Entrevista a Ewan McGregor

Los Inrockuptibles
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7 min readMar 15, 2012

No le da el cuero para ser galán, y tampoco peca del histrionismo “vende humo” de alguno de sus pares: Ewan McGregor se hizo fuerte componiendo a tipos comunes en problemas (con la ley, con las drogas, con las mujeres, con el Lado Oscuro, consigo mismo), y así ganó nuestro corazón. Ahora se luce en Beginners, la película de Mike Mills que nadie se animó a estrenar y salió directamente en DVD. / Por Jean-Marc Lalanne y Olivier Père.

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A mediados de los años 90, Ewan McGregor encarnó al típico joven británico, intenso (Tumba al ras de la tierra, Trainspotting), pero de buen corazón; fotogénico y cándido. Pero algo ocurrió, y sin que nos diéramos cuenta. Luego de formar parte de un puñado de películas hollywoodenses en los años 2000, pasando de los brazos de Nicole Kidman (Moulin Rouge) a Scarlett Johansson (La isla), y al joven Obi-Wan Kenobi con la angustia del mentor superado por su alumno en la nueva trilogía Star Wars, lo que parecía al principio una falta de algo que se destaque se transformó en una bella transparencia. Ewan McGregor sigue actuando con mesura. Ningún rastro de exageración típico del Actor’s Studio en él, y tampoco de teatro británico. Evoca más bien a los grandes ordinary men del Hollywood clásico, como James Stewart o Henry Fonda. El año pasado, El escritor oculto de Roman Polanski lo revelaba en la cima absoluta de su arte, con tensa moderación y una compostura intrigante. En Beginners de Mike Mills la descose como joven de cuarenta en plena crisis de la mediana edad.

ENTREVISTA > Hay algo en tu actuación, un costado amable que te caracteriza, que evoca a James Stewart. ¿Te gusta ese perfil de actor?
Ewan McGregor:
Sí, James Stewart es uno de mis dos o tres actores preferidos de todos los tiempos. Siempre fue para mí un modelo increíble. En las película de Capra, y sobre todo en ¡Qué bello es vivir!, encarna a aquel que todos los hombres querrían ser, y al mismo tiempo a un tipo cualquiera y un paradigma. Pero la carrera de Stewart no se reduce a este lado universalmente amable, es mucho más rica y mucho más compleja. En algunos westerns de Anthony Mann, como The Naked Spur o Winchester 73, muestra una faceta suya mucho más dura. Y hasta puede comportarse como un imbécil. En Vértigo de Hitchcock, su composición es también muy sombría.

En El gran pez de Tim Burton interpretás a Albert Finney joven. En Star Wars, sos Alec Guiness joven. ¿Qué relación tenés con esos grandes comediantes ingleses, con una actuación muy opuesta a la de James Stewart?
Crecí mirando su trabajo. De muy joven, me puse a ver películas antiguas, particularmente clásicos ingleses. Respecto al rodaje con Burton, me llevé muy bien con Albert Finney. En cambio, jamás conocí a Alec Guiness, quien ya estaba muerto cuando filmé Star Wars. Tenía que interpretar a Obi-Wan Kenobi joven, a quien él había interpretado hacía veinte años, lo que me daba una buena razón para sumergirme en su obra. Volví a ver una buena cantidad de sus películas y me quedé pasmado por su capacidad para crear un personaje, por su sentido de la transformación. En el rodaje de Star Wars me obsesionó la idea de hacer creíble el hecho de que él y yo conformamos una misma persona en dos momentos de su vida. No es fácil porque su voz y su dicción son muy particulares. Hice lo mejor posible.

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“Aún hoy, creo que Trainspotting fue la experiencia más perfecta de mi vida. El rodaje fue un momento de gracia inaudita.”

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¿Pensás que hay una esencia del actor inglés y del actor estadounidense?
No sé, soy escocés (risas).

¿Empezaste por el teatro clásico, por ejemplo?
Sí, por supuesto. La tradición teatral es muy fuerte en Inglaterra y no realmente en los Estados Unidos. En Los Ángeles, casi no hay teatros. Todavía no entiendo por qué: ¡hay tantos actores en esa ciudad! Pero parece que a los californianos les gusta demasiado acostarse temprano como para ir al teatro (risas). Yo dejé la escuela a los dieciséis años y tomé clases de teatro durante cuatro años. Obtuve pequeños papeles en el escenario y después me metí en una serie para la televisión. Entonces Danny Boyle me descubrió.

Con Tumba al ras de la tierra hizo de vos una estrella. Hablanos de tu relación con él.
Tumba al ras de la tierra era a la vez mi primer papel importante en el cine y su primera película. Descubríamos todo juntos y lo hacíamos divirtiéndonos. No pensaba que la película iba a tener tanta resonancia. La presentamos en el Festival de Sundance, y ahí Danny me hizo leer el guión de Trainspotting. Especificó bien que no me estaba proponiendo un papel, sino que quería solamente mi opinión. El guión era una bomba, el mayor shock de mi vida. Hice todo lo posible por persuadirlo de que yo tenía que hacer la película. Aún hoy, creo que Trainspotting fue la experiencia más perfecta de mi vida. El rodaje fue un momento de gracia inaudita, filmábamos las escenas en una toma y todo funcionaba. La película captó con una potencia local lo que era la Inglaterra de los años 90, la del britpop, Tony Blair, Blur y Oasis… Era una posibilidad excepcional de poder encarnar algo de ese momento particular de la sociedad británica. Después, nos fuimos a los Estados Unidos a filmar Vida sin reglas. No estuvo muy bien. Queríamos lograr una comedia romántica mejor que como lo hacen los estadounidenses, y creo que no lo logramos. Pero era cool actuar con Cameron Diaz. Desde entonces, no volví a filmar con Danny. Pero, quién sabe, quizás vuelva a suceder…

¿El britpop era tu cultura?
Completamente. Me gustaban a la vez Blur, Oasis, Pulp. Radiohead también, apasionadamente.

