Entrevista a Hayao Miyazaki
Para llegar a su chalet, hay que salir de los estudios Ghibli y seguir un caminito entre las habitaciones. Su Citroën 2CV está estacionado delante de la puerta. El maestro está allí. Es en esta casa donde Hayao Miyazaki recibe a las visitas. En la entrada hay un soberbio Totoro de metal, al que está prohibido fotografiar. Las reglas son estrictas. Miyazaki tiene puesto ese delantal que, dicen, no se saca nunca mientras trabaja; el hombre se preocupa visiblemente por cuidar su imagen de artesano dibujante a la antigua. En el salón se destaca un piano. Fuma un cigarrillo tras otro, se detiene para reflexionar, lleva la discusión para donde él quiere. Si la noche anterior le comentaba a un amigo su amor por las películas de Yasujiro Ozu y Mikio Naruse, hoy prefiere –elige– no acordarse de esos cineastas japoneses que lo marcaron en su juventud. Y qué importa si la pregunta tenía que ver totalmente con otra cosa: de pronto expresa su inquietud por la situación de Asia, por la crisis económica, por el crecimiento demográfico, y evoca, incluso, “un riesgo de guerra, quizá”. Y habla poco sobre el futuro de Ghibli: “Kodak va a suspender la producción de rollos de películas dentro de poco menos de dos años. Nosotros tenemos stock para una década, pero no sabemos qué vamos a hacer cuando todo sea digital”. No hay nada fúnebre, crepuscular, sin embargo, en el tono algo sagaz de este genio de 72 años. Aunque –salvo que cambie de idea– El viento se levanta debería ser su último largometraje, parece estar aún muy lejos de haber dibujado su último Totoro.
- ¿Cuál fue el punto de partida para El viento se levanta?
- Fue un manga que hice para Model Graphix, una revista dedicada a los robots y los modelos a escala. La idea era contar una historia sobre la antigua aviación. Ya estaba el escritor Tatsuo Hori en aquella historieta, en la que los personajes eran cerdos. Fue Toshio Suzuki, el productor, quien tuvo la idea de convertirla en un largometraje. Yo me oponía. Creía que no era realmente una buena idea, y yo había escrito y dibujado especialmente sobre el lado técnico de los aviones. Después de esa discusión, tardamos casi un año en decidir hacer la película. Nos llevó mucho tiempo encontrar una buena puerta de entrada. Pero, al mismo tiempo, trabajábamos en unos cortometrajes para el museo Ghibli y en el guión de otro largo, así que estábamos bastante ocupados.
“La época que vivimos actualmente en Japón no es muy favorable para las películas fantásticas para chicos, pero el estudio tiene que seguir existiendo.”
- En tus películas aparecen muchos aviones y máquinas voladoras. ¿Por qué te interesan tanto?
- Es difícil contestar eso. Por ejemplo, me gusta también fumar, pero es natural, acontece así. Para ser preciso, me encantan los aviones que se fabricaron en los años veinte y hasta la mitad de los años treinta. Todos los que vemos en la actualidad han sufrido la influencia de lo que se creó en esa época en la que los hombres eran muy productivos y mostraban una enorme imaginación. Es como la era Cámbrica, en la que apareció una gran diversidad de animales o bacterias. No necesariamente todo quedó y fue coronado por el éxito, pero hubo muchos tipos de aviones en esa época. Es un poco raro, porque ese período apenas duró unos diez años. Y los aviones actuales no me interesan. Ni siquiera conozco sus nombres.
- El viento se levanta toma partido por el ingeniero más que por el piloto: es decir, el que diseña, concibe un avión con su equipo y después ve que su creación se le escapa. ¿Se puede encontrar allí una suerte de autorretrato?
- Creo que lo que hacemos en Ghibli es muy similar. Para todos los proyectos trabajamos con un equipo, producimos algo y enseguida pasamos a otra cosa. Pero son similitudes que se pueden encontrar en muchos ámbitos. De chico, yo quería ser albañil. Es un trabajo indispensable en una sociedad rural; no tenés ninguna necesidad de convertirte en una persona conocida. Pero no encontré trabajo en ese rubro, ya habíamos entrado en la gran sociedad de consumo.
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- ¿Pusiste mucho de vos mismo en el personaje de Jiro?
