Entrevista a Ana Katz

Después de pasar siete años alejada de los escenarios, la actriz, dramaturga y directora Ana Katz vuelve al ruedo con Pangea, una obra sugestiva sobre los viajes como espacios de transformación y conocimiento. Echando mano a influencias cruzadas, con una escenografía original y músicos en vivo, Katz explora una nueva manera de acercarse a sus entrañables personajes. / Por Alejandro Lingenti

Los Inrockuptibles
Los Inrockuptibles
5 min readMar 20, 2014

--

-

E l viaje iniciático tiene una larguísima tradición en la literatura. Basta con citar la Odisea de Homero o El Quijote de Cervantes. Luego de recorrer un largo y sinuoso camino, los protagonistas de esas historias terminan transformados, refundan su sensibilidad y su carácter. Y eso es lo que precisamente le ocurre a Diana, la protagonista de Pangea, la notable nueva obra teatral de Ana Katz, en la que las palabras no casualmente ocupan un lugar importante: en medio de las peripecias que vive una mujer injustamente expulsada de su entorno habitual, aparecen largas discusiones sobre Juan Rulfo y la literatura latinoamericana, menciones a Roberto Bolaño, citas de Gilles Lipovetsky… Dice ella: “En desorden y por razones distintas, podría decir que, para mí, en la construcción de este obra, fueron importantes influencias muy disimiles: Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, los cuentos “Sensini”, de Bolaño, y “No oyes ladrar los perros”, de Rulfo, las películas El rayo verde, de Eric Rohmer, y La vendedora de fósforos, de Aki Kaurismaki. ¡Qué mescolanza!”.

En Pangea, protagonizada por Jimena Anganuzzi, Mario Bódega, Verónica Hassan, Iair Said, Mariano Sayavedra y Susana Varela, también hay música ejecutada por un dúo protopunk de bajo y batería cuyas intervenciones recuerdan al estilo desarticulado, rudimentario, pero pleno de groove de las gloriosas ESG neoyorquinas y una escenografía sugestiva y funcional ideada por Rodrigo González Garillo. En un principio, Katz pensó en estrenar la obra en el Museo de Ciencias Naturales que funciona a metros del Parque Centenario, pero finalmente no llegó a un acuerdo con las autoridades del lugar y desembarcó en la espaciosa Sala AB del Centro Cultural San Martín. Para conseguir los muy buenos resultados que logró, trabajó con su elenco a lo largo de un año, ensayando tres veces por semana. “El tiempo es para mí un elemento fundamental: ir, volver, cambiar, retomar…”, explica. “Pero hablo de un tiempo activo en el que se trabaja mucho. Me gustan los ensayos de investigación profunda, no doy mucho lugar para las excusas: que ayer tuve frío, que hoy llego tarde, que mañana no vengo… Siempre trato de salir de esos lugares que te empantanan, de esas zonas superficiales que suelen encontrarse con frecuencia en el teatro independiente. No me gustan para nada esos lugares opacos. El de la dirección debe ser un lugar de comprensión, pero también de impulsar el trabajo a conciencia”, acota.

[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=PqF8D1DHaJk[/youtube]

Estuviste siete años alejada del teatro. ¿Alguna teoría al respecto o fue pura casualidad?
El teatro es un compromiso constante, moviliza, te acerca a la gente con la que trabajás y a largos períodos de investigación y búsqueda. Necesito tiempo para desarrollar un proyecto de teatro. Después de Lucro cesante, que tuvo tres años seguidos de funciones, viajé bastante, filmé y tuve dos hijos. Cambió mucho mi vida y mi manera de mirar. Y pensaba que necesitaba involucrarme mucho con una idea para desear volver. Me pasó con Pangea de inmediato, ni bien empecé a escribirla. Y ahora siento que estoy más preparada que antes para experimentar ese compromiso.

