Entrevista a Analía Couceyro

Los Inrockuptibles
Los Inrockuptibles
Published in
6 min readJun 14, 2014

Analía Couceyro no es cualquier actriz. Los que la vean sobre un escenario enseguida se van a dar cuenta. Tal vez sea su cuerpo: una delgadez a lo Pina Bausch y un rostro cargado de gestos, como si la boca, los ojos y las cejas expresaran cosas distintas. O tal vez sea su forma de actuar: lejos del realismo costumbrista, Couceyro maneja un registro exasperado, quizá deudor del expresionismo alemán. Arriba del escenario, Analía-Nosferatu es un “cuerpo erotizado”, diría su maestro Ricardo Bartis.

El rastro tampoco es cualquier obra. Basada en la novela homónima de la gran escritora mexicana Margo Glantz, el monólogo gira en torno a una pregunta existencial: qué se siente en el velorio de un hombre al que se amó, pero al que el odio y el tiempo fueron convirtiendo en un extraño. El texto empieza en el momento en que Nora García llega al velatorio de Juan, un reconocido pianista que fue su pareja años atrás, y descubre que no siente absolutamente nada. A partir de ahí, se sumerge en un monólogo interior, a la vez esquizofrénico y elegante, en el que se mezclan recuerdos, anécdotas, personajes y objetos. Sí, los objetos son fundamentales: las flores, la ropa y, especialmente, los zapatos, se filtran en el relato y alivianan un poco el drama de la muerte. A través de este descenso a los infiernos, Nora, quien siempre imaginó que Juan iba a morir como un perro, termina preguntándose si no es ella misma la que va a morir así. Esa es la gran transformación del personaje: ella, que se creía inmune, va cayendo en la desesperación y pide que por favor alguien le dé el pésame.

Llegué a Margo por casualidad”, dice Analía Couceyro. “Venía leyendo mucho a Mario Bellatin, y leyéndolo a él, y también en alguna entrevista suya, se me empieza a aparecer el nombre de Margo Glantz (de hecho, ellos son muy amigos y hay algún texto donde la nombra como personaje). La googleo y veo que es una reconocida escritora mexicana, y entonces decido buscar algo de ella. Voy a una librería y me dicen que tienen dos libros; los dos suenan interesantes, así que compro el más barato. Era El rastro. Me atrapó la forma de su escritura, su musicalidad, y la voz como forma de habla y de pensamiento, unos devaneos de cabeza y corazón femeninos muy definidos. Después leí más cosas suyas, es una escritora preciosa, pero ahí, en El rastro, estaba latente el personaje y la obra.

“Tantanian estuvo desde un principio, y él se entusiasmó enseguida. Nosotros somos muy amigos, entonces había una confianza total en su mirada artística, pero también algo amoroso en transitar este material juntos.”

A Couceyro siempre le gustó trabajar a partir de textos literarios. Escritores como Osvaldo Lamborghini, Arlt y Witold Gombrowicz son algunos de sus favoritos para dar clase. Fue la protagonista, además, de la versión escénica de Las islas, de Carlos Gamerro, con dirección de Alejandro Tantanian (que ahora dirige El rastro). Y en su unipersonal anterior, Tanta mansedumbre, trabajó con textos de la escritora Clarice Lispector. “Mi relación con la literatura es constante y su vínculo con mi trabajo teatral también. Hace años que uso distintos materiales literarios para el trabajo con mis alumnos en el IUNA; es algo que entreno mucho, el vínculo del actor con la palabra escrita, como una herramienta muy poderosa. Por otro lado, siempre pienso que actuar es robar, y es robar de las personas que uno conoce o de la señora que te atiende en la guardia, y también de la música, de las fotografías y, por supuesto, de la literatura. Tengo todos mis libros subrayados y creo que en esas frases hay disparadores de actuación; algunos esperarán años hasta encontrar su cauce, y otros quizá solo queden como campo de asociación en una frase improvisada”.

