Entrevista a Daniel Hendler: “El espectador está acostumbrado a que le digan lo que va a ver”

Los Inrockuptibles
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9 min readMay 11, 2017
Daniel Hendler

Viene de protagonizar El otro hermano, donde encaró uno de los personajes más arriesgados de su carrera. Ahora Daniel Hendler presenta El candidato, su segunda película como director, una comedia insólita de ribetes policiales en la que instala una manera distintiva de entender el humor.

Por Javier Diz

Casi veinte años pasaron de la publicidad de Telefónica en la que personificaba a Walter, un joven que se había quedado congelado en los años 80. Aquello fue, además de un éxito, la carta de presentación de Daniel Hendler para el público argentino. Aquel graciosísimo Walter quedó instalado en el imaginario de muchos, pero el actor activó: participó y en muchos casos encabezó algunas de las películas más importantes del cine argentino; desde El fondo del mar hasta El otro hermano, pasando por El abrazo partido, Los paranoicos, Los suicidas, Historias extraordinarias y Vino para robar, entre otras, siendo dirigido por Damián Szifrón, Gabriel Medina, Daniel Burman, Juan Villegas, Ariel Winograd, Adrián Caetano y Ana Katz, su pareja, entre muchos otros nombres. También del cine uruguayo: su personaje de 25 Watts, de Pablo Stoll y el desaparecido Juan Pablo Rebella, es hoy un clásico temprano del cine vecino. También siguió siendo graciosísimo. Y es que Hendler lleva consigo una artillería de gestos inconfundibles que acortan la distancia entre actor y espectador, provocando una empatía que, aunque lo que esté atravesando su personaje de turno sea turbulento, su manera de estar en la pantalla genera una calidez que matiza –y mejora– las películas en las que aparece. También cuando lo hace en la tele, claro: ahí está su Andy de Graduados, la serie que no hace mucho volvió a ubicarlo en un lugar de popularidad masiva. Pero todo eso es, a esta altura de su carrera, solo una parte.

"Nada de nada", los Farmacia y el baile de "Los paranoicos"

Hoy Hendler, además de ese actor al que queremos ver más seguido en la pantalla, es director de cine. Su hermosa y triste Norberto apenas tarde no fue un espejismo (“Hoy es como una película vintage: de las últimas filmadas en Super 16, hecha con un proceso totalmente óptico, en una Montevideo de colores opacos”): en 2016 presentó la miniserie Guía 19172 para el canal UN3, una comedia documental sobre los efectos de la ley que contempla la regulación del cannabis en Uruguay, y ahora estrena El candidato, otra comedia, en la que no esquiva el comentario político, entre la ironía y la tragedia de lo real, sobre un joven empresario que quiere despegarse de la sombra del padre y encarar una carrera política, con un nuevo perfil que debe diseñar. En ella, aun estando detrás de cámaras, consigue transferir mucho de su manera de atravesar la comedia, basada en gestos mínimos, interceptados en el momento justo, lo que provocó que de un tiempo a esta parte se comience a hablar de un humor hendleriano.

ENTREVISTA> Todavía tenemos presente tu imagen del Cetarti excedido de peso de El otro hermano, estrenada hace muy poco. Ahora estás flaquísimo. ¿Cómo hiciste?
No me cuesta mucho bajar de peso; además necesito cuidarme porque tengo colesterol alto, así que me viene bien. Tampoco me cuesta subir, y tiendo a coparme cada vez que alguien me pide que suba o baje de peso. Para Los paranoicos, Gabriel Medina me sugirió que bajara unos kilos y me fui de mambo, y para El otro hermano engordé unos ocho –aunque tengo que decir que ya estaba un poco fuera de estado. La idea de la película era que Sbaraglia estuviera más flaco, fibroso, y yo más fofo. Él estaba con la comida macrobiótica y yo no me ponía límites, comía hasta llenarme y degustaba alfajores a lo loco.

Tráiler de "El candidato"

¿Es uno de los personajes más arriesgados que interpretaste?
Puede ser. Fue curioso, porque si hubiera leído la novela antes, no sé si me hubiera ubicado en ese personaje, pero fue un acierto cómo Caetano lo encaró. Fue a una zona corrosiva al extremo. Leí la novela cuando ya había aceptado hacer la película. Ya habíamos empezado un camino, con otro universo y otro tipo de narración, y al leer el libro funcionó como una mirada alternativa para abrirme a algún lugar nuevo.