La personalidad de la protagonista de la obra cambia notoriamente a medida que avanza en su recorrido. ¿Cuál te parece que es la transformación más importante en su temperamento una vez finalizado el periplo?
Diana rompe con los reclamos y acusaciones de su entorno y se aleja. Viaja, duda, declara su amor, exagera en sus posturas y, sobre todo, se anima a experimentar el encuentro con los otros. Al final, ella se descubre como una mujer particular. Y pareciera que la singularidad no es, a priori, una posibilidad para la mujer. Diana celebra pequeños cambios invisibles para el mundo pero sustanciales para ella.

¿La idea de introducir la música de la manera en la que está presente en la obra apareció en un primer momento o durante los ensayos? ¿Qué era lo que te interesaba de la ejecución en vivo?
Trabajé con Nicolás Villamil en todas mis películas y obras. Lo quiero, es mi gran amigo. Me sorprende su facilidad para entender el corazón de lo que pretendo contar. Cuando le llevé el texto, se lo dejé y le dije “pensá tranquilo, tomate un tiempo”. Y a los pocos meses se sentó al piano y me mostró lo que había imaginado. Y me encantó. Finalmente le propusimos a Mariano Sayavedra, actor del elenco que también es músico, que tocara el bajo eléctrico en escena. Para mí, el sonido del bajo está muy relacionado con la emoción en el estómago, las fiestas ajenas y los pálpitos. Mariano toca el bajo y actúa durante toda la obra. Y Verónica Hassan lo acompaña en la batería. Todo esto fue surgiendo en los ensayos.

“Siempre trato de salir de esos lugares que te empantanan, de esas zonas superficiales que suelen encontrarse con frecuencia en el teatro independiente. No me gustan para nada esos lugares opacos. El de la dirección debe ser un lugar de comprensión, pero también de impulsar el trabajo a conciencia.”

¿Te parece que hay algún tema que recorre toda tu obra, en cine y teatro, uno o más tópicos que nunca están ausentes?
Sí, sin dudas. Los viajes como espacios de transformación, los momentos en que todo se desacomoda y se genera una fisura, una oportunidad de cambio. Los amores intensos, la dependencia en el amor. La familia y sus códigos. El mundo con sus reglas, cada vez más rígidas, y las personas pequeñas o empequeñecidas intentando lograr un sueño. En fin, creo que los temas no son tantos, la cosa es cómo nos sumergimos en ellos y la sinceridad con la que los enfrentamos.

La información de la obra está cuidadosamente dosificada. No sabemos con absoluta claridad por qué echan a Diana ni por qué más de una vez la llaman “Selva”. Las pistas sobre su recorrido geográfico son leves, las relaciones entre los personajes no son obvias. ¿Qué era lo que te interesaba de eso?
Tal vez la posibilidad de trabajar en un plano menos concreto y más sugerente, como las impresiones que dejan los sueños, o la memoria desdibujada en el tiempo. Hubo un período muy largo de trabajo, junto a los actores, donde busqué un tono particular, corrido del realismo. Pangea recorre la vida de una persona. Y entiendo que las vidas son recortes de períodos confusos en los que la temporalidad suele alterarse.

¿Estrenar en un lugar como el Centro Cultural San Martín representa algún tipo de presión extra?
Presión no, pero orgullo sí. Iba de chica con mis padres a ver teatro al centro cultural y tenía esos famosos afiches pegados en mi cuarto. La arquitectura de los halls y las escaleras, la espacialidad de la Sala AB… Son todos elementos que recuerdan la necesidad de una cultura más activa, más coparticipativa. Las expresiones artísticas se presentan de forma cada vez más escondida, y eso es terrible. Me gustan estos espacios ideados por gente que creía en el arte y la cultura, capaces de convocar un amplio espectro de personas con ganas de pensar a través del teatro, de la música.

-

Pangea
De Ana Katz
Con Jimena Anganuzzi, Mario Bódega, Iair Said y Verónica Hassan.
De jueves a domingos a las 20.30 en el C.C. San Martín, Sarmiento 1551.

--

--

Los Inrockuptibles
Los Inrockuptibles

El medio para los que hacen — Música, cine, libros, artes y más.