En los Estados Unidos filmaste otra película sobre el rock inglés, esta vez de los años 70: Velvet Goldmine de Todd Haynes…
Ahí, en este caso, no era mi cultura. No había escuchado mucho glam rock antes de Velvet Goldmine. Conocía un poco a Bowie, pero no ese momento. Y muchas de las bandas glam no me parecían muy buenas; su look es encima bastante vergonzoso. Mi personaje era un híbrido de Iggy Pop y de Lou Reed. Me encantó inspirarme en ellos dos. Me sentí durante algunos meses en la piel de una estrella de rock, algo que soñé durante mucho tiempo.

¿Qué te interesó del guión de Beginners?
Me emocionó mucho. Primero, claro, ese cuestionamiento que lleva un personaje adulto a partir del descubrimiento de la homosexualidad de su padre. El guión describía de forma muy bella la mirada retrospectiva sobre la infancia del personaje que provoca esta revelación. ¿Toda su vida fue una mentira?

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¿Cómo representaste la crisis existencial de tu personaje?
Comprendí desde la lectura que Mike había puesto mucho de él mismo y de su historia con su padre en el guión. Pero intuí que no tenía ganas de que yo lo personificara en la pantalla. Entonces intenté olvidar todo lo que él era. Le pedí que leyera en voz alta su guión y que lo grabara. Durante la filmación, tenía su voz en mi computadora, enunciando cada escena. Me ayudó mucho escucharlo. Pude interiorizar ciertas escenas, delimitar mejor las intenciones de determinada réplica. Era más profundo que simplemente intentar capturar algo de su forma de ser o de sus actitudes en la vida.

Recientemente, te vimos en una película muy diferente, I Love You Phillip Morris. ¿Era difícil existir frente al juego bigger than life de Jim Carrey?
No. La idea era que fuéramos complementarios. Jim Carrey ahí interpreta a un personaje muy brillante, un hombre que todo el tiempo finge, engaña a los otros, los manipula. Mi personaje tenía un estilo más contenido. Quería encarnar el deseo de normalidad. Por otro lado, no hubiera podido hacer lo que hace Jim Carrey. Trabaja como un loco para hacer que hasta la más mínima réplica sea graciosa. Yo no soy técnicamente capaz.

¿Qué cineastas te marcaron?
Uff, ¡qué difícil! Me encantó filmar con Peter Greenaway en The Pillow Book –menos por esta película en particular que por algunas anteriores, que me habían marcado mucho. Me enorgullece haber filmado para Woody Allen y Roman Polanski. Pero también con un cineasta menos conocido como David Mackenzie en El joven Adán, con quien somos muy unidos. Beginners de Mike Mills también fue una bella experiencia.

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“Polanski es quizás el cineasta con el que tuve la experiencia de filmación más intensa. Porque duró cuatro meses, nos vimos todos los días, lejos de nuestras casas, porque estoy en casi todos los planos…”

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Hablanos de tu experiencia trabajando para Roman Polanski…
Antes de sumarme al rodaje de El escritor oculto, no había leído mucho sobre su forma de trabajar. No sabía que era tan perfeccionista, casi maníaco. Es una locura el tiempo que dedica a preparar un plano, a controlar el menor objeto en el cuadro. Verifica todo varias veces; se agita por cambiar un detalle que apenas se distingue. Luego lanza la toma y apenas dijiste la mitad de una palabra te corta gritando: “¡Noooo!”. Al principio uno se pregunta “What the fuck?”. Encima, él es bastante parco y directo; no es del tipo que dice “Querido, está realmente muy bien, pero…”. Dice todo lo que piensa. Al principio, es un poco shockeante. Pero cuando me di cuenta de que hablaba así con todo el mundo, que no era algo personal, me acostumbré. Incluso con el equipo técnico compuesto de polacos a los que adoraba, con los que bromeaba todo el tiempo en el escenario, se mostraba implacable durante las tomas. Y luego, bueno, es un increíble director. La manera en la que estiliza el menor de tus gestos y vuelve complejo y completo un plano en el que sólo te estás tomando un café, es bastante fuerte.

La postproducción de la película fue en el chalet donde se le asignó residencia. ¿Estuviste ahí?
Ya no tenía nada más que hacer en la película en ese momento. Pero fui a Suiza varias veces a visitarlo. Polanski es quizás el cineasta con el que tuve la experiencia de filmación más intensa. Porque duró cuatro meses, nos vimos todos los días, lejos de nuestras casas, porque estoy en casi todos los planos… Y estoy muy satisfecho con mi trabajo. Es puro underplaying, actúo con ligereza, y es la dirección la que construye todo. Un poco como James Stewart con Hitchcock. De hecho, aunque no lo hayamos hablado, estoy seguro de que él también tenía esa referencia en mente.

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