“Eros el dulce-amargo”, de Anne Carson

Los Inrockuptibles
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3 min readMay 2, 2016

Una ciudad sin deseo es una ciudad sin imaginación. Pero siempre hay alguien ahí que mueve los cimientos. Es lo que Aristóteles denomina phantasia: actos de confianza en lo desconocido con los cuales hombres y mujeres imaginan y construyen otros mundos que los trascienden. Hablamos, en definitiva, del deseo como impulso erótico. Esto que Anne Carson dice en un tramo de Eros el dulce-amargo es casi una nota al pie, una cita sutil en medio de un andamiaje complejo como lo es este libro. Se trata de una tesis de doctorado que la poeta canadiense publicó en 1986, analizando el rol del Eros en la cultura griega pero también en las actuales. La piedra de toque fue la recuperación de los versos de Safo: “Me parece igual a los dioses/ ese hombre que frente a ti/ se sienta y escucha atento/ tu dulce charla”. A partir de allí, Carson construyó una ciudad laberíntica y fascinante, donde cada lector puede perderse a su antojo. De la literatura clásica griega hasta Emily Dickinson, de Nietzsche y Stendhal hasta Barthes, de Yasunari Kabawata a Virginia Woolf, los caminos, sin embargo, tienen a Safo como reina y señora. En sus palabras –que han atravesado el tiempo– radica ese misterio insondable que sigue siendo el erotismo y su construcción, no solo dedicado a otro (u otra) sino como forma de conocimiento.

Con prólogo de Mirta Rosenberg, Eros el dulce-amargo permite descubrir en castellano la obra teórica de una mujer conocida esencialmente por la fuerza de su poesía. Nacida en Toronto (Canadá) en 1950, los versos de Carson llegaron el año pasado a través de esos hermosos poemas en prosa que forman el libro Charlas breves, publicado por Zindo & Gafuri. También Rosenberg se ocupó previamente de traducir a la autora de If Not, Winter: Fragments of Sapho en textos que pueden rastrease en el Diario de poesía.

Con prólogo de Mirta Rosenberg, Eros el dulce-amargo permite descubrir en castellano la obra teórica de una mujer conocida esencialmente por la fuerza de su poesía.

En aquel libro, justamente, Carson busca reconstruir la voz de la poeta griega nacida alrededor del 620 a.C., de la que solo han sobrevivido algunos versos. Algo de esa intención (tan personal como política) permanece en Eros el dulce-amargo. Y es que a partir de la literatura de todos los tiempos –y de un prodigioso desprejuicio para mezclar géneros–, Carson escribe un ensayo que indaga en la visión de lo erótico como algo fugaz, caracterizado por un intenso sentimiento de falta. Esa ausencia es la materia agridulce que buscan los amantes, los escritores, los poetas. Carson se para en el tercer vértice de este triángulo: es decir, las múltiples aristas de diálogo creativo que se abren a partir de la imposibilidad de apresar el deseo. Eros se convierte en verbo, en acción que transita sus propios laberintos, ahí donde un hombre sentado espera a quien nunca llegará.

Entre lo dulce y lo amargo se debaten los impulsos eróticos de los dioses y los humanos, la intensidad del corazón y la imposibilidad del lenguaje de dar cuenta de ese latido. En esos bordes asoma, paradójicamente, la belleza. Y en ella, los cimientos de una cultura que así enfrenta el acecho de su propia destrucción.

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Eros

Anne Carson
Eros el dulce-amargo

(Fiordo) 264 páginas
Prólogo de Mirta Rosenberg

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