Entrevista a Seth MacFarlane

Se lo ganó. Después de patear el tablero del humor televisivo con Family Guy y del fenómeno inesperado que fue Ted –y tras haber escandalizado a más de uno como conductor de la entrega de los Oscar–, Seth MacFarlane le pone el cuerpo a su nueva película, A Million Ways to Die in the West, en la que aparece como protagonista. / Por Juan Manuel Domínguez

Los Inrockuptibles
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8 min readJun 6, 2014

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“¿Cómo podría esperar que una película sobre un oso parlanchín se convirtiera en algo que factura medio billón de dólares y en un chiste que todo el planeta quiere volver a ver una y otra vez, incluso cuando definitivamente no es apta para menores de dieciocho años?”, dice mientras ríe Seth MacFarlane, el padre de Ted, el film en cuestión, y ahora director de A Million Ways to Die in the West, su nueva comedia-western. Y, obvio, el título nobiliario de MacFarlane que lo define como una pieza fundamental del rompecabezas del pop actual es el del zar del salto evolutivo animado post Los Simpson: Family Guy, el Gizmo de una serie de, valga la redundancia, series Gremlins, que tenían como apetito saciar la intención de destruir el sentido narrativo de los amarillos en post de una anarquía de chistes eruptivos con referencias pop y poco sentido de la decencia). MacFarlane: ese niño enamorado de Hanna-Barbera que inició su carrera haciendo trazos para Johnny Bravo y que, después de la cancelación y resurrección de Family Guy (que fue sacada del aire por Fox después de su tercera temporada y vuelta a poner debido a los millones de DVD vendidos), es el hombre mejor pago de la animación.

Es más, es el hombre que cantó “we saw your boobs” a los cinco minutos de haber empezado a conducir los Oscar (suceso que le valió mil insultos al otro día), el que tiene un DeLorean en su casa (réplica que le valió millones de dólares), el que hizo que Norah Jones sea cool (mote que le corresponde por haberse cogido, en la ficción, a un oso de peluche), el que hizo un musical sobre tener sida, el que ha definido una forma de humor que él mismo sostiene a la hora del cine y, específicamente, de Ted: “Es la variante a las sutilezas que se ven en la comedia a la Judd Apatow, o si querés ponerlo de otra forma, es ver esas sutilezas desperdigadas en personajes animados en el contexto del género. Con Ted, además de la irreverencia, es fácil darse cuenta de que la gente también quería conectar. De hecho, la idea que tenía en mi cabeza era llegar a un punto donde Ted no fuera un personaje de Family Guy sino que uno pudiera creer que era Paul Rudd, incluyendo los pequeños gestos que lo hacen genial y sin anular las leyes que permiten cierta comedia absurda en el mundo del film. Al principio servía que fuera distinto, gracioso, absurdo, disruptivo, pero después, para hacer comedia, se necesita que lo vean casi igual al resto de los personajes”.

Al menos desde Blazing Saddles, el clásico de Mel Brooks, nadie se había animado a hacer un western en tono de comedia como A Million Ways to Die in the West. Hay una escena típica de su film que muestra la destrucción del mito desde los vaqueros pedorreándose en la misma escena donde John Ford hacía leyenda, y en tu film hay muertes entre realistas y muy caricaturescas. ¿Por qué elegiste volver ahí?
Seth MacFarlane
: La idea era hacer una comedia al estilo de Ted pero encastrándola en un film de John Ford. La comparación con Blazing Saddles es obvia, es la primera reacción. Pero la verdad es que cuando estaba dándole los toques finales a Ted, con mis colegas Alec Sulkin y Wellesley Wild, mientras trabajamos, de fondo había westerns, todo el tiempo. Y creo que fue mientras mirábamos una de Eastwood que nos dijimos que una de las cosas más ridículas del western es la forma en que se romantiza ese período, cuando en realidad debe haber sido un momento absolutamente horrible y depresivo en el que vivir. Imaginate: tres horas para llegar a tu casa, un hongo en el pie podía durar diez años, un restaurant que servía una sola cosa y el hecho de que todos, absolutamente todos, quisieran asesinarte. Nunca el género había sido explorado, desde nuestra mirada actual, con un sentido tan maquiavélicamente cómico de la historia. Solo queríamos poner a alguien ahí –que terminé siendo yo– y que tuviera plena conciencia de esa realidad tremenda, pero tremendamente graciosa.

