaración final lo más inmaculada posible –a pesar de las extenuantes sesiones de quimioterapia y una media docena de infartos– no solo tuvo por resultado su último disco, Blackstar, sino también el musical Lazarus, y varios lanzamientos póstumos que dejó preparados para 2017 y los años subsiguientes. Los distintos preparativos de Bowie para mantenerse en nuestros ojos y oídos, corazones y rankings, también parecen un desesperado intento por engañar a la muerte, una suerte de posteridad mediática. (…)
Bowie no quiso que se celebrara un funeral público en su honor. Fue cremado en soledad y su familia se encargó de esparcir sus cenizas en una ceremonia budista celebrada en Bali. La ausencia de una despedida pública parece decir: estos restos no son “David Bowie”. La persona que amaron y admiraron está por doquier, en todas partes salvo aquí, viva en los millones de discos e imágenes, ecos y reflejos.
Como un golpe de rayo
El glam y su legado, de los setenta al siglo xxi
Simon Reynolds
(Caja Negra) 704 páginas
Traducción de Hugo Salas
> cajanegraeditora.com.ar
Leé la entrevista que le hicimos a Reynolds en el número de mayo de Los Inrockuptibles.
Escuchá las canciones favoritas del glam de Simon Reynolds en esta playlist.