“Eden”, de Mia Hansen-Løve

Los Inrockuptibles
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5 min readSep 28, 2015

Es su película más ambiciosa, un proyecto íntimo, muy personal; por primera vez va a abordar una época histórica precisa, con todos los desafíos de reconstrucción que eso implica. Mia alcanza acá otra dimensión”, nos decía Charles Gillibert, productor de Eden, sobre el nuevo proyecto de Mia Hansen-Løve, durante el rodaje del film en Nueva York, donde se realizaban algunas de las escenas de su nueva película: una historia de amor, juventud y música inscrita en un movimiento musical particular que marcó los años 90–2000. Se trata de una apuesta muy arriesgada, porque ningún cineasta se había propuesto contar ese momento de la historia de la música francesa, en el que emerge una nueva ola de DJ y de compositores que formarían lo que ahora llamamos el “French Touch”. Una generación que contaba entre sus filas con un tal Sven Hansen-Løve, el hermano de la directora, siete años mayor que ella. Él estaba en la escuela cuando descubrió la house de Chicago y su versión garage, una mezcla de cantos góspel y ritmos electrónicos que decidió difundir en Francia. Se volvió DJ, y luego promotor, junto con sus amigos, de las fiestas Cheers, que monopolizaban la noche parisina hacia fines de los años noventa; se relacionó con todos los grandes de la movida, conoció la gloria, los excesos, la embriaguez de la noche, luego la caída, inevitable a medida que el garaje pasaba de moda. Lanzó su sello en el momento en que la industria del disco se desplomaba, vio a algunos de sus amigos morir por culpa de las drogas y atravesó una violenta angustia amorosa. Eden es su historia.

Tras años de encarar la producción de la película, Mia me habló de su intención de contar esa época”, explica Sven Hansen-Løve. “Yo empezaba a alejarme de la música, mi sello estaba en quiebra y había perdido la fe. Escribir la película con ella fue una manera de terminar de dar vuelta la página, de dedicarme a lo que realmente quería: la literatura.

“Hay algo en esa generación que me fascina: una candidez, una forma de vivir por completo la fiesta, de no anticiparse a nada, una inocencia que me parece que hoy está un poco perdida.” (Mia Hansen-Løve)

Un deseo de ruptura compartido por su hermana, quien tenía la sensación de estar encerrada en un ciclo con sus tres primeras películas: Todo está perdonado, El padre de mis hijos y Primer amor. “Quería romper con cierto tipo de emoción, con el tema del duelo que estaba en el centro de mis películas anteriores”, cuenta la cineasta. “Aunque la idea de pérdida esté en Eden, el relato es llevado por una energía y una euforia nuevas. Sentía que necesitaba abordar este otro aspecto de mi juventud, más luminoso, más relacionado con las fiestas de Sven que yo frecuentaba mucho. Hay algo en esa generación que me fascina: una candidez, una forma de vivir por completo la fiesta, de no anticiparse a nada, una inocencia que me parece que hoy está un poco perdida. Era una forma de utopía, aunque anunciaba la melancolía que vendría después, ya que esa forma de relacionarse con la vida no podría sostenerse durante mucho tiempo.

Los hermanos se reunieron para escribir el guión, mezclando sus recuerdos con la ficción. Inventaron a un personaje –Paul, álter ego de Sven–, cuyas aventuras seguimos desde mediados de los años noventa hasta hoy, de París a Nueva York, en un fresco novelesco atravesado por los grandes nombres de esta generación: los muchachos de las fiestas Respect, en el club Queen, los chicos de un Daft Punk naciente o incluso David Blot y Mathias Cousin, autores de la historieta Le Chant de la Machine. Con todo esto hicieron una película sobre bandas con sus amistades, sus rivalidades y los fracasos sentimentales. “No me fijé ningún límite en la escritura, ni en mi relación con las mujeres, ni con la drogas o nuestros excesos. La idea era no caer en la idealización ni en la nostalgia, sino captar las emociones de una época”, describe Sven.

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Esa época tenía su banda sonora, house y garage, que los autores intentaron integrar desde el comienzo al centro del relato. “Las canciones son el hilo conductor de la película, con sus subidas y bajadas. Cuanto más lo pienso, más tengo la sensación de hacer una comedia musical”, dice Mia Hansen-Løve, quien contó con los contactos de Sven para obtener los derechos musicales: desde Daft Punk –quienes cedieron tres canciones “por una suma simbólica”– hasta Sueño Latino, pasando por Terry Hunter, un DJ de culto de Chicago a quien la cineasta le propuso hacer de sí mismo. “Tuve mil propuestas para hacer películas sobre este tema, pero Sven era realmente el tipo adecuado. Tiene tanta pasión por la música, y además, vivió el interior de esa época loca, en la que los DJ eran adulados como estrellas de rock. ¿Cómo podía rechazar eso?”, nos dice el propio Terry Hunter.

De la escritura a la preparación, todo fue muy rápido para la cineasta. Hasta que los problemas empezaron, esos “dos años infernales”, como ella los llama. Dos años durante los cuales se chocó contra la rigidez de las instituciones, por tratarse de algo demasiado largo, demasiado costoso, demasiado generacional: el proyecto Eden asustaba a todo el mundo. “Fue un momento complicado, había que hacer sacrificios permanentemente. Tuve que cortar la película, que al principio duraba cuatro horas, renunciar a rodar en fílmico, abandonar lugares de rodaje para ajustarme a un presupuesto de 4 millones de euros. Pero a partir del momento en que nos dieron luz verde, entré en un estado de euforia: había visto morir tantas veces la película que tenía aún más energía”, cuenta Mia.

Me acuerdo de la despreocupación de esos años, en los que no teníamos angustias, obligaciones, donde el tiempo avanzaba a una velocidad loca. Y me pregunto hoy cómo pude hacerme tan pocas preguntas…” (Sven Hansen-Løve)

La directora reunió a jóvenes actores poco conocidos, que constituyen la banda cercana al personaje principal, a la que se le sumará una constelación de papeles secundarios, entre los que aparecen Vincent Lacoste, Laura Smet y Greta Gerwig. “Interpretamos a tres mujeres que en distintas épocas pasaron por la vida de Paul y tuvieron un papel en su recorrido sentimental”, cuenta Laura Smet, quien se considera sensible frente a la dimensión autobiográfica del guión. “Me emocionaba mucho la historia de una persona a quien el éxito desmoronó, y la idea de que su hermana le rindiera homenaje años más tarde. Mientras filmábamos en el antiguo estudio de Sven, con sus viejos vinilos, y el decorado reconstruido, podíamos palpar el vértigo entre lo real, la historia de Sven y la ficción.

Reencontrar los lugares originales, buscar indicios de una época, fue uno de los deseos de Mia Hansen-Løve, quien defiende su gusto por el realismo: “En todas mis películas me mantengo en esa forma de verdad, en el cuidado de los detalles, de la cotidianeidad. Para mí, ahí está lo poético”. Sven, por su parte, cierra un círculo que, a pesar de una sensación de sueño cumplido, lo lleva a reflexionar con un dejo de melancolía en sus palabras: “Me acuerdo de la despreocupación de esos años, en los que no teníamos angustias, obligaciones, donde el tiempo avanzaba a una velocidad loca. Y me pregunto hoy cómo pude hacerme tan pocas preguntas…”.

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Eden
De Mia Hansen-Løve
Con Félix de Givry y Pauline Etienne

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