Entrevista a Luciano Lamberti
Con tres libros de cuentos publicados (Sueños de siesta, El loro que podía adivinar el futuro, y el recientemente reeditado y aumentado El asesino de chanchos), una nouvelle (Los campos magnéticos) y un libro de poesía (San Francisco, en referencia a la ciudad al Este de Córdoba en la que se crió), Luciano Lamberti viene apuntalando una obra intensa y cultora de los géneros breves. A fuerza de una prosa que combina realismo duro, seco, violento, con ramalazos fantásticos, y que tiene al pueblo como territorio y campo de maniobras, su nombre aparece habitualmente ligado a una suerte de renovación de la narrativa argentina dada por autores cordobeses como Carlos Busqued, Carlos Godoy y Federico Falco.
- Cuando eras más joven y fantaseabas con ser escritor, todavía ignorando el mercado editorial, ¿qué esperabas de vos mismo?
- Me imagino que no algo muy diferente a lo que soy. Me imaginaba respondiendo entrevistas, viviendo en el campo y supongo que hachando leña. Llevando un secreto tenebroso conmigo. A lo mejor, con hijos. A lo mejor, más exitoso o más rico. Pero, en líneas generales, la vida ha sido muy generosa conmigo, la organicé alrededor de la escritura, para tener tiempo para escribir, y es lo que hago, es lo que elegí.
- ¿Qué pensabas de los profesores de Lengua y Literatura durante tu época estudiante?
- En el secundario leía los libros de texto enteros un mes después de empezar las clases. Las profesoras me parecían unas hermosas melancólicas. Me acuerdo de haber entrado a la sala de profesores y de haberlas visto fumando y charlando con las piernas cruzadas. Fue como verlas desnudas. En general, me eduqué solo en la literatura, saqueando la biblioteca de la secundaria. Mientras estaba en la primaria, a los once o doce años, hice un taller literario donde le robé Ficciones de Borges a un compañero (todavía tengo esa edición y creo que conserva poderes mágicos).
“Las novelas de Bolaño son un poco el equivalente contemporáneo de esos novelones clásicos, que tienen muchísimas páginas pero no aburren ni decaen.”
- En una entrevista dijiste que te “gustan cada vez más los autores que se saben esconder detrás de sus obras”. ¿Cómo podrían leerse entonces San Francisco o El asesino de chanchos, donde hay tantas claves autorreferenciales?
- Siempre les digo a mis alumnos del taller de escritura que con contar una anécdota no alcanza: hay que transformarla, darle un tratamiento dramático para que se vuelva una historia. Es como la distancia entre un narrador oral y uno que escribe, o como la gente que cree que su vida es “interesante” y por sí sola ya vale una novela. No, no y no. Siempre deformo los elementos biográficos que utilizo porque, en el fondo, ninguna biografía es verdadera. Y en lo que escribo trato de desaparecer, cada vez más, lo otro es puro ego. Mi opinión no es más importante que la de un personaje que piense lo contrario a mí. Y mi vida tampoco es tan interesante como para erigir a su alrededor una obra de esa clase. Obviamente, lo que escribo tiene muchos rasgos de mi vida, pero hay que conocerme para darse cuenta, y no son para nada importantes. Digamos que en vez de ir a terapia me siento a escribir y saco por ahí la basura.
- ¿Cómo es el proceso de escritura de tus libros?
- Mis libros se van escribiendo un poco caóticamente: mientras uno espera su proceso de destilación me pongo a trabajar en otro. Siempre quiero tomarme vacaciones pero las vacaciones de la escritura me aburren, me ponen ansioso y malhumorado. Escribo mucho y también tiro mucho a la basura.
- A vos, Carlos Godoy, Federico Falco y Carlos Busqued los señalan como referentes de la literatura contemporánea de Córdoba. Ninguno de ellos tres vive ya ahí y vos venís editando en sellos porteños. ¿También vas a mudarte a Buenos Aires? ¿Envejecerías en Córdoba?
- Cuando te vas de tu casa paterna, nunca volvés a sentirte del todo en casa. Supongo que es la razón para cansarse de algunos lugares y mudarse. También hay razones económicas y estéticas: Córdoba es una ciudad agresiva y visualmente bastante fea, descuidada y sucia. No llevo ninguna clase de bandera del interior, no es un lugar idílico sino más bien “poéticamente tenebroso”.