- No. Mientras creaba la película nunca pensé en eso. Mucha gente me lo dice ahora y siempre les respondo que se trata de alguien mucho más inteligente que yo. No soy realmente su modelo; es más bien una mezcla del escritor Tatsuo Hori, del verdadero Jiro Horikoshi [Nota de la revista: ingeniero famoso por haber creado en 1937 el cazabombardero Mitsubishi A6M “Zero”] y también de cosas que vienen de mi padre.
- ¿Qué tenían en común tu padre y este personaje?
- En la escuela, los profesores siempre explicaban que los años treinta fueron un período negro de la historia japonesa. Sin embargo, mi padre siempre me dijo que él se divertía. Por mucho tiempo no lo entendí. Pero hoy tengo la impresión de que lo capto un poco mejor, ya que la época en la que vivimos tiene similitudes con ese período. Dentro de algunas decenas de años, la gente mirará hacia atrás y quizá vea este momento de la historia japonesa del mismo modo. Pero, al principio, yo no estaba de acuerdo, porque Horikoshi había creado un arma usada en la guerra. Otros empleados de Ghibli también estaban en contra de la idea de hacer un largometraje sobre él.
- Hay una escena reveladora en la película, en la que el equipo está reunido alrededor de Jiro y discuten si el avión es demasiado pesado. Entonces, Jiro dice que si se descartaran las ametralladoras, estaría bien. Todos se ríen y la escena termina. Para él, las ametralladoras solo son una carga.
- Sí, hay escritos de Jiro Horikoshi que muestran bien que para él eso va en contra de la aerodinámica. Pero, por supuesto, no hice esta película para mostrar que él estaba en contra de la guerra. No es eso lo que dice esa escena.
“De chico quería ser albañil. Es un trabajo indispensable en una sociedad rural; no tenés ninguna necesidad de convertirte en una persona conocida. Pero no encontré trabajo en ese ámbito, ya habíamos entrado en la gran sociedad de consumo.”
- Lo más asombroso de El viento se levanta es que es un melodrama adulto, a la vez cruel y muy conmovedor. ¿Qué fue lo que te llevó a querer tratar un tema como este?
- La época que vivimos actualmente en Japón no es muy favorable para las películas fantásticas para chicos, pero el estudio tiene que seguir existiendo. Hace algunos años reunimos a los empleados para explicarles cómo íbamos a sobrevivir en los siguientes tres años. Presentamos los proyectos y les encargamos a dos jóvenes directores que hicieran unas películas para las que escribí el guión, y de cuyo plan básico me ocupé personalmente [N. de la r.: Arrietty y el mundo de los diminutos de Hiromasa Yonebayashi y La colina de las amapolas de Goro Miyazaki]. Después de eso, pasaríamos a otro largometraje, que sería El viento se levanta. Hay muchos jóvenes directores capaces de tomar mi lugar si conocen el final de la película, si tienen una historia original o un libro. Pero yo no trabajo así. Voy descubriendo cómo terminarán mientras trabajamos. Ese fue el caso de El viento se levanta: no conocíamos el final. Es, de verdad, una manera particular de trabajar. Quizá sea también por eso que decidí retirarme.
- Hay ciertos detalles asombrosos en la manera muy delicada en que representás la relación íntima entre los dos personajes adultos de la película. ¿Eso fue crucial para vos?
- Totalmente. Era muy importante dibujar bien esas escenas, con delicadeza. Cuando preparaba los dibujos para El viento se levanta, me acordé mucho de las películas que vi cuando era chico, en blanco y negro, japonesas. Hay escenas que me inspiraron. En esa época todos los chicos iban a ver muchos films, incluso aunque no comprendieran la historia. La vida en Japón no era fácil, sino bastante dura, y esas películas mostraban a gente que vivía lo mejor posible en esos períodos difíciles. Aunque éramos chicos, entendíamos eso. Ir al cine no era solamente un placer. Entendíamos que había allí otros mensajes.
- Anunciaste que El viento se levanta era tu último largometraje. ¿Qué vas a hacer ahora? ¿Vas a ayudar a otros directores?
- No, no voy a ayudar a mis empleados. Quizá continúe dibujando manga, como pasatiempo. Acabo de comenzar un proyecto y me doy cuenta de que es muy difícil.
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El viento se levanta
De Hayao Miyazaki
El 26 de septiembre a las 21 en Anfiteatro Parque Centenario, Av. Ángel Gallardo y Leopoldo Marechal (CABA) en el marco del BAFICI Animado. Gratis.