Margo Glantz y Clarice Lispector tienen varios puntos en común: son, por lo pronto, escritoras que traen a primer plano el universo femenino y abordan temas filosóficos siempre entremezclados con observaciones cotidianas y banales. Si en Tanta mansedumbre el leit motiv era la metáfora del huevo y la gallina, acá la obsesión del personaje pasa por el corazón, que condensa al mismo tiempo el amor y la muerte. “El corazón tiene razones que la razón no entiende”, repite Nora frente al cuerpo de su antiguo amante, y es inevitable preguntarse: ¿por qué el amor se siente en el corazón? Pero la vemos a Nora ante el cajón, ante ese cuerpo ahora extraño, obsesionada con el bigotito de Juan, y surgen entonces otras preguntas, las incómodas: ¿quién es ese que está ahí?, ¿cómo hay que comportarse frente a la muerte?

“Mi relación con la literatura es constante y su vínculo con mi trabajo teatral también. Hace años que uso distintos materiales literarios para el trabajo con mis alumnos en el IUNA; es algo que entreno mucho, el vínculo del actor con la palabra escrita, como una herramienta muy poderosa.”

Para este texto cargado y complejo, hubo que pensar un proceso de adaptación. Couceyro: “El texto de la obra de teatro es textual de la novela, no hay cambios; lo que sí hay es un trabajo de ir entresacando, ir dejando afuera fragmentos muy bellos pero que dilataban demasiado. Solo hay un pequeño agregado que es de otra novela de Margo, donde habla de los zapatos de taco alto. Pero al leerla bastante uno sabe que los zapatos son una obsesión de Glantz que podría estar en cualquier lugar de su obra (y de la cabeza de Nora). Después, Tantanian corrigió la primera versión y vino muy bien, porque él todavía estaba más afuera y tenía más claridad. Creo que el carozo del personaje, su esencia, se me apareció cuando leí por primera vez la novela: esa lucha constante del personaje entre entregarse al dolor y al horror, y distanciarse o distraerse”.

Si en Tanta mansedumbre Couceyro se había hecho cargo de la dirección, en esta obra “Tantanian estuvo desde un principio, y él se entusiasmó enseguida. Nosotros somos muy amigos, entonces había una confianza total en su mirada artística, pero también algo amoroso en transitar este material juntos. Pasó algo parecido al convocar a Rafael Delgado para que compusiera la música y toque el cello en escena; es un gran artista y un amigo, así que todo se vuelve familiar. En Tanta mansedumbre había trabajado sola, pero era otra época mía, mucho más autogestiva; ahora creo que necesito mayor contención. No quería perderme lo que podía aportar la mirada (y la oreja, es un trabajo muy musical) de Alejandro”. Es que lo musical no está solo en los sonidos de un violonchelo disonante, que le permiten a Nora distraerse del drama (como lo hacían las flores y los zapatos). Lo musical es el texto: las enumeraciones y las repeticiones marcan un ritmo de electrocardiograma: el ritmo de la obra como un corazón que late desbocado.

Si la actriz, el texto y la música son los elementos definitivos de la escena, ya no hace falta una puesta grandilocuente. De hecho, algunas funciones de El rastro pudieron verse en la plaza Boris Spivacow, tras el Museo de la Lengua, durante los atardeceres de verano. Ahora se trasladó a un escenario vacío, con dos sillas y un foco de luz: elementos mínimos que no ofrecen distracciones. La atención, entonces, va completa hacia la actriz y el texto, que producen un efecto inolvidable. Esa estética del minimalismo, además, nos acerca: los espectadores estamos ahí, como deudos de un velorio al que no hemos sido invitados. “Servimos unas grapas al público cuando entra, lo que creo que ayuda a crear esa sensación de ser parte de los asistentes a ese entierro. Los velorios y, a veces, las obras de teatro, tienen algo de rito compartido, de comunión entre la gente”, apunta la actriz. Y así como Nora imagina frente al cajón de Juan cómo será su propio velorio, quizás algunos salgan de la sala haciéndose la misma pregunta incómoda.

-

El rastro
Dirección: Alejandro Tantanian
Música: Rafael Delgado
En El Extranjero (Valentín Gómez 3378, CABA).
Sábados a las 18.

--

--

Los Inrockuptibles
Los Inrockuptibles

El medio para los que hacen — Música, cine, libros, artes y más.