“Una de las cosas más ridículas del western es la forma en que se romantiza ese período, cuando en realidad debe haber sido un momento absolutamente horrible y depresivo en el que vivir.”

¿Por qué pensás que tu sentido del humor ha causado tanta fascinación y, al mismo tiempo, fue acusado de sexista o racista?
Porque hay una curiosidad natural en la comedia, en ver dónde están los límites y mutarlos. La comedia ya había sido entendida a la perfección por los Monty Python al demostrar que aunque se trate de pescados en la cara, pericos muertos, bromas culturales con remate o sin remate, sobre pijas, sobre la invasión británica, sobre la sátira religiosa, todo es comedia. Lo que pasa es que a veces se juzga de manera exagerada al tipo que se tira un pedo o se anima a hacer el chiste que hace que el personaje sea idiota. Y eso que tuvimos a Los Simpson. Pero sigue pasando.

¿Y la comparación con…?
Ya sé, inevitable, pero ya pasó demasiado tiempo. Ahora tenemos los mismos guionistas de Los Simpson; soy amigo con Matt Groening, todo es bastante promiscuo. Ya pasó el momento de las comparaciones. Cuando Louis C.K. dice que ama Family Guy… ufff, respirás más tranquilo.

Hacés las voces de muchos de tus personajes, dirigís tus programas y hasta dibujás todos los días. En A Million Ways to Die in the West te animaste a ponerte como actor protagónico. ¿Pensás que se puede considerar que es mucho?
Es imposible decir que soy mejor que Mark Wahlberg, eso seguro. En Ted, fue él quien ayudó e hizo vital que el oso fuera todo eso que fue. Sin él, no había película. Pero acá quería ver mi carota gigante al lado de la de Charlize Theron. No, mentira… Parte de lo que me obsesiona es cómo se dice una línea, cómo se lanza un chiste al mundo. Creo que ahí hay una parte vital de mis comedias: el silencio, la pausa, el seseo, la respiración, todo eso solo muestra que el tiempo es algo que me fascina. Pero también necesito moverme. Y me daba bastante curiosidad ver qué pasaba si era la estrella, si me animaba jugar con mi rostro y con mi cuerpo. Suelo escribir mi comedia pensando “con los oídos”; es decir, pensado más en cómo hablan los personajes, y quería cambiar eso. Hay muchas cosas que en el guión no causan gracia y que lo hacen si las decís de determinada forma. Ya estoy tan cómodo con dirigir y con mis voces que tenía ganas de asustarme viéndome gigante en una pantalla.

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¿Hubo un momento en el que no estuviste cómodo con el humor que hacías y con lo que decían de ello?
La experiencia de Family Guy –y no hablo de su éxito ahora, sino del momento donde la cancelaron– me generó una base muy distinta a la de cualquiera que tuvo suerte en este negocio. Antes de volverse un éxito, la serie fue un fracaso y volvió; por ende, ese proceso no solo me generó anticuerpos sino que ahora es una red de contención. Ambos lugares fueron ocupados por Family Guy. Para un ateo fanático de Carl Sagan y que pudo cantar con John Williams es bastante, creo. Pero es cierto: cuando trabajaba en Ted pensaba que no importaba si salía mal, y por eso podía hacer la película que quisiera.

¿Cuándo sentís que hacer un chiste por día es mucho?
Cuando un imbécil en Twitter te dice que el chiste es malo: lo estás leyendo gratis, ¿qué te jode que sea malo? Eso sí, la última vez que me tomé vacaciones fue cuando Dawson Creek estaba todavía en el aire. Eso te hace pensar mucho.