Una de las primeras cuestiones que sobresalen en El candidato es que no sabemos bien dónde transcurre la película; es algo que no está explícito.
No hacía falta. Las preocupaciones que están detrás de la temática que trata la película no son exclusivas de ningún lugar. Los referentes tampoco. Porque estuvimos viendo personajes uruguayos y, sobre todo, argentinos, pero no teníamos por qué respondernos una pregunta que no nos estábamos haciendo. El elenco es mixto y no pedimos a nadie que neutralizara su acento; cada uno tiene su tonada. Lo único que hicimos fue inventar patentes de los autos para hacerlas neutras. Lo que nos interesaba era que el espectador no se preguntara dónde estaba transcurriendo la historia, como también que eso que estaba pasando pudiera suceder cerca de donde cualquiera vive. Lo que ocurre en la película es algo que nos pasa a todos los que estamos involucrados en ella.

“El espectador está ya acostumbrado a que le digan lo que va a ver. Es un sistema que reproduce una y otra vez el mismo cuento como cuando éramos niños. Es como si el cine fuera hacia los emoticones.”

Otro elemento importante, y al que todos se van a referir, tiene que ver con las referencias directas con la realidad: las iniciales M.M. en el candidato, algunas de las características personales (hombre de familia adinerada, que se quiere despegar de la sombra del padre), su relación con Eloísa, una figura política femenina del mismo partido del que se quiere abrir…
Para el tema de las iniciales tengo una respuesta preparada (risas). M.M. son las iniciales etimológicas del término “mitómano”, que viene de “mythos” y de “manía” –algo de lo que habla la película, de personajes que se alienan de su propia verdad. Y después, bueno, aparecen grandes exponentes del arte escénico como Marcelo Mastroianni y Marcel Marceau… (risas). Debería ser válido reírse de este personaje del que hace diez años no podías más que burlarte, hasta que algún periodista se animó a hablar de él seriamente, como una alternativa posible. ¿Me estás jodiendo? ¿Lo están considerando? Y hoy, diez años después, en los medios ya no hay ningún reflejo de oposición. Creo que hasta hace poco todo aquel que era opositor estaba, en principio, en un lugar de comodidad. Eso no debería cambiar. Después, si alguien quiere estigmatizar a quien se pronuncie como opositor, ese es otro tema. Pero da pena que cualquier pronunciamiento sobre política te exponga a un maniqueísmo inmediato. La película trata de sobrevolar eso. No lo reducimos todo a buenos y malos, aunque, claro, hay malos. Por más que tratamos de humanizarlos, no ocultamos cierto horror. Se ven mucho más claramente las direcciones antagonistas que el objeto aspiracional. Estar en contra de una manera de hacer las cosas, de una ideología neoliberal y horrorosa, aunque no se vislumbre una solución, creo que es saludable.

La película mantiene un tono de comedia, sutil, asordinado, que tiene que ver también con tu manera de actuar. ¿Cómo hacés ese traspaso?
El humor surge de los encuentros, los accidentes, los resquicios. El tono que uno persigue como director se traduce al lenguaje técnico del guion, que de alguna manera lo oculta, y eso a mí me sirve para presentárselo a los actores. Prefiero que el humor, en principio, no esté tan a la vista, y que los actores trabajen los resortes dramáticos sin una mirada distanciada. Por ejemplo, en el caso de Norberto apenas tarde, yo había hecho una versión del guion en la que ocultaba todo dato sobre el humor que había de fondo, y en El candidato lo filtré un poco en la última versión que usamos para el rodaje.

Tráiler de "El otro hermano"

Hay una idea definida sobre el humor uruguayo, con elementos que se repiten, pero también aparece la idea de un humor hendleriano. ¿Qué pensás de eso?
Que es una exageración, aunque es algo muy simpático. Lo que pasa es que yo mismo denomino el humor llevándolo a ciertos autores uruguayos que para mí son referentes: puedo identificarlo con algo de Leo Maslíah, o de Mario Levrero, autores que celebran la austeridad, y también puedo sumar a Eduardo Mateo, aunque lo suyo sea la música.

¿Dónde creés que está la clave que define ese estilo?
Si me pongo un poco pretencioso en la respuesta, puedo decir que está en buscar algo del distanciamiento brechtiano en el humor. Es algo que se genera en el momento en el que el espectador toma distancia y se da cuenta de que está metiéndose en un delirio, pero que tiene una lógica propia, que se verifica con una verdad posible. Eso que a veces nos pasa en la vida y que nos cuesta asumir. Y es a través del humor que podemos percibir ese delirio o esas cosas abominables que estamos naturalizando. Entonces este surge a partir de un choque de elementos naturales a una lógica posible. Algo así.

