Entrevista a Tame Impala
Seguramente los puristas hayan puteado un poco. Se habrán cansado de criticar una producción quizá demasiado aplastada, o la puesta en primer plano de la voz, o sobre todo las veleidades altamente melódicas de Currents. Es que el tercer disco de Tame Impala, hay que decirlo, está muy lejos de los orígenes blues-rock del grupo.
Pero lo cierto es que algunos ya venían haciendo este reproche desde 2012, tras la edición de Lonerism, el disco anterior. Y otros incluso iban más allá: alienados por el underground y sus mitos, no perdían el tiempo y ya se quejaban en 2010 de que el debut de la banda australiana, Innerspeaker, se distanciaba demasiado de las grabaciones caóticas del primer EP que apareció en 2008. Ese disquito es hoy una obra de archivo, que sirve apenas para empezar a trazar una historia.
En apenas cinco años, Tame Impala se impuso como un jugador importante en el circuito musical y dejó de ser parte del decorado. Como Animal Collective y MGMT, la banda encarna hoy una especie de regreso a la psicodelia, desde una perspectiva profundamente contemporánea, al haber digerido el cambio de siglo y no haberse reducido al revival de un puñado de personajes carentes de sensaciones provocadas químicamente.
“¡La música electrónica no es lo opuesto al rock! Ese pensamiento es muy de otra época.”
Cuando nos encontramos con Kevin Parker en un pequeño hotel parisino tras la salida de Currents, la cabeza pensante y el hombre que se encarga de todo en Tame Impala nos habló de su presente con una sonrisa distendida. “¡No había ninguna chance de que hiciéramos un Lonerism 2 ni un Innerspeaker 3!”, decía. “Este disco relata una transición personal: es la historia de alguien que está cambiando. Quería sacar algunas cosas muy precisas de mi cabeza. Y para eso necesitaba un nuevo sonido. Hay un paralelismo que se puede trazar entre el fondo y la forma de este álbum. De todos modos, no estoy de acuerdo con que Tame Impala se esté convirtiendo en un grupo cada vez más pop: ¡esta banda siempre fue pop! Si bien hoy mucha gente finalmente le está prestando mayor atención a ciertas estructuras de canciones, a determinadas melodías, la verdad es que me animaría a decir que nuestra música, por momentos, ha sido incluso más pop en el pasado que ahora. Eso sin mencionar que, además, la categoría ‘pop’ así suelta, en sí misma, no quiere decir demasiado. Es una sensación, una suerte de sabor: no se puede definir concretamente esa palabra… También me cuesta mucho apropiarme de la etiqueta ‘rock psicodélico’ que siempre estuvo asociada a Tame Impala.”
Diseccionemos esa etiqueta. Por un lado, el rock; por el otro, la psicodelia. Si es cierto que en Tame Impala ya no hay mucho de rock (al menos en su versión más clásica), sí hay una constante que continúa alimentando la identidad y la estética de la banda: una manera particular de duplicar la voz, sonidos que divagan rápidamente y una sensación general de vacilación, de huida, de un lugar buscado afuera, en otra parte. En síntesis, una música que se pone por encima de sí misma. En ese sentido, la receta de la psicodelia no ha cambiado tanto desde los comienzos de Tame Impala, ni desde que aparecieron las primeras bandas del género en los sesenta. Sin embargo, desde la época del segundo disco, Kevin Parker viene afirmando su deseo de despegarse de las corrientes, de mandar a la mierda las afiliaciones escénicas y de solo seguir sus propios instintos. La amplitud, flexibilidad y libertad del líder del grupo solo podían llevarnos hacia nuevos códigos y nuevas habilidades.
¿Cuántas bandas jóvenes existen hoy que ya no se inspiran ni en Jefferson Airplane, ni en Love ni en The Byrds sino directamente en Tame Impala? Ahí está la paradoja de una banda que quería escapar a las reglas pero creó otras nuevas: esa es la ley de hierro de la historia del rock.
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Pero Kevin Parker mantiene su eterna voluntad de huir con los ojos cerrados y una gran sonrisa, esgrimiendo la psicodelia como materia principal de su arte, configurando la producción, los arreglos y las melodías como máscaras. “La psicodelia es como el pop: es una sensación, una atmósfera, algo que permite salir de uno mismo”, asegura. “No se resume en algunas pocas gesticulaciones musicales: algunas canciones no tienen ninguna reverberación y, sin embargo, cuando uno las escucha, tiene la sensación de estar completamente drogado en medio del desierto.”
Estar completamente drogados en medio del desierto: eso es lo que sentimos en marzo pasado cuando Tame Impala publicó el primer adelanto de Currents. La canción se llama “Let It Happen” y es una cachetada tremenda. ¿Quién se habría imaginado esta locura de casi ocho minutos, llena de curvas líricas, giros hipnóticos y voces de robot onda Daft Punk? En una sola canción, la historia de Tame Impala daba un vuelco.