¿Y los límites?
Aunque no me crean, los hay. Hay chistes que no me animo a hacer. Y mirá que tengo tiempo para meditar sobre ello: cada episodio de Family Guy tarda un año en hacerse. Es fácil verme como un niño grandote que hace lo quiere, pero no es así: busco reírme y que mi comedia tenga cierta resonancia universal, saber que ser infantil no es ser únicamente alguien que hace chistes de fraternidad. Hacer comedia con eso, y con otras formas, siempre implica tener cierta fe en la adultez, en que todos creemos que hay maneras de reírse de lo que está pasando. Eso nos hace a todos un poco más parecidos, y creo que no hay forma de que sea algo malo.

“La animación ocupó el lugar de las sitcoms para una generación: hay un público que prefiere seguir viendo determinada forma de comedia, menos lanzada, y otro público que creció con Los Simpson, que necesita otros ritmos y otras formas de comedia.”

¿Cómo logras llevar a cabo las series, las películas, las voces, los dibujos? ¿Te da miedo que tu humor se convierta en una marca y se lo rechace de plano?
No. Pero entiendo. Ya es así, pero no lo es intencionalmente. Pero es básico: me rodeo, como cualquiera que trabaja de hacer chistes de pedos, referencias pop y otras maravillas, con un grupo de gente que comparte mi sentido del humor. Cuando filmaba esta película o Ted, Family Guy se autosustentaba: ya casi tiene vida propia. Cuando no estoy, tengo estos tipos que van con remeras graciosas, que son mucho más inteligentes que yo, y que permiten que las cosas sigan funcionando. Así, me puedo ir a filmar a una película con un oso de peluche y vaqueros muriendo de formas que me hacen reír.

Tenés a Liam Neeson haciendo chistes y a Charlize Theron haciendo bromas sobre tener sexo. ¿Sentís que ganaste la batalla?
Después del estreno de Ted, la película hizo tanta plata que me dejaban hacer lo que yo quisiera y confiarme el dinero que necesitara. Y mejor, pude convencer a Schindler de estar en mi película. O que alguien como Charlize Theron tuviera muchas ganas de ser parte. Estaba desesperada porque la sacaran de esos lugares donde el cine la obliga a estar siempre. Fue tremendamente receptiva. Es hermoso cuando vez a una actriz así entrar al set dispuesta a hacer chistes sobre gente prendida fuego. Conectamos de inmediato. Si a eso le sumás que Mila Kunis es una gran amiga, digamos que, siendo un tipo que ama a Los Picapiedras, no me fue tan mal.

¿Por qué crees que la animación ha crecido de la forma en que lo hizo? ¿Qué cambiaron Los Simpson?
Desde mi punto de vista, dos cosas. No quiero hablar agrediendo el trabajo de guionistas de sitcom, pero en mi carrera llegó un punto donde después de Disney y Hanna-Barbera sabía mucho de animación y también sabía escribir. Así que tenía idea sobre cómo iba a salir aquello que creaba. A lo que voy es que creo que la animación ocupó el lugar de las sitcoms para una generación: hay un público que prefiere seguir viendo determinada forma de comedia, menos lanzada, y otro público que creció con Los Simpson, que necesita otros ritmos y otras formas de comedia. Matt Groening era un artista o Mike Judge era un genio diseñando personajes de comedia. Y eso importaba. La gente que hacía animación por fin pudo demostrar su talento y sus ideas sobre la comedia. Eso le hablaba a toda una generación de tipos y mujeres que se ríen con un oso fumando porro. Y que permiten que recaude más de medio billón: o sea, muchos de lo que antes creíamos que era la excepción.

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A Million Ways to Die in the West
De Seth MacFarlane
Con Seth MacFarlane, Charlize Theron y Lian Neeson

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