El candidato

Si uno revisa los últimos años de tu carrera, puede encontrar que hiciste cosas muy distintas, te movés a los extremos; desde la popularidad televisiva que generó Graduados al riesgo del personaje de El otro hermano hay una gran distancia. En el medio hiciste teatro, dirigiste una miniserie y ahora una comedia que vira al policial. Es como si entraras y salieras de un sistema para que no te encasille.
No es algo con lo que especule. Es complejo. Porque después de Graduados, por ejemplo, sufrí primero una ilusión y luego un desengaño: en algún punto pensé que podía “aprovechar” esa exposición para proyectos teatrales más personales, pero enseguida descubrí que no se puede importar el interés que se genera en el mercado hacia otros intereses más personales: la gente que quería verme en Graduados no necesariamente iba a querer verme en una adaptación de Harold Pinter.

El cine está en un momento de transición, en el que la manera de consumir del espectador cambió, donde aparecen plataformas que modifican y llevan la experiencia de mirar una película hacia un plano nuevo. Teniendo un nuevo film como director, a punto de estrenar, ¿cómo te adaptás a esto?
Hay que adaptarse. Siempre está la ilusión de “combatir al sistema desde adentro” porque si quedás excluido no podés participar de nada. Y quizá yo no advierta que también estoy adaptado a ese sistema. Aunque tengo la ilusión de que mientras pueda hacer lo que yo quiera, lo voy a hacer. El gran tema es esa cuestión de la big data, esa especie de nueva inteligencia que usan todas las plataformas para armar perfiles de lo que supuestamente el público va consumiendo. De esa manera, no están llevando al espectador al mercado sino al revés, arman un mercado a la medida del espectador, y ahí es donde se empiezan a perder muchas cosas. Se trata de películas y series hechas por máquinas que leen tendencias. Es tremendo. Es impreciso también, porque a veces no somos conscientes de lo que queremos, o lo que queremos no es lo que nos va a movilizar. Porque lo que queremos es lo que ya sabemos, cuando idealmente lo más interesante está en lo que no sabemos. Sin ir más lejos, los géneros cinematográficos clásicos (para mí, a veces, sobrevaluados, porque no dejan de ser fórmulas) nacen primero por manifestaciones espontáneas y nuevas, rupturistas, que terminan dialogando con otros lenguajes hasta que se conforma un género. La función del cine debería ser romper esos moldes. Pero si ni siquiera vas a abrir la ventana para que sucedan cosas inesperadas e inéditas, nos quedamos con lo que está hecho, y además lo vamos a repetir y reducir cada vez más, porque el espectador está ya acostumbrado a que le digan lo que va a ver. Es un sistema que reproduce una y otra vez el mismo cuento, como cuando éramos niños. Es como si el cine fuera hacia los emoticones. Viste que a veces la cara del emoticón no se condice exactamente con tus sentimientos, pero después de usarlo mucho sí. Porque empezás a asociar un sentimiento complejo a una carita y, bueno, listo, ya lo entendemos así. O en todo caso lo mezclarás con otro, o quizá WhatsApp agrega alguno nuevo que nos salva (risas). Pero todo se va reduciendo a lo que nos propone WhatsApp, y así el cine tiene, de golpe, una gama más acotada en cuanto a los emoticones que nos propone.

“Estar en contra de una manera de hacer las cosas, de una ideología neoliberal y horrorosa, aunque no se vislumbre una solución, creo que es saludable.”

¿Cómo es la dinámica con Ana Katz a la hora de encarar las películas de cada uno?
Por mi lado, me encanta preservarle a ella el lugar de espectadora. Está bueno que exista la posibilidad de seducirla con mi trabajo, de enamorarla, y que no sea solo una compañera o socia. A mí no me gusta mostrarle todo de antemano cuando tengo que dirigirla y que finalmente a ella le guste cómo lo hice. Es una recompensa que también busco, y supongo que a ella le pasa lo mismo. Cuando ella trabaja en sus cosas me encanta participar pero a veces también prefiero dejarla en paz, ser un sostén desde lo afectivo y esperarla con la comida lista.

El candidato
De Daniel Hendler
Con Diego De Paula, Ana Katz y Matías Singer

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