La banda ya había dado lugar a esta desviación en 2014 con un mini-álbum en vivo, en el que algunas canciones se iban reinventando. Y si Kevin Parker no hubiera colaborado –también en 2014– con Mark Ronson (gran productor del pop mainstream, que trabajó con Lily Allen, Maroon 5 e incluso Bruno Mars), habríamos podido pensar que se trataba de una aventura aislada y sin demasiado futuro, de un experimento para pasar el rato. Pero no. Kevin Parker lo dijo muy claramente: aprendió mucho sobre la profesión de productor al lado de Ronson, y esa influencia aparece de manera categórica en la versión 2015 de Tame Impala.
“Aceptaría ser mainstream sin ningún tipo de problema. Si algún día Tame Impala llega a lo más alto de los rankings, bienvenido sea. Lamentablemente, todavía no pasó.”
El resto de las canciones del disco –”Cause I’m a Man”, “Disciples”, “Eventually”– no llegan tan lejos como “Let It Happen” en cuanto a experimentación, pero confirman la tendencia hacia otro tipo de amplitud, apertura y ambición de Kevin Parker. Por más que él trate de suavizarlo: “‘Ambición’ es una palabra rara. No sé, yo siempre fui ambicioso, eso no es algo nuevo ni me parece que tenga nada de particular. Siempre quise llegar a la mayor cantidad posible de personas con mi música, sin importar quiénes son esas personas. Hay tantas bandas que hacen música alternativa con la intención de no ser queridos… ¡Es muy raro! Yo no pienso en ese tipo de cosas. De hecho aceptaría ser mainstream, como dicen algunos, sin ningún tipo de problema. Si algún día Tame Impala llega a lo más alto de los rankings, bienvenido sea. Lamentablemente, todavía no pasó.”
Pero nada es imposible. OK, Tame Impala no tiene el perfil de banda que bate récords en iTunes, pero Currents desarrolla un potencial de mercado tal que el mundo entero podría abrirle los brazos. Y también el corazón: con canciones tan románticas y hiteras como “The Less I Know The Better”, “Love/Paranoia” y sobre todo “Yes I’m Changing” (una conmovedora declaración de principios), Kevin Parker podría hacerse comprender, por fin, por todos aquellos que se habían quedado al margen de una producción que solía ser un tanto más rugosa.
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Una producción que, tras la salida de Currents, la prensa musical rápidamente calificó de “menos rockera y más electrónica”, apoyada en declaraciones de Jay Watson, tecladista de Tame Impala en vivo, al sitio australiano Faster Louder. Cuando se lo mencionamos, Kevin Parker se atraganta con su agua mineral. “Jay terminó por largar esa frase por presión del periodista”, asegura. “El tipo quería saber a qué se parecería el disco nuevo, y le insistió tanto que Jay terminó por decir eso un poco para sacárselo de encima. Obviamente al otro día la declaración estaba en todos los medios… ¡Pero son pavadas! Ese tipo de descripciones no quieren decir nada para mí. De verdad: nada. ¡La música electrónica no es lo opuesto al rock! Ese pensamiento es muy de otra época. Hoy el rock es tan electrónico como la música electrónica. Para mí, la música de Tame Impala siempre fue electrónica.”
Durante los últimos dos o tres años, Kevin Parker no se preocupó demasiado por caer dentro de alguna categoría en particular. En vivo tocó covers de OutKast y de Michael Jackson, colaboró con Discodeine y con Kendrick Lamar (en la banda de sonido de Divergente), mezcló el disco de Moodoïd y produjo el de Melody’s Echo Chamber, etc. Y así fue como la sombra de Tame Impala se fue desparramando un poco por todas partes.
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Lo curioso del asunto es que, durante todo ese tiempo, Parker se cansó de repetir públicamente que no estaba pensando en un disco nuevo, que no era algo que lo emocionara particularmente, y que tenía el deseo de participar de otros proyectos. Pero claro, ni él contaba con su propio exceso de energía, que –por más despreocupado que el australiano luzca en general– lo lleva a tener ideas que fluyen y se ponen en marcha enseguida, entre hoteles y vuelos de larga distancia. De esa manera casi accidental nació el expansivo y conmovedor Currents.
“La verdad es que el disco me agotó. Estoy viviendo una montaña rusa emocional desde que salió. Igual me pasó algo muy raro: en general, cuando termino un álbum, soy incapaz de volver a escucharlo al menos durante un año, porque solo puedo verle los errores. Pero con Currents fue diferente. Pude volver a sumergirme en él solo algunas semanas después de la edición. Es la primera vez que un disco me da tanto placer.” Muchas gracias, Kevin, el placer es mutuo.
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Tame Impala
Currents
(Universal)
En vivo el viernes 18 de marzo en el Lollapalooza, Hipódromo de San Isidro (Provincia de Buenos Aires)