“Hay partes aburridas y cansadoras del proceso, pero nadie nos prometió un jardín de rosas, y el que así lo crea va derecho al muere (literario).”
- ¿Es más fácil escribir poesía, cuentos o novelas?
- Fácil no es escribir nada, si te lo tomás en serio. Muchos novatos creen que escribir es una actividad propia de la inspiración o la fuerza espiritual. Pero es más bien corrección y trabajo. En el mejor de los casos, un cuento te puede salir en una sentada (y eso debe pasar solo un par de veces en tu vida). Todo es difícil, o muy difícil.
- ¿Deseás escribir una novela larga de, digamos, cuatrocientas páginas?
- Si sale una de esa extensión, mucho mejor. Es toda una experiencia leer novelas largas, algo así como meterse en la cabeza de un escritor y vivir ahí durante días y días. Aunque ahora no sé quién tendría la paciencia o el estado de ánimo para embarcarse en algo como eso. Las novelas de Bolaño son un poco el equivalente contemporáneo de esos novelones clásicos, que tienen muchísimas páginas pero no aburren ni decaen.
- ¿En algún momento te aburre escribir?
- Lo que más disfruto de la escritura son las correcciones finales, donde ya todo fluye y uno se dedica a arreglar detalles acá y allá. Y también las primeras versiones, porque muchas veces son alimentadas por el ritmo de la prosa, una especie de gigantesca pileta de agua oscura en la que uno nada sin saber dónde queda la otra orilla, sencillamente esperando llegar y a la vez tomándose su tiempo. Hay partes aburridas y cansadoras del proceso, pero nadie nos prometió un jardín de rosas, y el que así lo crea va derecho al muere (literario).
“En líneas generales, la vida ha sido muy generosa conmigo, la organicé alrededor de la escritura para tener tiempo para escribir, y es lo que hago, es lo que elegí.”
- ¿Por qué agregaste un cuento en la reedición de tu libro El asesino de chanchos y más poemas a San Francisco, sin mencionar que le cambiaste el título, acortándolo? ¿Por qué no corregir solo cosas menores como una coma?
- Le agregué un cuento que originalmente iba a ser parte del libro, pero por una cuestión de derechos (había salido en una antología) no se pudo hacer. Ahora los derechos vencieron y decidí incluirlo. Prometo no incluir más cuentos en ese libro desde ahora y para siempre. Igual, Borges, sin ir más lejos, fue aumentando sus libros: la segunda parte de Ficciones apareció mucho más tarde que la primera. Incluso con las sucesivas reediciones fue limando sus pecados de juventud (hay gente que se dedica a estudiar eso).
- ¿Sos lector de policiales? ¿Cómo hacés para conocer el comportamiento de los cuerpos post mortem que aparecen en tus cuentos? ¿Con cuántos asesinatos te rodeás a diario para llegar a darnos estas pequeñas dosis de literatura?
- No leo policiales pero en una época me daba mucho morbo todo lo que tenía que ver con la descomposición del cuerpo, y aproveché que vivía con un amigo estudiante de medicina para conseguir material. Él fue quien me llevó a la morgue de un hospital, donde pasamos varias noches jugando al ajedrez y tomando mate entre los muertos. Ahí tuve la oportunidad de ver una autopsia. Pero la mayor experiencia es la lectura.
- ¿Viste un ovni alguna vez?
- Sí. A la vuelta de un baile de cuarteto en el club de los Bomberos Voluntarios de San Francisco, con un amigo, vimos una luz cuyos movimientos eran imposibles para cualquier vehículo conocido. Lo que realmente me gustaría ver es una gran nave nodriza descendiendo en el Parque Sarmiento. La gente que se reúne alrededor, la puerta que se abre con un silbido, el primer ser desciende y hace contacto. De todas formas, estoy seguro de que si hubiera una invasión alienígena sería completamente camuflada para evitar el shock. Los extraterrestres estarían disfrazados de humanos, mezclando lentamente las razas antes de revelarse.
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San Francisco
(China Editora)
El asesino de chanchos
(Nudista)